En dos palabras, Meryl Streep

En dos palabras, Meryl Streep

“Tengo mucha curiosidad por el resto de la gente. Ésa es la esencia de mi actuación. Me interesa saber qué es ser alguien como tú”, resume.

Foto: EFE

 

Una talentosa actriz

Mateo Sancho Cardiel

EFE

Ya no quedan adjetivos para describir a Meryl Streep. Las cifras -17 nominaciones al Oscar y 4 hijos- pueden explicar algo más, pero la que quizá sea la mejor actriz de todos los tiempos, se supera a sí misma en la piel de Margaret Thatcher, con la que este año arrasa en todos los premios.

Hace ya mucho tiempo que Meryl Streep, que esta semana recibió el Oso de Oro a toda una carrera en la Berlinale, compite contra sí misma. Bette Davis la nombró su heredera, Katharine Hepburn su actriz favorita y ella ha acostumbrado a su público a no desviarse de lo genial.

Pero pese a haber convertido lo extraordinario en su rutina, ahora ha conseguido sorprender todavía más al mimetizarse con “The Iron Lady”, y con ella ha ganado todos los premios de la cosecha 2011, entre otros muchos, el Bafta y el Globo de Oro.

En su repleta vitrina, su tercer Oscar parece cantado, premio al que nunca ha dejado de optar con más de cinco años de separación pero que no gana desde 1982. El primero que ganó, por “Kramer vs. Kramer”, se lo olvidó en la repisa del lavabo con los nervios. Cuando recogió el segundo, por “La decisión de Sofía”, se le cayó el discurso por el camino.

Pero en esa carrera en la que ha aprendido a tocar el violín -en “Music of the Heart”- ha cantado -en “Mamma Mia!”-, se ha reído de sí misma -en “La muerte les sienta bien”- y ha convencido en todo tipo de acentos -danés en “Out of Africa”, australiano en “A Cry in the Dark“- hay algo todavía más admirable que su trayectoria: su vida familiar.

La familia

“Intento llevar una vida lo más normal posible. Plancharte la ropa te ayuda a tener los pies en la tierra”, dijo en una ocasión Mary Louise Streep, esa mujer de Nueva Jersey que tiene miedo a los helicópteros y que dio a luz a sus cuatro hijos por parto natural en su casa.

Casada con Don Gummer desde 1978, tuvo a su primer hijo, Henry, el año en el que ganó su primer Oscar; a su primera hija, Mary Willa, mientras hacía uno de sus papeles más aclamados, el de Margaret “Silkwood”. Grace Jane nació poco después del estreno de “Out of Africa” y la benjamina, Louisa Jacobson, llegó a la vez que “Postcards from the Edge”.

En un Hollywood que jubila pronto a sus actrices o que retrasa -si no impide- su maternidad, Meryl Streep parece no haber renunciado a nada a pesar de su clara consigna: “Mi familia es realmente lo primero. Siempre lo ha sido y siempre lo será”.

Y su falta de divismo se resume en cómo recuerda que se le acercaron una vez y le dijeron: “Nos encantaste en ‘Atracción fatal’”, papel que en realidad interpretó su compañera y eterna rival -también este año con “Albert Nobbs“- Glenn Close.

Una gran compañera

“Hay días en los que yo misma pienso que estoy sobrevalorada, pero no hoy”, dijo al aceptar el premio Emmy de la televisión por “Angels in America”, pero los halagos le llegan también no por sus resultados en pantalla, sino por su carácter como compañera.

Un actor tan taciturno como Robert De Niro la considera su compañera ideal de rodaje -juntos han hecho “The Deer Hunter” y “Falling in Love“- y su respeto se amplía a todo el equipo técnico de sus filmes.

“Es una lección que aprendí en la escuela de arte dramático -en la que coincidió, por cierto, con Sigourney Weaver- cuando los profesores te preguntaban: ‘¿Cómo haces de reina?’. Y todo el mundo dice: ‘Es una cuestión de postura y autoridad’. Ellos decían: ‘No, es sobre cómo te lanzan el aire mientras andas por la habitación cuando andas. Y eso es el trabajo de los demás’”, recordaba en una ocasión.

Así ha podido con todos los géneros, aunque haya sido más vitoreada por sus trabajos dramáticos, y con todo tipo de encarnaciones.