Llegan cartas

Un dolor muy fuerte

Alberto E. Cassano

D.N.I. 6.220.825

Señores directores: Hay muchas formas de dolor. Personalmente estoy experimentando uno que no conocía. Primero me ocurrió con el accidente del 5 de diciembre de 2007 en la Universidad Nacional de Río Cuarto. Murió Carlos Ravera, uno de mis dos primeros discípulos. Ahora el dolor es doble. El sábado 23 de julio murieron otros dos investigadores que habían hecho su doctorado conmigo. El mayor tenía poco más de 55 años y lo hicieron separados por pocas horas producto de problemas cardíacos. ¿Puede el estrés de un proyecto de investigación causar estos efectos? No soy médico, pero supongo que todo depende de la forma como se toma la tarea. María Inés Cabrera y Ricardo Grau eran dos amigos comprometidos con su cometido en algunos casos más allá de lo prudencial. Estoy seguro que si debiera tomar los dedos de una sola mano para citar la dedicación al trabajo de la gente del Intec, sin duda que María Inés y Ricardo hubieran estado entre ellos. Ricardo fue un investigador con una excepcional capacidad intelectual para trabajar en casi cualquier tema que quisiera con altísima excelencia. María Inés lo acompañaba en todo con igual voluntad y entrega. El talento del primero le permitía formular varios proyectos simultáneamente y, consciente de que nadie los ejecutaría mejor que él -lo que era cierto- le costaba mucho delegar. Todo esto genera una presión por cumplir con los cronogramas, en especial a las personas muy responsables -y María Inés y Ricardo lo eran- que puede ser difícil de sobrellevar. Cualquiera sea la verdadera causa, hemos perdido dos extraordinarios, exquisitos y generosos integrantes del Intec que, además de ser mis amigos, serán muy difícil de reemplazar. Seguramente pondremos una placa en el Grupo de Química Fina que contra viento y marea pusieron en marcha. Tal vez diga “Gracias María Inés y Ricardo. Tus amigos te recuerdan”. Nunca será suficiente. Su creatividad, tenacidad y sacrificio, no tienen medida.