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“El discurso vacío”

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Autor de culto durante años, las nuevas ediciones de los libros de Mario Levrero (Uruguay, 1940-2004) están acercando su obra a un público más vasto, como se merecen títulos como La novela luminosa o Nick Carter. Ahora Mondadori acaba de publicar El discurso vacío, publicada originalmente en Montevideo en 1996) una novela armada a partir de dos grupos de textos, uno titulado “Ejercicios”, que comprende un conjunto de ejercicios caligráficos, y “El discurso vacío” propiamente dicho, ordenado cronológicamente, por fechas, a la manera de un diario.

En oportunidad de la aparición de una edición anterior, Bibiana Valorzi escribía en las páginas literarias de El Litoral que “el protagonista comienza una autoterapia grafológica, método que parte de la base de las relaciones existentes entre la letra y los rasgos del carácter y del presupuesto conductista de que los cambios observados en la escritura pueden producir cambios a nivel psíquico. Decidido a mejorar, tanto su letra como su personalidad, se propone como objetivo inmediato ejercitar la caligrafía todos los días, lograr que su letra sea legible y mantenerla grande, clara y pareja.

“El narrador, focaliza situaciones mínimas de la vida doméstica, tales como el análisis detallado del comportamiento del perro y el gato o la rivalidad entre ambos y las transforma en deliciosas anécdotas llenas de ironía y sentido del humor.

Las múltiples interrupciones externas lo dispersan y, por momentos, se le tornan opresivas y depresivas, obstaculizando la continuidad y el ritmo de los ejercicios. Con tendencia a estresarse, su ideal de vida es el reposo absoluto y anhela conseguir una paz mental que le permita conectarse consigo mismo y con lo espiritual.

“Como para hacer buena letra sólo puede escribir cerca de la letra, intenta ‘eludir temas interesantes para progresar...’ pues cuando le resulta apremiante decir algo advierte que si presta atención al sentido, deja de poner cuidado en la forma.

“A través de las anotaciones, de los relatos de sueños, la escritura capta los contenidos tras ese discurso aparentemente vacío”

Así, leemos en El discurso vacío: “Hay un fluir, un ritmo, una forma aparentemente vacía, el discurso podría tratar cualquier tema, cualquier imagen, cualquier pensamiento. Esa indiferencia es sospechosa presiento que tras la apariencia de vacío hay muchas, demasiadas cosas. El vacío nunca me asustó demasiado, en ocasiones hasta llega a ser un refugio...

Un discurso aparentemente vacío en el que se va hilvanando un discurso lleno de sentido...”.