EL TÚNEL DE LOS HUESOS

Una fuga con doble lectura

“El túnel de los huesos”

Tumberos con códigos. En un rol alejado de los galanes de telenovelas, Raúl Taibo protagoniza al líder de una fuga que ocupó las noticias policiales del país a principio de los noventa. Foto: Télam.

“El túnel de los huesos” Origen: Argentina, 2011. Dirección: Nacho Garassino. Guión: Nacho Garassino y Daniel Martucci. Fotografía: Claudio Beiza. Música: Alejandro Iglesias Rossi. Edición: Diego Bottinelli, Alejandro Soler y Nacho Garassino. Elenco: Raúl Taibo, Daniel Valenzuela, Luciano Cazaux, Jorge Sesan, Paco Redondo, Germán de Silva. Duración: 100 minutos. Calificación: Apta para mayores de 13 años. Se exhibe en el América.

 

Rosa Gronda

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Basada en un hecho real, de mucha repercusión en las noticias policiales de su momento, esta película del director santafesino Nacho Garassino brinda momentos donde se respira buen cine de género: una mezcla interesante y poco habitual en la filmografía autóctona, que nos sumerge en el mundo marginal de un puñado de presos que en 1991 buscaron su libertad cavando un túnel desde las entrañas del penal de Villa Devoto.

El relato de la fuga va y viene en dos tiempos: el del presente, donde el líder Vulcano (Raúl Taibo) se reúne clandestinamente con un periodista (Jorge Sesan), para narrar el relato completo de la evasión junto a otros seis reclusos. Porque hay un dato fundamental omitido en la cobertura de la noticia fechada en diciembre de 1991: el macabro hallazgo de presos comunes amotinados en años de dictadura, que fueron encontrados inesperadamente al remover los cimientos de una cárcel paradójicamente saturada de gente pero con lugares evitados, vacíos, ignorados por su leyenda trágica.

Así la historia se desarrolla en dos tiempos conectados por un narrador que nos introduce en los pormenores de la evasión, que parece ser lo principal del argumento, pero hay otra historia que develar, la de quienes fueron reducidos al olvido, porque el relato de suspenso trae fantasmas del infausto pasado del país.

Emociones y personajes arltlianos

Están presentes en el film casi todas las convenciones del género carcelario: limadura de barrotes, ocultamiento de los progresos que acortan la distancia con el afuera, la tensión permanente de ser descubiertos, mientras la acción fluye entre la vigilia de patrullas nocturnas, cigarrillos, pastillas, facas, temores, valentías, traiciones y personajes que buscan su redención.

El director trasunta una simpatía que lo acerca con espíritu artliano a los desarraigados, a los filósofos de café y a solitarios marginales, logrando pintar una serie goyesca de caracteres, con sus códigos y peculiaridades. Los personajes de esta película, como los de Roberto Arlt, no son héroes de ninguna revolución, pero la actitud de cumplir con una promesa, con un pacto sellado con esos muertos anónimos los redime.

En la cárcel como medio hostil, donde las acciones para sobrevivir privilegian la ley del más fuerte, los protagonistas logran, aún con recelos y delaciones que no se perdonan, un proyecto colectivo en una época signada por el individualismo más feroz. Y también como en Arlt, se puede intuir en esos marginales una aspiración a la inocencia, una búsqueda de algo trascendente, como en el libro que siempre está cerca del líder Vulcano o el camino religioso o esotérico al que se aferran otros miembros del grupo.

Los protagonistas dibujan un periplo de descenso al infierno cargado de redención y mística especial: rezan para que los muertos los dejen pasar, rezan para que no los descubran...; los prófugos se pelean y desconfían entre ellos pero están involucrados en un sueño que primero es individual y luego se agranda, se resignifica en el compromiso con los silenciados definitivamente para darles existencia en el presente.

Oscilaciones y logros

Algunas breves oscilaciones en el nivel de actuación o discontinuidades de vestuario o lo inexplicable de que después de una requisa feroz todo luzca demasiado ordenado, no importan en el resultado final de esta película que nos atrapa, entretiene y conmueve. Junto a la banda sonora que con un sonido monocorde contiene la opresión, al peligro y al mundo interior de los protagonistas, sobran momentos de buen y genuino cine, en la lograda iluminación, en los encuadres y movimientos de cámara, en los disfrutables planos secuencia, como para que esta opera prima de Ignacio Garassino pueda agregarse a la lista de logradas películas universales y nacionales que giran en torno de fugas carcelarias (“La fuga” de Eduardo Mignona; “Crónica de una fuga” de Adrián Caetano, “Trelew” de Mariana Arruti) aunque en “El túnel de los huesos” la vuelta de tuerca reside en que no sea tanto un grupo de presos que, aprovechándose de las fallas del sistema carcelario intenta escapar, sino un conjunto de individuos que, ante un descubrimiento que los sobrepasa, se cargan al hombro la voluntad de una denuncia colectiva para hacer justicia con las víctimas del pasado, en un mundo tan injusto adentro como afuera.

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BUENA