Editorial

Irán y el G20

En la reunión del G20 celebrada en Cannes, uno de los temas centrales del debate fue la crisis en Grecia y las probables respuestas para su colosal endeudamiento. Sin embargo, como en los buenos relatos de ficción, donde se pueden narrar simultáneamente dos o tres historias, el tema que preocupó a los principales jefes de Estado fue el de Irán o, para ser más precisos, el seguro rearme nuclear de una potencia que nunca ha ocultado sus afanes belicistas.

Hoy es un secreto a voces que el premier británico David Cameron y su colega de EE.UU., Barack Obama, han evaluado intervenir militarmente en Irán para ponerle punto final a experimentos nucleares que van tomando la forma de letales misiles de media distancia. El tema no es sencillo ni se va a resolver de la noche a la mañana, pero por primera vez existen constancias de que los gobiernos de Gran Bretaña y Estados Unidos se han puesto a discutir seriamente las posibilidades y las consecuencias de una intervención militar.

Por su parte, el gobierno de Israel se ha reunido para evaluar la hipótesis de un ataque unilateral a las instalaciones nucleares de Irán. Sus principales dirigentes no sólo no la han desmentido, sino que ha sido expresamente corroborada por un político moderado y pacifista como Simón Peres. En Israel no se pierde de vista que la iniciativa militar contra Irán sería el punto de partida de una guerra feroz, pero como ya lo han expresado algunos de sus ministros, si las grandes potencias no intervienen o no se ponen de acuerdo para ponerle límites a los delirios militaristas del régimen teocrático, no les quedará otra alternativa que intervenir antes de que Irán -que ha expresado de modo reiterado que uno de sus principales objetivos internacionales es la destrucción de Israel- complete el ciclo de obtención de la bomba atómica.

Cabe recordar al respecto que Israel sigue siendo el único Estado en el mundo cuya existencia esté en peligro. En el escenario internacional hay problemas sociales o políticos de diversa magnitud, pero en los últimas décadas no se registran antecedentes de que un Estado y una nación estén bajo amenaza de desaparición.

A nadie escapa que la situación en la que se encuentran los Estados Unidos, Gran Bretaña y el propio Israel es delicada. Una intervención militar, aun con la más cuidadosa limitación del daño, provocaría reacciones violentas en todo el mundo y ensancharía la base del terrorismo islámico con la consiguiente secuela de ataques a blancos occidentales.

Asimismo, la militarización nuclear de Irán sembraría alarma entre los propios países árabes, empezando por Arabia Saudita, para la que Irán es un enemigo de cuidado. Algo parecido piensan los jefes de Estado de Irak, Jordania y los Emiratos. En ese contexto no es exagerado decir que en la reunión de Cannes, este tema desveló a los políticos y representó una preocupación tan intensa como la que en estos momentos pone sobre el tapete la crisis de Grecia.