llegan cartas

Palestina, II

Susana Wasilewki.

DNI: 14.336.060.

Señores directores: En una carta de lectores publicada por este medio, que lleva la firma de la señora Nora Halak, se vierten una serie de conceptos falsos y agraviantes hacia el pueblo judío, con la intención de describir una historia que nunca tuvo lugar. Allí la señora Halak explica mal lo acontecido en ocasión de la Asamblea General de las Naciones Unidas en el año 1947, cuando se decidió, por el voto de la mayoría de sus miembros, la creación de dos Estados en ese territorio, uno árabe y otro judío.

Pues bien, cabe aquí recordar que los representantes del pueblo judío aceptaron la decisión del organismo, sacrificando así una parte importante de un territorio que, avalado por la historia, consideraba propio. Los representantes del mundo árabe, en cambio, no tomaron igual camino. Rechazaron rotundamente la propuesta y esa decisión fue sin duda el origen de toda la violencia desatada posteriormente en la región. La señora Halak debería saber que cuando en 1948 se fundó en el territorio asignado por Naciones Unidas el Estado de Israel, fueron siete países árabes quienes desataron una feroz guerra de exterminio contra el recién nacido Estado judío, que luego pasó a la historia como la Guerra de la Independencia y que se cobró demasiadas vidas.

Resulta llamativo y lamentable que la señora Halak considere que falseando los hechos sea posible contar una historia que nunca fue. Por otra parte resulta cansador seguir respondiendo a semejantes infamias, que intentan dejar al pueblo judío como un estratega asesino. La historia mundial está plagada de intentos como éste para perjudicar a nuestro pueblo: sólo basta con recordar el libelo inventado en la Rusia zarista de finales del siglo XIX, en la que se acusa a los judíos de querer apropiarse del mundo, o su versión argentina, el “Plan Andinia” de 1971, que acusaba a nuestra comunidad de llevar a cabo un plan sistemático de invasión de la Patagonia.

Espero que la señora Halak utilice de aquí en más el poder de su palabra para ayudar al acercamiento de los pueblos, y trabaje intensamente en esa dirección, sin duda el camino adecuado. Sólo así, cuando la destilación del odio haya cesado, estaremos en condiciones de trabajar conjuntamente para la convivencia armónica y en paz.