editorial

Del capitalismo

En su reciente visita a Cannes la presidente le reclamó a los jefes de Estado presentes la necesidad de construir un “capitalismo serio”. Como suele ocurrir con las frases consideradas correctas, todos aprobaron tácitamente las palabras de la mandataria argentina sin entrar en demasiados detalles acerca del significado real de la frase.

Un capitalismo serio significa un orden económico con reglas de juego claras, un mercado competitivo y un Estado que asegura el cumplimiento de la ley. Podría significar, también, un equilibrio adecuado entre las exigencias de la producción y las demandas de la distribución. Finalmente, podría referirse a un capitalismo que privilegia la productividad sobre la especulación financiera.

Como se puede apreciar al primer golpe de vista, nadie puede oponerse a ese reclamo o deseo. La frase, por lo tanto, es correcta y retórica. Correcta porque expresa el sentido común básico de las clases dirigentes contemporáneas y, retórica, porque es una formulación de deseo que no dice nada respecto de los caminos a recorrer o las medidas a implementar para construir efectivamente un “capitalismo serio”.

Otra interpretación posible de las palabras de nuestra presidente, es que su reclamo pretenda llamar la atención sobre lo que no existe. Dicho con otras palabras, se reclama un “capitalismo serio” porque el que funciona en la actualidad no lo es. Asimismo, se supone que quien formula ese reclamo está en condiciones de hacerlo porque el capitalismo que se practica en su nación es serio,

En principio, en la actual coyuntura económica internacional los capitalismos emergentes como los nuestros están atravesando por una situación más cómoda que los capitalismos de los llamados países centrales. Esa percepción real ha dado lugar a algunas desmesuras verbales en torno de las ventajas -por ejemplo- del capitalismo argentino respecto de sus similares europeos. Pero este brote de orgullo nacional no se compadece con la verdad o con las cifras. España o Italia están atravesando por un momento difícil pero su ingreso per cápita duplica y hasta triplica al argentino. Algo parecido puede decirse de las inversiones en políticas sociales, por lo que, si bien en la coyuntura el capitalismo argentino aparenta estar más estabilizado que el europeo, abundan los datos para afirmar que este último es más consistente.

La presidente no debería perder de vista que un “capitalismo serio” reclama, entre otras cosas, informaciones estadísticas serias, instituciones estatales fuertes, reglas del juego claras que excluyan privilegios y decisiones económicas que eludan la arbitrariedad en materia de política cambiaria y compra y venta de divisas, entres otras variantes.

En la Argentina, un “capitalismo serio”, más que una realidad es un objetivo, un buen objetivo que la presidente debería esforzarse por lograr, porque el hecho de alcanzarlo mejoraría su transparencia, consistencia y previsibilidad.