editorial

Los “carreros” y un dilema sin solución

Alrededor de veinte propietarios de carros dijeron “acá no pasa nadie” y, en cuestión de minutos, el ingreso a la ciudad por la autopista Santa Fe-Rosario quedó totalmente bloqueado. El hecho ocurrió el miércoles por la mañana, cuando el tránsito por dicha arteria era intenso y el calor se sentía con fuerza. A la impotencia de los automovilistas que intentaban transitar por la autopista le siguió el caos en el puente Carretero y en la Avenida 7 de Marzo de Santo Tomé.

No es la primera vez que los “carreros” deciden protestar de esta manera y logran hacerlo sin impedimento alguno, a pesar de los perjuicios que ocasionan y de que sus piquetes se fundan en argumentos absolutamente cuestionables. De hecho, una semana antes habían realizado un piquete similar sobre el puente Oroño.

En este caso, la protesta se produjo para solicitar la devolución de caballos que les fueron secuestrados por orden judicial, porque supuestamente se encontraban en malas condiciones sanitarias, tirando de carros que circulan por la ciudad para recolectar basura. Se puede discutir sobre cuál era el verdadero estado de los caballos secuestrados, pero ése no es el problema de fondo.

El verdadero dilema se plantea por el hecho de que miles de familias subsisten en Santa Fe gracias a la recolección informal de residuos y para ello se valen de carros tirados por caballos. Se trata, entonces, de una situación directamente vinculada con lo social, en la que se ven inmersos amplios sectores carecientes que no tienen posibilidad cierta de incorporarse al mercado laboral.

Resulta innegable que, por estos motivos, cualquier intento de solución no resultará una tarea sencilla. Tampoco tendría sentido negar la realidad de una ciudad que, como gran parte del país, debe encarar el desafío de garantizar una convivencia civilizada entre sectores que atraviesan realidades distintas y hasta contrapuestas.

Sin embargo, las autoridades no pueden permitir que los “carreros” infrinjan las leyes, que impidan el ingreso a la ciudad, que pongan en riesgo la vida de sus animales, las de ellos mismos y las del resto de quienes intentan circular por rutas y calles.

Muchas veces se advirtió sobre el riesgo que genera la convivencia de carros de tracción a sangre con vehículos impulsados por motores en ciudades y rutas de acceso. Los accidentes se reiteran, aunque sólo trascienden los que tienen consecuencias humanas o materiales de magnitud.

La cuestión ambiental también está en jaque. En numerosos puntos de la ciudad, los “carreros” generan enormes basurales que ponen en riesgo la salud de la población.

Durante los últimos años se produjeron algunos intentos de encontrarle una salida al problema. Pero las iniciativas tendientes a reemplazar los carros por otros medios de transporte resultaron infructuosas.

El desafío está planteado para la actual gestión municipal. Las soluciones no serán sencillas y mucho menos mágicas. Sin embargo, urge comenzar a trabajar sobre la problemática pues, de lo contrario, el conflicto puede desbordarse.