El mágico mundo de Nydia Andino

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2 / “Volando sobre la ciudad”.

Fotos: Gentileza de la artista

Es una de las más queridas artistas plásticas santafesina. Su quehacer es incesante y el resultado de su trabajo embriaga de placer cuando el espectador los observa. Su obra crece día tras día y una parte importante de la misma se puede apreciar hasta el 16 de octubre en la galería ubicada en bulevar Gálvez 1514. Nydia, mientras tanto, sigue su camino por la vida cosechando amigos. Los de verdad, los de siempre. Aquí se reproducen textos motivados por su obra.

 
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3 / “Van”.

De la redacción de El Litoral

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1 / “Soñando en las estrellas”.

Susana Beatriz Ureta

Oh libro ambulante de tus sueños

amarilla carcaza engalanada,

con faroles abiertos hacia adentro

y palomas en el velocímetro...

¿Empezará mañana tu aventura?

Por todos tus mundos interiores

pude pasear en bici,

me enredé en marinas cabelleras

mientras un hombrecito sorprendido

esparcía primaveras a mi paso.

Los señores de sombrero se miraban

como en un espejo, sí, como el de Alicia

haciéndome dudar a cada instante

desde qué mundo yo los observaba...

La gran madre azul-azul

me da la mano

y voy sorteando en bici caminos del crepúsculo,

que se unen y vuelven a apartarse

en un vaivén de ruedas y destino.

Oh amarilla aventura, sueño estimulante

farol sin luz, abierto a las estrellas

para que el alma complazca a los sentidos.

Esa victoria alada me convoca

a subir al pegaso de lata en esta noche,

a seguir creyendo en la alegría

de un libro ambulante en amarillo

que abre surcos restallantes en la vida.

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4 / “El baile”.

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6 / “Te regalo una flor”.

La atmósfera es de mar

Miguel Grattier

Vamos camino de la escuela y mientras manejo, los chicos hurgan en el sobre donde llevo fotos de las últimas pinturas de Nydia Andino. Las miran y comentan: “¡Qué buenos están estos dibujos!”.

—Son pinturas, les digo.

Luisa, a quien hoy le toca viajar en el asiento delantero le dice a Manuel: “¡Manuel, apuráte, que yo también quiero ver esos dibujos!”.

—Son pinturas, les repito.

Manuel mira rapidísimo las fotos y se las da a Luisa, y le recomienda: “las dos de arriba son las mejores”, y después agrega: “apurate, Luisa, porque son cualquier cantidad”.

—Es cierto, les digo, son una buena cantidad de pinturas, y hay más.

María Luisa las mira rapidísimo, del derecho y del revés, las guarda en el sobre y asiente: “es cierto Manuel, las dos de arriba son las mejores”.

Por suerte no se pelean.

Llegamos a la escuela. Manuel se baja rápido del auto y ni saluda. Luisa, que parece Manuelita por lo lenta, y por una mochila que parece que nunca va a terminar de bajar del auto, se queja: “¡Hoy no tengo ganas de entrar a la escuela, me duele la cabeza, y encima me mostrás esos dibujos que me hacen acordar del mar! Quiero volver al mar”, remarca.

—El mar siempre está, le digo, aunque no lo veamos (y aunque la respuesta a ella no la satisfaga).

La atmósfera es de mar y verano. Se puede entrar en estas pinturas y salir, ir hasta el fondo y remontar la superficie, dejarse estar boca arriba y volver a entrar, y dejarse arrastrar a la playa.

El mensaje es dionisíaco y exalta con potencia el color y la materia.

La materia es distribuida en pinceladas largas y rítmicamente ondulantes. La figura sigue el ritmo y las imágenes son un todo con el fondo, en un espacio plano desde donde los arabescos avanzan hacia el contemplador sin imponérsele. Como un movimiento de “allegro” en el crescendo de una sinfonía.

El espacio entonces se torna dinámico por la ejecución, por la factura, por su propia ley de desarrollo pictórico.

Sin embargo la imagen queda estática, detenida. El tiempo ha sido abolido, todo lo que nos queda es espacio, dimensión propia de la pintura. Y está bien que la pintura no se torture por lo que no le pertenece. De allí la alegría plena de esta obra que no es ingenua aunque lo parezca, puesto que ha desaparecido todo tinte de expresión sentimental o de forzada impostación intelectual.

No se puede parecer lo que no se es. Hasta hace unos pocos años Nydia pintaba sus figuras con una evidente intención de ironizar sobre lo que todos sabemos de la sociedad. Paradójicamente, eso que llamamos vagamente la sociedad (un grupo de costumbres y rasgos) demanda del arte que sea espejo de su regodeo.

“Demanda” es un término que pertenece más a la economía que al arte. Y la historia del arte enseña que los artistas no siempre atendieron puntualmente las demandas de su público o de su época.

Nydia se ha instalado hoy por hoy en ese lugar, indagando más en sí misma que en la pintura. Pero esa indagación trasciende hacia el plano y así despeja la pintura como horizonte y posibilidad. Como una danza viene bordeando el ser. Las olas, unas tras otras, siguen llegando, esparciéndose sobre la playa”.

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5 / “Camino a la plaza”.

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7 / “La fotógrafa”.

 

La plaza de los besos

Leo Scheffer

La plaza es una vieja metáfora de la libertad, es nuestro primer espacio donde experimentamos con piedritas y con los sabores del pasto.

Es donde nuestra imaginación juega a lo grande con un barquito de papel; en la fuente se libran batallas, nos hacemos amigos de un perro...

Nydia es una niña traviesa, es curiosa, quiere saber más. Un monumental travesti de dos metros se siente halagada por su interés y sus fotos; Emiliano, junto a su novia, la miran jugar desde el bar Tokio y ella va saltando esta intrincada rayuela al compás del sonido de las bolas de los billares.

Un grupo de cuidadores de autos se acerca y la tratan con amabilidad, improvisan una cuerda con sus lágrimas y la hacen saltar hasta conseguir un pedazo de pizza en lo de Yusepín. La tienda de la esquina ofrece un trofeo que Nydia le regala a un señor solitario y triste que vive en el prostíbulo de a la vuelta. “Es un lugar barato..:”, comenta.

Pero hay algo que Nydia no sabe y que todos cuentan (a mí me lo dijo la estatua que está en la fuente rota, junto a las gárgolas): ella se convirtió de a poco en uno de los personajes de la plaza España. Las gitanas que descansaban a la sombra del enorme gomero parecían saberlo de antemano, cuando la vieron llegar, pero no dijeron nada, se reían y cuchicheaban en su dialecto.

El paisaje es una condición del espíritu dicen, ¿y qué espíritu puede encontrar tanta belleza donde nadie la encuentra?

Qué ejercicio enorme es el de “ver” el lugar donde vivimos, con ojos despojados de prejuicios. Qué hermoso poder viajar tan lejos, sólo caminando hasta la esquina.

Hoy me puse los anteojos de Nydia Andino y me senté un rato en la plaza, a darle de comer a las palomas, mirando lo vacío que estaba el bar del Partido Justicialista.

Me dejé leer la mano por las gitanas, me tiré besitos con el travesti, me compré un trofeo que puse sobre la heladera de mi casa y me quedé pensando en eso que dicen: que el mundo está allá afuera, sólo hay que salir a buscarlo. O mejor dicho, el mundo esta aquí adentro, ¿cómo hago para encontrarlo?

Caminé media cuadra, el ticket estaba vencido, hoy la multa salió barata.

Nydia me esperaba para jugar con sus obras, un rato, en su casa.