Editorial

La presidenta en Coninagro

Cristina Fernández de Kirchner ha visitado Coninagro, una de las entidades ruralistas del país, en este caso la que reúne a productores cooperativistas. El almuerzo fue escenificado con cuidado por el aparato oficial, después de la confrontación entre el gobierno y el campo por el fallido intento oficial de imponer las retenciones móviles, y poco antes de las previsibles elecciones.

La Casa Rosada promovió un gesto distinto; Carlos Garetto, el presidente anfitrión, sugirió que el encuentro supone la apertura del diálogo mientras que sus colegas de la Sociedad Rural Argentina y de Fedeación Agraria admitieron menos esperanzas que desconfianzas, tras el sesgado almuerzo.

La estrecha definición oficial después de la reunión fue la ratificación de la politica comecial de granos que los ruralistas -todos- cuestionan; eso y el público silencio de la jefa del Estado. No hay especificaciones oficiales conocidas que sugieran cambios sobre los trazos gruesos de la política agropecuaria, a no ser la exhibición de autoridad fundada en el legítimo caudal electoral.

Un plan es, por definición, una serie de acciones diseñadas en el marco de un modelo sistemático para conseguir unos fines determinados; el plan estratégico agroalimentario anunciado por el gobierno plantea metas pero no describe las acciones sino que propone actores para discutirlas, eventualmente.

El silencio, como el monólogo, no es diálogo. El gobierno tiene la potestad de definir las políticas y la capacidad de interactuar con entidades y productores, pero eso aún no ha sucedido ni se conocen las propuestas o proyectos que habrán de procurar los ambiciosos objetivos cuentificados desde el atril oficial.

Poner empresarios o cooperativas nacionales en las cadenas de comercialización internacional, sumar industrias al campo, reprimir a los evasores, promover las economías regionales, diversifiar la producción, cuidar el medio ambiente. Son enunciados -entre otros muchos- que nadie rebatiría al relato oficial, pero que necesitan definiciones, no contradicciones.

Coninagro advirtió en el documento que entregó este año a todos los candidatos que en la última campaña agrícola los productores argentinos sólo repusieron el 22 % de los nutrientes que sacaron del suelo. Ese recurso estratégico que el discurso dice defender, no tiene políticas sustentables; pero de eso no se habla.

La Argentina tiene un lugar en el mundo que se puede enriquecer con dignidad en un escenario global de oportunidad. Industrializar la ruralidad es algo que los productores siempre intentaron, desde que trajeron los molinos junto a su esfuerzo; si eso no prendió, fue por falta de políticas que sustenten su desarrollo.

El gesto es saludable; el diálogo deberá ser necesario para redactar las acciones que procuren los fines declamados; el gobierno tiene -tendrá- la legitimidad y el poder suficientes para hacer lo que dice que procura. Faltan explicitar las políticas que hagan honor al relato.