Al margen de la crónica

Un mito viviente

Es una de las pocas leyendas vivas de la época dorada de Hollywood. Kirk Douglas, que el 9 de diciembre cumple 95 años, aun sigue estando con frecuencia en el foco de la atención mediática, a menudo al lado de su hijo Michael.

Y es que, a pesar de caminar con bastón, nada consiguió frenar a Espartaco, que a finales del pasado noviembre todavía repartió pavo a miles de personas sin hogar en Los Angeles, como hace cada año el Día de Acción de Gracias en el barrio marginal de Skid Row, junto a su esposa Anne.

Pocos días antes, con su eterno hoyuelo en la barbilla, ejerció de anfitrión en una gala benéfica para niños en Nueva York, en la que también participaron su hijo Michael y su nuera Catherine Zeta-Jones. Y en febrero, durante la gala de los Oscar, volvió a cosechar aplausos al entregar alguna de las codiciadas estatuillas.

Durante su carrera, Douglas tuvo debilidad por los personajes malvados, atrevidos y por los héroes atribulados. En tres ocasiones estuvo nominado al Oscar, por sus trabajos en Champion, The Bad and the Beautiful y Lust for Life, en la que daba vida al pintor Vincent van Gogh. Pero únicamente consiguió la estatuilla honorífica a toda su carrera, en 1996.

Hijo de un inmigrante ruso, Douglas tuvo que pelear duro en los inicios de su carrera. Nacido como Issur Danielovitsch Demsky, creció junto a seis hermanas mayores en un barrio humilde de Amsterdam, en el Estado de Nueva York, y para financiar sus estudios para entrar en la escuela de interpretación tuvo que trabajar como conserje o boxeador de feria.

Después de la guerra, la suerte le sonrió. O más bien su antigua compañera de estudios, Lauren Bacall, quien ya le había conseguido algunos pequeños papeles en Broadway y entonces le recomendó ante los grandes de Hollywood. Su debut en 1946 como marido alcohólico de Barbara Stanwyck en The Strange Love of Martha Ivers fue tan convincente que en seguida consiguió papeles protagonistas en otras cintas, como The Glass Menagerie.

En total, Douglas participó en más de 80 películas, con directores tan prestigiosos como Billy Wilder, Howard Hawks, Oto Preminger o Elia Kazan, y en siete ocasiones compartió reparto con su amigo Burt Lancaster.

En los 80 fue retirándose del negocio cinematrográfico y aprovechó su popularidad para impulsar proyectos sociales y humanitarios, sobre todo desde la ONU. Junto a esta actividad, también se dedicó a escribir. Su autobiografía ‘El hijo del trapero‘ (1988), en la que detallaba sus aventuras amorosas, desató un pequeño escándalo en Hollywood, sobre todo porque en aquel entonces ya esta casado con su segunda mujer, Anne.

Junto a su hijo Michael, ganador de dos Oscar, apareció en la gran pantalla en 2003 en la cinta It Runs in the Family. La difícil relación entre ambos mejoró hace ya tiempo. Tras superar un cáncer el pasado año, el propio Michael reconoció que su padre no podría haberse comportado de forma más ‘conmovedora‘ durante su enfermedad, durante la que le visitó y apoyó continuamente.