Crisis estructural

De carne éramos

Los problemas de la producción cárnica se han ido trasladando desde el campo hacia las fábricas. Intervenciones, sequía y colapso económico internacional se combinan con secases de hacienda, caída del consumo doméstico y pérdida de puestos de trabajo en las fábricas. Una madeja cada vez más difícil de desenredar.

De carne éramos

Menos ventas. En la comercialización de ganado en pie la crisis se refleja con una merma del volumen de ventas del 20%. Foto: Archivo

 

 

Juan Manuel Fernández

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Esta semana, el posible despido de 150 operarios del frigorífico Mattievich de Rosario se frenó con un llamado telefónico. Fue el jefe de la bancada oficialista en la Cámara de Diputados de la Nación, Agustín Rossi, quien hizo la gestión el Ministro de Trabajo Carlos Tomada y consiguió los subsidios para apuntalar el salario de los 960 operarios de la planta. Se trata de los denominados Repro (Programa de Recuperación Productiva), una “herramienta” que en este caso significará el aporte de $800 pesos mensuales para cada trabajador hasta abril. Estos subsidios se entregan por 3 meses y podrían renovarse, pero habrá que esperar la proximidad de esa fecha para saber qué ocurrirá a partir de entonces.

De carne éramos

¿Es Mattievich un caso representativo de la situación del sector? Definitivamente sí, porque desde 2010 mantiene cerradas sus plantas de Puerto General San Martín y Carcarañá. Al igual que Swift, que paró recientemente sus instalaciones de Venado Tuerto luego de vender las de San José en Entre Ríos. Y muy similar al Grupo Vicentín, que desde que se lo compró a Cargill mantiene inactivo el frigorífico Nelson y también paró la faena a fines de 2011 en Frigorífico Toba de Colonia Tirol, Chaco. En la mayoría de los casos, los empleados no asisten al trabajo pero reciben la “garantía horaria”, un monto inferior al salario. En Venado Tuerto son 500 y -por el momento- sólo hasta marzo; en Nelson casi 500 y en la planta chaqueña 250.

El conflicto no es nuevo, pero se agudizó con el pedido que hizo Mattievich a las autoridades provinciales de reabrir el procedimiento preventivo de crisis para su planta de Rosario. El mismo mecanismo le había permitido, un año atrás, recibir los Repro de la Nación. La urgencia del caso motivó una primera reunión de toda la “cadena de la carne” en el Ministerio de la Producción el viernes 10 y otra en la delegación Rosario del Ministerio de Trabajo el martes 14. Finalmente llegó la promesa de la ayuda nacional, aunque hasta el cierre de esta edición el gerente del frigorífico rosarino, Jorge Torelli, comentó que “todavía no tenemos la confirmación escrita”.

Muchas explicaciones

A esta altura la crisis ya no es fácil de explicar. Se mezclan la ineficiente intervención de gobierno nacional (primero prohibiendo exportar, luego fijando precios máximos para la hacienda, más tarde otorgando antojadizas autorizaciones de embarques al exterior) con el durísimo golpe de la sequía en 2008/09 que redujo drásticamente el stock. También la salida de muchos ganaderos del sistema, ya sea por descontento como por conveniencia económica; muchos hacia una agricultura más rentable en el corto plazo. Y más recientemente la crisis mundial que frenó la demanda de los países ricos se sumó al cambio de hábito del argentino medio, que antes de pagar cualquier cosa por un asado se inclinó hacia el cerdo o el pollo.

Causas y consecuencias, hoy se miden y evalúan de distintas maneras. Para la Cámara de la Industria y el Comercio de Carnes (CICCRA) ya se perdieron 13.200 puestos de trabajo, los cortes más demandados (asado y nalga) en mostrador se encarecieron 180% y se desplomó el consumo a 55.5 kg de carne por habitante al año, “el más bajo en 90 años”. En cambio Torelli -ex presidente de Cafrisa (Cámara de frigoríficos santafesinos, en su mayoría consumeros)-, opinó que “en realidad la producción no cayó tanto si se tiene en cuenta que la ganadería cuenta con 12 a 14 millones de hectáreas menos; y tampoco el consumo, porque hoy hay mucha más gente comiendo carne que algunas décadas atrás”, producto del crecimiento demográfico.

Otros “eslabones” también hacen su análisis. Para el gerente de hacienda de la Cooperativa Guillermo Lehmann, Rogelio König, “el panorama de los frigoríficos es el más complicado de los últimos 10 años” y algunos empiezan a retrasarse en los pagos. En su actividad, la comercialización de ganado en pie, la crisis se refleja en una merma del volumen de ventas del 20%.

En tanto, los referentes de la producción también se manifestaron preocupados. Hugo Iturraspe, presidente de la Sociedad Rural de Santa Fe, comentó que “esto (la crisis de los frigoríficos) a corto plazo se nos viene también a la producción, porque en unos meses entramos al invierno y hay que sacar el novillo gordo; porque después de mayo ya no recuperamos el campo, sobre todo en el norte donde se hace engorde a pasto y están más complicados por la sequía”. Si bien “no hay urgencia”, añadió que “las compras (de los frigoríficos) se están demorando y se piden turnos (los productores) para poder vender”.

Para el titular de Carsfe, Francisco Mayoraz, “toda crisis en un eslabón lo afecta al resto” y advirtió que “hay baja de precios” al ganadero. Según el dirigente de San Cristóbal, la falta de permisos de exportación y la caída del consumo son las principales causas.

Desde el gremio de los trabajadores, el secretario de asuntos sociales del sindicato de la carne en el centro norte provincial, Daniel Roa, sostuvo que el diagnóstico “no es el más favorable, estamos bastante complicados”. Detalló que, en la provincia, suman alrededor de 1.400 los trabajadores con “baja salarial” que cobran garantía horaria. “Vemos la situación con preocupación y los industriales no ven un horizonte mejor”, resumió. También mencionó que “de los 7.000 puestos de trabajo que se perdieron en todo el país, el 40% se cayeron en Santa Fe”.

Para el Secretario de Agroalimentos de la provincia, Luis Contigiani, “el problema arranca en 2006 cuando el gobierno nacional decide intervenir en el comercio exterior”. Sequías mediante (sobre todo la de 2008/09), el stock nacional cayó a 47 millones de cabezas desde las casi 56 que hubo en 2007, según datos del IPCVA (Instituto de Promoción de la Carne Vacuna). “Este nivel de existencias hace que la industria tenga el 40% de la capacidad ociosa”, afirmó el funcionario, ya que “está preparada para faenar 19 millones anuales y en 2011 se mataron 10.5”. A su vez detalló que en suelo santafesino se cuentan 35 plantas y 7.000 empleos directos.

Salida se busca

Encontrar una salida al atolladero es el gran desafío. Falta hacienda y los frigoríficos tienen serias dificultades para cumplir con sus planes de faena. El consumo interno ya no convalida subas en el mostrador. Y en el mercado mundial la demanda está frenada, complicando aún más la situación de las plantas exportadoras.

“Hay que aguantar; las industrias tendrán que ajustar costos para poder sostenerse”, evaluó Torelli, y usó una figura del rugby para graficarlo: “estamos en el scrum”. De todos modos consideró que ya “se tocó el piso” y “muy lentamente parece que rebota el stock”, que estaría empezando a recomponerse. Pero aclaró: “igual la recuperación va a ser muy lenta, 4 o 5 años”.

Desde sindicato de la carne temen que una liberación de las exportaciones inunde el mercado con la “barata” -compuesta de los cortes de menor valor que prácticamente sobran luego de vender las pulpas más valiosas- y se perjudique a los trabajadores, ya que las plantas exportadoras sólo emplean el 30% de la masa laboral. Contigiani también lo mencionó: “hay otro problema para los consumeros: si todos vuelcan carne en el mercado interno, también van a tener su problema”.

Torelli no ve una amenaza en tal posibilidad porque “afuera no quieren comprar carne por la crisis”, aunque afirmó que “salvo la Hilton o cortes especiales, conviene vender en el mercado interno, que paga entre 10 y 15% más”. Mientras tanto los exportadores la pasan peor que los consumeros, justamente porque estos últimos tienen una estructura de costos menor.

Luego del encuentro con el Ministro de la Producción, Daniel Roa declaró: “le pedimos al gobierno que vea la posibilidad de que nos de algún tipo de ayuda o subsidio como hicieron Entre Ríos o Córdoba con los trabajadores de la industria”. También propusieron “que las empresas analicen un paliativo (económico) por única vez”, así como “pelear el Repro en la Nación” y arbitrar mecanismos para “preservar la competitividad del producto”, tanto en consumo como exportación. “Hay una situación bastante compleja de frigoríficos que están trabajando deslealmente: no se le hacen los controles sanitarios pertinentes, se deja ingresar carne de otras provincias mucho más barata”, denunció.

En el campo, la situación no es mucho mejor. “El productor está desanimado y complicado con los costos”, afirmó Rogelio König. “El precio de la hacienda está igual que hace dos años, mientras todos los insumos han ido subiendo en dólares; la situación se va a complicar”, se lamentó.

 

Una carne por otra, concentrando

Los datos del IPCVA indican que el consumo de carne vacuna por habitante cayó de casi 69.5 kilos al año en 2007 a 56.6 en 2011. En el peor momento económico, en 2002, ese indicador había marcado 58.6 kg/hab/año.

Al mismo tiempo, el encarecimiento el producto insignia del país incentivó el consumo de otras carnes. El pollo saltó de 18kg/hab./año en 2003 a 38,5 en 2011. En el caso de la carne de cerdo, el consumo -en el mismo período- se incrementó de 5.33 kg/hab/año a 8.12 en la actualidad.

En materia de promoción, las acciones del gobierno nacional son claramente favorables estos últimos sectores. Por ejemplo entregó créditos a tasa subsidiada a 12 firmas avícolas por $377,5 millones. Entre las favorecidas, figuran las firmas más grandes: Granja Tres Arroyos, Cresta Roja y Rasic. Al sector porcino, en tanto, se destinaron más de $270 millones.

En ambos casos se trata de sectores altamente concentrados, a diferencia de la cadena de carne vacuna que distribuye dividendos -bien o mal- en muchos eslabones. Las avícolas, por ejemplo, son dueñas de toda la cadena de producción: desde la elaboración de alimentos hasta la faena y distribución; y sólo participan a terceros bajo el esquema de “integración”, por el cual pagan una suma fija por pollo terminado. En la producción porcina, los primeros 20 establecimientos son responsables de más del 80% de la faena y los primeros 10 acumulan el 65%.