al margen de la crónica

A mí no me gusta el vino blanco

Un Burdeos Château d’Yquem de 1811 se convirtió ayer en la botella de vino blanco más cara del mundo al ser vendida por 75.000 libras (84.700 euros/123.000 dólares) al coleccionista Christian Vanneque, propietario de un restaurante en Bali (Indonesia).

En un comunicado, la Compañía británica de Vinos Antiguos, que ofrecía la botella, precisó que la venta por este precio marcaba un récord Guinness y coronaba al Château d’Yquem como el blanco de más valor.

La vinoteca, radicada en Londres, asegura que la calidad de ese vino elaborado hace 200 años “no tiene parangón” y encapsula lo mejor de los Château d’Yquem.

“Estamos encantados de haber concluido esta transacción de un vino tan excepcional”, declaró Stephen Williams, director de la empresa especializada en vinos exclusivos.

Vanneque, propietario del establecimiento SIP Sunset Grill en Bali, que se inaugurará en septiembre, se declaró encantado de haber adquirido esta “joya”.

Antes de poner a la venta la botella, la Compañía de Vinos Antiguos comprobó su autenticidad y obtuvo un “certificado de inspección” de Château d’Yquem. Se examinó también el envase y la etiqueta de la botella, y ésta se comparó con copias en papel de las emitidas en esa época por la bodega francesa.

Todas estas pruebas sirvieron para confirmar que el vino era una muestra auténtica de blanco Château d’Yquem de principios del siglo XIX.

El Château d’Yquem de 1811, de un color dorado oscuro, untuoso y de dulce aroma, se considera uno de los mejores vinos en la historia de la región francesa de Burdeos y uno de los mejores “vintage” jamás producidos.

El Château d’Yquem -el castillo y sus alrededores- lo adquirió Jacques de Sauvage en diciembre de 1593. El lugar alberga un viñedo desde al menos el año 1711 cuando la finca se hizo propiedad plena de León de Sauvage d’Yquem. En 1785 pasó a la familia Lur-Saluces cuando Françoise-Joséphine de Sauvage d’Yquem se casó con el conde Louis-Amédée de Lur-Saluces, el ahijado de Luis XV y Victoria de Francia. El señor de Lur-Saluces murió tres años después, y su esposa a partir de entonces centró su energía en mantener y mejorar la finca; de hecho, el Château tal como se ve hoy es en gran medida obra de ella, así como de sus descendientes, que gestionaron la propiedad a lo largo de doscientos años y cuyo nombre permanece en la etiqueta hasta la actualidad.