Darío Kudelka visitó El Litoral después de haberle dado otra gran alegría a la hinchada tatengue...
Darío Kudelka visitó El Litoral después de haberle dado otra gran alegría a la hinchada tatengue...
“Estoy orgulloso de mis jugadores”
Habló de cómo utilizó la película “Gladiador” para motivar al plantel; de Rosales y su salida del equipo y de dos saludos que lo sorprendieron después del partido.
Enrique Cruz (h)
Los gestos y los hechos desnudan por completo al Kudelka que le quiere poner una gran carga de serenidad a la vorágine en la que vive. “¿Hacemos una nota, Darío?”, fue la invitación. “A la nochecita, antes de la cena, y voy adonde me digas”, fue la rápida respuesta. Sereno, humilde, feliz y con ganas de transmitir las sensaciones que para este hombre, surgido de la docencia y que supo de idas y vueltas en su carrera de entrenador, son momentos que se deben disfrutar pero con los pies sobre la tierra. Y quería contar de qué manera había ganado el clásico. Con todo derecho, ¿no?
—¿Es verdad que le mostraste a los jugadores la película “Gladiador”?
—Le pasamos otro video con imágenes del ascenso, de los primeros partidos y de la gente festejando y acampando para conseguir una entrada para ir al clásico, pero les hablé de esa película y por eso empleé la palabra gladiador cuando me referí a ellos después del partido. En esa película, Máximo, el personaje, había perdido todo lo que tenía por las luchas de poderes. Y cuando lo hicieron volver al Coliseo, luchó sabiendo que era de vida o muerte, con todo en contra y con la sola ayuda de una espada y su pequeño grupo. Ellos se unieron y formaron un equipo. Y eso fue lo que mostramos el domingo, el valor de ser un verdadero equipo.
—Quisiste ser claro con tus jugadores sobre cómo había que jugar un clásico...
—Sí, claro. Pero ellos dieron una muestra de valor que ya me la habían demostrado ante Belgrano después de la goleada en la Bombonera, sacaron chapa y eso hizo que hoy esté muy contento y orgulloso de mis jugadores.
—¿Lo “primereaste” a Colón?
—Yo siempre tuve en claro de qué manera había que jugar este partido... Mirá, la noche del partido con Belgrano, en la conferencia, ya dí pistas de que iba a jugar Rosales. Nunca tuve dudas de que al clásico lo ganaba con Rosales en cancha.
—Si hay algo indiscutido es que el gran recuperador de Rosales, cuando estaba marginado en Unión, fuiste vos. ¿Por qué en el clásico sí y con Belgrano y Boca no?
—El único responsable de que Paulo no jugara era yo. Contra Argentinos hizo un muy buen partido desde la posesión y no desde la posición, que es distinto. Yo quería que jugara más de punta. Y desde los últimos partidos del ascenso que no lo hacía. El no estaba jugando mal, pero uno a veces tiene que tomar algunas decisiones que a la luz de los resultados puede parecer equivocado. Pero que vienen bien.
—Me querés decir que Rosales necesitaba un “chachetazo”...
—Hay cosas que uno hace para que el jugador vuelva a las fuentes.
—Contame. ¿Cuál fue la estrategia para este partido?
En casi una hora de charla, Darío Kudelka no ahorró elogios hacia la gran respuesta que le dieron sus jugadores. “Fueron gladiadores”, dijo.
Foto: Mauricio Garín
—Presionar, ahogarle el mediocampo a Colón y atacarlo rápidamente. El segundo gol nuestro viene de un córner de ellos, con varias diagonales de Barrales, Montero y hasta Velázquez y Rosales que se metieron en el primer palo cuando Barrales tiró el centro. Nosotros sabíamos que Colón iba a arriesgar, que iba a proyectar defensores y soltar volantes para atacar. Eso vino bien para nuestro juego.
—¿Por qué hablás tanto de “disfrutar” por dirigir en Primera, cuando todos saben que los técnicos no pueden hacerlo porque hoy están y mañana no se sabe?
—Porque de verdad que lo siento así... El único momento de zozobra fue cuando amenazaron mi seguridad y la de mi familia. Ahí estuve mal, pero mal de verdad. Ahora me siento bien y por eso disfruto sin gozar, respetando y no permitiendo que nadie me falte el respeto.
—Después de Boca reconociste que te equivocaste en el planteo. ¿Cuánto te afectó lo que te estaba pasando?
—Todo, todo... Esas amenazas me desestabilizaron en mi eje interior, yo soy un conductor y eso lo transmití a mis dirigidos. Te cuento algo: en una práctica antes de Boca estuve muy nervioso, grité demasiado y me puse demasiado exigente. Uno de los muchachos vino y me preguntó qué pasaba, por qué estaba tan sacado. Y ahí decidí juntarlos para contarles lo que me estaba ocurriendo.
—¿Pensaste en tomar alguna decisión extrema, como la de renunciar?
—Siempre estuve convencido de que lo que pasaba no era por el fútbol, pero te reconozco que pensé en todo... Estuve una semana sin dormir a pesar de que tenía policía en la puerta de mi casa, salía a dar vueltas a la manzana, estaba mal, fuera de mi eje. No fue bueno.
—¿Cuánto te afectó lo que pasó entre los dirigentes luego del ascenso?
—No está de más decir que siempre Unión tuvo diferencias internas. Cambian los nombres pero no cambia esa cultura o idiosincrasia. En el ascenso estuvo Jorge Molina y no puedo decir nada de él, al contrario. Y Luis Spahn también estuvo al lado nuestro y hoy es el principal referente y no tengo nada que decir de él. Pero quiero decir algo a los cuatro vientos: no me metí y jamás me meteré en política. Si alguna vez tengo que tomar partido, ése será el momento en que me iré de Unión.
—¿Es una advertencia, un mensaje?
—Es que a mí no me interesa para nada la política, sólo me importa que los dirigentes estén unidos y que ayuden.
—¿Te sentís un privilegiado por haber conseguido el ascenso a Primera y ganar el clásico en el mismo año?
—Primero, me hace feliz ver a la gente contenta y eso no tiene precio. Me da un cosquilleo interno porque me considero uno más que trata de aportar algo para el bien del club. Pero no me permito que eso me eleve en mi autoestima. No me lo permitiría. Quiero ser como fui siempre, como cuando daba clase en los colegios.
—¿Qué fue lo que más te sorprendió desde las 4 de la tarde del domingo, momento en que terminó el partido, hasta ahora?
—... Hubo algo que me sorprendió muchísimo y no lo esperaba. Venía caminando sin mirar a la tribuna porque no quería que ningún gesto mío motivara alguna reacción de la gente rival, entro a la manga y una persona vestida con una campera de Colón tuvo un gesto efusivo conmigo que me sorprendió... Y hubo otra que fue muy risueña también...
—¿La querés contar?
—Sí, pero haciendo la salvedad de que lo digo con todo respeto y valorando lo que cada uno hace de su vida porque tiene todo el derecho y libertad de hacerlo. Cuando llegamos al club, después del partido, fui a buscar mi coche y se acercaron dos hombres lagrimeando. Me pidieron que bajara la ventanilla y me gritaron “te amamos, te amamos”. Y uno de ellos me dice: “qué lindo corte de pelo tenés... Pero mirá que no soy gay, eh...”. Fue risueño y te repito que lo digo con el mayor respeto, no me interesa si uno es heterosexual u homosexual porque no pasa por ahí... Y después, hubo mucha gente de Colón que me llamó y que es amiga.
—¿Cómo sigue la historia ahora?
—Nosotros tenemos una misión tanto o más importante que ganar el clásico y que es mantener lo actuado. Estamos en un camino de introducción a la categoría y nos va a llevar tiempo, tendremos momentos muy buenos como el del domingo y momentos de tempestades como fue la noche de la Boca. Son tiempos de construcción de un equipo. Ojalá que esto lo contemos en el momento en que tenemos que contarlo, que es al final del campeonato.
El fútbol tiene mucho de psicología, por eso le apuesto mucho a la persona más que al jugador. Trato de enseñarle un camino al más joven, de respetar a todos. Soy docente y no me olvido de mi profesión original, de la que elegí antes de ser entrenador de fútbol, Y obro en consecuencia”.
“Cuando armo una lista de concentrados en el primero que pienso es en el que no está, me pongo en su lugar y me duele”.
“Mis colaboradores son mis amigos, me ayudan mucho, charlo lo que más puedo con ellos y soy el responsable final en la toma de decisiones. Pero ellos son mi sostén, sobre todo en los malos momentos”.
Cuando entré al vestuario los felicité por las agallas, porque fueron gladiadores, porque demostraron que son jugadores de Primera y porque cumplieron a la perfección todo lo que planificamos y entrenamos”.
LA FORMA EN QUE RECUPERÓ LO MEJOR DE ROSALES
/ “El único responsable de que Rosales no juegue, soy yo”, dijo Kudelka. Luego de jugar un primer tiempo aceptable con Argentinos, hubo un “descanso obligatorio” para un jugador que se había convertido en indiscutido. A veces, un “tirón de orejas” viene bien. En todo orden y en cualquier lugar.
“me duele mucho pensar en el que se queda afuera de la lista de concentrados”
/ Darío Kudelka sabe que su trabajo es el de tomar decisiones. Y que en un grupo nutrido de jugadores, algunos estarán contentos y otros no tanto, porque no juegan. Y lo reconoce: “Cuando armo la lista de concentrados, sufro pensando en el que se queda afuera porque me pongo en su lugar y me imagino su dolor”. Su carácter docente lo lleva a pensar y actuar más sobre el ser humano que sobre el jugador. “Los respeto a todos por igual, los valoro y eso me ayuda a generar un buen ámbito de trabajo”.
“Yo también fui gladiador”
—¿Qué pensás cuando mirás para atrás y observás tu carrera, Darío?
—Que yo también fui un gladiador, igual que mis muchachos... ¡La pasé dura, eh! Yo dirigí a Unión en Primera en 2002 y después tuve que empezar de nuevo. Cuando llegué a Libertad de Sunchales, era dirigir la Liga y el Argentino B, que es la cuarta categoría.
—¿Cómo te la bancaste?
—Yo volví a empezar... Y no lo digo como héroe, porque lo viví yo, lo sufrí yo y no ando desparramándolo por todos lados. Además, le agradezco mucho a todos los clubes en los que estuve, porque me ayudaron a disfrutar esto.
—¿Te enorgullece más que ganar el clásico?
—Es que para ganar el clásico tuve que pasar por todo eso. Tuve que ascender equipos del Argentino B al A, del A a la B Nacional y con Unión a Primera. Si no hubiese tenido todo ese desarrollo, no habría llegado a lograr lo que conseguí el domingo.
—Pero te pone bien mirar para atrás...
—Es que sólo yo puedo saber cuánto sufrí, cuántas cosas me pasaron y cómo me tuve que adaptar a ese desafío de empezar de cero otra vez. No fue fácil, pero no sólo que no me arrepiento, sino que se me humedecen los ojos de sólo pensarlo y me pone bien conmigo mismo.
—¿Cómo hacés para no tener problemas con los jugadores?
—Cuando traigo uno lo hago con el convencimiento de que me va a servir más allá de que tenga el condicionamiento económico del club, los hablo, trato de ser justo, de llegarle, de ser claro y de explicarle el por qué de las decisiones.