Preludio de tango

Lidia Borda, del tango a la tanguidad

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Manuel Adet

 

Hay un amplio consenso en admitir que es una de las grandes voces femeninas del tango de las últimas décadas. Sobre estas calificaciones siempre se puede decir algo más o algo menos, pero basta con escucharla para admitir que se trata de una cantante notable, con una singular capacidad para interpretar el tango y dueña de un fraseo afinado y sugerente.

No nació tanguera, si es que alguien puede atribuirse esa condición. Por el contrario, sus primeras orientaciones fueron el jazz. Casi a los treinta años, descubrió que el tango era lo suyo, pero la revelación no fue mágica ni casual, sino el producto de la observación, el estudio y tal vez el incentivo moral de amigos y colegas que de entrada nomás apreciaron sus dotes para la música ciudadana.

Lidia Borda nació en la localidad bonaerense de San Martín el 18 de abril de 1966, pero recién en 1996 presentó su primer compact titulado “Entre sueños”. El disco fue promovido por el sello “La Placita” y contó con los arreglos y la dirección de sus hermanos Luis y Krichi. Participaron en esta experiencia musical Rodolfo Gorosito, en guitarra; Antonio Pisano, en bandoneón; Gustavo Lianget, en piano; Pocho Palmer, en bandoneón, y Hugo Sanz, en contrabajo. Dos temas a mi criterio merecen apreciarse porque en ellos están presentes su capacidad para seleccionar y su estilo. Me refiero a “Fanfarrón” que en su momento lo grabara Rosita Quiroga y “Las vueltas de la vida”, un clásico de Edmundo Rivero.

Según sus propias declaraciones, la influencia decisiva y perdurable fue la de Luis Cardei. Lo conoció en la librería Gandhi y enseguida quedó atrapada por ese estilo íntimo, ese fraseo pausado y decidor que lo distinguía y le permitía tomar distancia de aquellos cantores de tango que suponían que para ser auténticos era necesario vestirse, pararse, gesticular y cantar como si fueran matones.

El llamado “Foro Gandhi” en la década del noventa cumplió un rol destacado en la selección y difusión de excelentes músicos. La sesiones de los jueves a la noche promovidas por Elvio Vitali se transformaron en un clásico que contaba con la participación de un público exigente y decidido a escuchar buena música. De Luis Cardei, ella descubrió que el tango puede tener otras modalidades expresivas, pero también este cantor le enseñó que la selección del repertorio no es azarosa, que exige conocimientos y sensibilidad.

“En el tango, la interpretación depende de que cada uno pueda encontrar en cada canción una manera de hablar, también, de uno mismo. En el jazz, se puede improvisar, en el tango no”. Lidia entendió en esos años que las letras de tango del futuro están en el pasado, que en intérpretes como Rosita Quiroga, Ada Falcón o Mercedes Simone se halla una escuela y un estilo digno de recuperar y recrear. No le fue fácil -a nadie le es- encontrar su estilo, su tiempo y su repertorio.

El lugar común que el tango le otorgaba a la mujer entonces era la de una vampiresa o simplemente una cabaretera que hablaba, fumaba y se reía como una cabaretera. La otra posibilidad abierta era la de presentarse como una estrella del rock o del jazz que condescendía a cantar algún tango conocido. Borda demostró que a la mujer le es posible asignarse otro lugar en el género y lo logró.

Su capacidad reflexiva está presente en sus declaraciones. Dice, por ejemplo: “Siempre acepté con gratitud el sello de cantante de tango, aunque prefiero que me digan que soy cantante. Me encanta cantar tangos y creo que es lo mío. Me apropié del género pero no soy conocedora. Cuando una se mete en el género no lo termina de conocer profundamente. Es como la pareja, siempre hay un misterio, una parte que no terminás de conocer.Y eso es lo interesante, es como el oscuro objeto del deseo”. Contó siempre con el apoyo de excelentes músicos empezando por su hermano Luis al que luego se sumaron , entre otros, el bandoneonista Héctor del Curto, Brian Chambouleyron, Esteban Morgado, Ignacio Varchausky, el contrabajista de El Arranque, y Diego Schissi, uno de los destacados integrantes del Quinteto Urbano.

Como suele pasar en estos casos, Lidia se consagró primero en lo escenarios internacionales. Los orígenes del tango tuvieron esa lógica que se mantiene en la actualidad. Por razones históricas diferentes, el tango pareciera predestinado a lograr mayor aceptación en el extranjero que en su propio país. Esto ocurre desde los tiempos de Arolas, pero daría la impresión de que en los últimos años este fenómeno se ha acentuado y explica, como contrapartida, el auge del turismo tanguero en Buenos Aires.

En la década del noventa y los primeros años del siglo XXI, Borda estuvo en el Grec de Barcelona, en Outo y Extremo do Mundo en Portugal, en Cité de la Música y el Chaillot en Francia, en el Instituto Goethe de Munich, en el Bergen Festival de Noruega y en el 2002 fue convocada para participar de la apertura de la biblioteca de Alejandría de Egipto. Ese mismo año graba su segundo compact “Tal vez será su voz” en el sello Epsa. De esa selección merece destacarse “Tu pálida voz” el tema de Homero Manzi musicalizado por Charlo en 1943. Los arreglos para piano están a cargo de Diego Schissi y los arreglos para orquesta son de Ramiro Gallo y Alejandro Swartz. Mejor acompañada no puede estar. Sobre estos temas dice: “Yo no trabajo los arreglos, pero sí digo cuál es el clima que quiero o necesito. Por eso trabajo con músicos a los que conozco y me conocen, con los cuales hay una comunicación que no necesita de demasiadas explicaciones. No me interesa que haya un sonido único, estandarizado, fijado de antemano , sino que sean el texto y la mímica de cada canción los que determinen el rumbo”.

Compact como “Patio de tango” y “Endemoniada”, dirigidos por Esteban Morgado, “Hecho”, a cargo de su hermano Luis y “Será una noche”, la cuentan como participante. Pero el tercer compact personal que pone a consideración del público es “Ramito de Cedrón”, un homenaje al Tata Cedrón y, de alguna manera, un homenaje a algunos de los grandes poetas del tango como son Celedonio Flores, Homero Manzi, Raúl González Tuñón y el propio Juan Gelman. Los temas fueron cuidadosamente seleccionados y en ocasión de ello Borda desarrolló su teoría de la “tanguidad”. “Encuentro en esos textos, en esa música, esa tanguidad que busco, que tiene que ver con la melancolía, con la nostalgia, pero también con un registro de la realidad y de las pequeñas historias que a veces resulta más fácil encontrar en otros músicos y letristas ajenos al tango que en el mismo tango”.

Su último disco se llama “Manzi, caminos de barro y pampa”, un título que es toda una presentación y homenaje al autor de “Sur” y “Malena”. Borda recupera a los grandes poetas del tango, pero desde sus producciones marginales, desde aquellas letras que no por ser menos divulgadas dejan de ser bellas. Su recuperación del tango está en las antípodas del anacronismo. Se trata de hallar en aquellas viejas letras, en aquellos grandes intérpretes algunas claves que permitan recrearlas y traducirlas al siglo XXI. No es una tarea sencilla. Reclama estudio, investigación, oído poético y talento musical, condiciones que a Lidia Borda no le faltan.

En la actualidad, vive en Parque Patricios y la leyenda dice que es habitual verla pasear o hacer los mandados en bicicleta. “Lo que más me gusta de salir de giras, es volver”, dice. Su cariño por la ciudad se expresa en sus creaciones. No es un cariño decadente o dulzón. Todo lo contrario. “Encuentro en el tango un territorio afectivo y expresivo interesante. Un espacio del lenguaje”. Mejor no se puede decir.

Lidia entendió en esos años que las letras de tango del futuro están en el pasado, que en intérpretes como Rosita Quiroga, Ada Falcón o Mercedes Simone se halla una escuela y un estilo digno de recuperar y recrear.


Borda recupera a los grandes poetas del tango, pero desde sus producciones marginales, desde aquellas letras que no por ser menos divulgadas dejan de ser bellas. Su recuperación del tango está en las antípodas del anacronismo.