/// EL INVITADO

Alegar nuestra propia torpeza

Soledad Diez de

Tejada Cossio

Esta vez le hablo al campo, mi propio sector. Hemos tenido poder, y lo despilfarramos, hemos usado la inteligencia, y la volvimos a guardar tranqueras adentro. Hemos tenido la capacidad de unirnos, y nos volvimos a desunir. Hemos tenido la capacidad de organizarnos y nos volvimos a despelotar. Somos el sector que despertó el civismo, las ansias de cambiar, la identidad cultural, el patriotismo dormido, el heroísmo desinteresado. ¿Porqué no pudimos armar una estrategia común apoyando a todos nuestros colegas que se comprometieron políticamente para defender la libertad de producir, aunque fueran por distintos partidos políticos?. ¿Será que no entendimos nada?. El peor karma de nuestra patria es el individualismo actual. Este país se hizo grande de mano de nuestros próceres, muchos de los cuales ni nos acordamos de sus nombres, aunque dieron sus vidas por nuestra patria. San Martín financió su ejército con las donaciones que hicieran las damas de todas las provincias, porque no tenía razón de ser la posesión de sus objetos más preciosos si no se lograba la libertad. Hoy en nuestro sector tenemos algunos que se venden por 30 monedas de plata, otros que desde la dirigencia misma duermen con el enemigo y otros que solo se preocupan por llenar sus arcas como si la vida misma dependiera del tener y no del ser. Como sector debemos proclamar la libertad, defenderla y trabajar por ella. Somos productores, estamos en conexión con la tierra, sabemos cuáles son los riesgos de nuestra actividad, por lo tanto debemos pedir que nos dejen de incautar nuestra renta y no que nos otorguen dádivas por la sequía o las inundaciones. Si erramos nuestros objetivos, si desperdiciamos nuestras oportunidades, si no salieron leyes por nuestras propias desavenencias y ambiciones, ahora no podemos alegar nuestra propia torpeza. Debemos trabajar para cambiar nuestra clase dirigente que esta enviciada con el manejo de los esfuerzos ajenos. No caigamos en los mismos vicios y no tengamos miedo. El tiempo de la protesta ya pasó. Ahora llegó el tiempo de la propuesta y del compromiso fehaciente, al igual que planificamos nuestra producción, con estrategias a mediano y largo plazo. No les demos las armas a nuestros enemigos para que nos sigan destruyendo. Tenemos también la obligación moral de votar y participar donde tenemos nuestro patrimonio, e inculcarles lo mismo a nuestros hijos y nietos, además del amor a la tierra. Así estaremos criando una generación patriota que defienda el trabajo, el amor a nuestro suelo y la pertenencia a nuestra patria.