Sutil hilo de luz en la noche

Sutil hilo de luz en la noche

“Le cirque” (1950), de Marc Chagall.

Por Luis Varossi

 

“Luna, espejo del tiempo”, de María Guadalupe Allassia. Edición de autor. Santa Fe, 2011.

En La diosa blanca, un libro clave de la teoría poética, Robert Graves sostiene que la poesía nació y se desplegó a través de los siglos como invocación a la Luna, y que persiste en esa condición aun cuando el poeta de hoy pueda haberlo olvidado y sea inconsciente de su misión. No es casual, entonces, que María Guadalupe Allassia haya decidido rendir un explícito homenaje a la Luna en el título, la apertura y en varios de los textos incluidos en su nuevo libro.

El título apela a la sentencia persa: Luna, espejo del tiempo, que Borges no se cansaba de citar, admirándola porque allí “está la fragilidad de la luna y la eternidad también. Está esa contradicción de la luna, tan casi traslúcida, tan casi nada, pero cuya medida es la eternidad”. Ya la dedicatoria de Allassia manifiesta la importancia que otorga a esa diosa que dio en llamarse Diana, al decir, tras nombrar a los seres queridos: “Al pronunciar sus nombres los inscribo en la luna de jade. / Traslúcida./ Eterna. / Espejo del Tiempo”.

También el Prólogo apela directamente a la “diosa blanca”: “Ay, luna de oro que iluminaste tantos siglos... tú, Luna,/ como una flor de ámbar, me develaste los ensueños imaginarios./ Lunarios de unicornios y sirenas, soles verdes, ángeles ...”.

El primer texto lleva también como título la mencionada sentencia persa, y relata poéticamente un descenso de la Luna a la Tierra, y un desgraciado accidente que la ahoga, hasta que gracias al conjuro de buenos hombres una barca logra rescatarla y flotarla nuevamente al cielo.

Cuatro grandes puertas (Puerta respiración de mariposas; Puerta del ángel fosforescente mirada de alondras; Puerta cabellera de guindos y Puerta del escarabajito de oro) nos introducen en los más de sesenta textos que fluctúan entre los cuentos, relatos, rarezas y maravillas, pero cuya esencia constante es el tenor poético de la escritura.

Tal como la propia autora señala “Yo no sé cuándo abrí las Puertas Mágicas, del Sol y de la Luna. Al entrar dije un conjuro secreto, un acertijo que no puedo revelar, un nombre de hechizo y sueños. ¿Tal vez, Luna, espejo del Tiempo? Las Puertas se abrieron y vi a un unicornio que me indicaba un camino de espejos y luciérnagas. De lunas de melocotón maduro. Lo seguí y crucé un río de estrellas donde se asomaba una sirena de plata que cantaba entre la niebla. Así anduve caminos de magia que brillaban como un bordado de piedras de colores. Encontré personajes maravillosos. Aprendí a hilar palabras como un tejido de sueños. Escribí cuentos, poesías, canciones y otras rarezas y maravillas, ensueños de fantasía que permiten el vuelo infinito del corazón humano. Nunca dejé de leer. Busqué a los niños. O ellos me encontraron, comiendo naranjas entre los duendes”.

María Guadalupe Allassia ya nos tenía acostumbrados a su gracia sutil y al hechizo de su fantasía a través de sus cuentos y poemas infantiles (desde Paí-Luchí, cuentos del Litoral, y Puerta de Sol, Puerta de Luna a La Chirusa y Mi Tía Amorcito. Nanas del Mundo; hasta la contundente narración de su Secreta Memoria y el sabor dulce de la crónica en Santa Fe Antiguo. Tiempo y memoria). De alguna manera todas esas virtudes están presentes en la variedad de textos que ofrece en su nuevo libro, donde además de la Luna, son convocados pintores (Rousseau, Miró, Chagall), escritores (Mark Twain, Borges, Mujica Láinez, Syria Poletti), animales fabulosos (el dragón, el unicornio, la sirena) y otros no menos extraordinarios (pájaros en ramo, un torito blanco, un tigre pacífico) y los árboles, las flores, los ángeles...

Gran parte de estos textos, tal como consigna la autora con agradecimiento en la nota introductoria, fueron publicados en las páginas literarias de El Litoral a lo largo de catorce años de colaboración.

4.jpg

María Guadalupe Allassia. Foto: Flavio Raina.


5.jpg