Editorial

Dictadura política y economía de mercado

Los historiadores expertos en política cubana discuten si el modelo castrista derivará en un sistema al estilo chino o vietnamita. Las discusiones son acaloradas y abiertas, pero lo que para todos está fuera de discusión es que el régimen cambiará y que el cambio se hará sobre la fórmula aplicada en los otros regímenes comunistas: dictadura política y economía de mercado.

La reciente resolución destinada a facilitar la compra y venta de autos y viviendas se orienta en esa dirección. Hay reglamentaciones que formalizar y obstáculos burocráticos que salvar, pero la decisión ya está tomada. Cuba inicia su lento y atormentado paso hacia el capitalismo sin renunciar a ninguno de los beneficios de la dictadura. En ese sentido, el régimen de Castro no difiere demasiado en su orientación al rumbo emprendido por China y Vietnam. En todos los casos se ha encontrado una fórmula eficaz para resolver la inviabilidad del llamado comunismo real, una fórmula que conjuga los peores vicios del capitalismo salvaje con las peores lacras de la dictadura bananera, aunque a esta altura de los acontecimientos daría la impresión que el pueblo cubano está resignado a aceptar cualquier variante que los arranque del manicomio de la economía “socializada” de los Castro.

Por lo pronto, los beneficiarios de las recientes reformas no serán, como se dice en los medios oficialistas, los cubanos en general, sino la privilegiada burocracia comunista y la aristocracia de empleados que disponen de divisas como para participar en los negocios y negociados del flamante mercado interno. Los otros beneficiarios, serán los extranjeros residentes en Cuba conectados a las empresas turísticas y los negocios que de allí se derivan. Al respecto, no deja de llamar la atención que un régimen que se proclamó socialista concluya su periplo de más de medio siglo de dictadura beneficiando a los residentes extranjeros mientras fuera de Cuba vegetan alrededor de dos millones de cubanos, considerados por la propaganda del régimen como “gusanos”, aunque esa misma propaganda omita que gracias a las remesas que envían esos despreciables “gusanos” la economía interna cubana dispone de una amplia bocanada de aire fresco.

Los recientes anuncios incluyen -además- la propuesta de mejorar la relación con los exiliados y permitir a los cubanos de la isla viajar al extranjero. Al respecto hay que decir que con relación a este último punto se hace muy difícil imaginar cómo lo van a implementar, porque a nadie se le escapa que si se abriera la opción de irse del “paraíso castrista” cientos de miles de cubanos lo harían sin vacilar, lo que provocaría una verdadera catástrofe nacional.

Lo cierto es que más allá del color tropical de la isla, de la abigarrada publicidad “revolucionaria” y de la fuerza del mito cubano, el régimen está admitiendo tácitamente de que es inviable. Cincuenta años de dictadura con su secuela de presos, fusilados y exiliados, fue el tiempo necesario para arribar a esta melancólica conclusión.