Afecto y respeto por los adultos mayores

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Atención, afecto, respeto, comunicación, compañía, integración en lugar de exclusión en la vida cotidiana, son algunos de los ingredientes que debe tener la relación de la familia con sus mayores, cada vez más expuestos a casos de abuso, maltrato o negligencia, debido a su frecuente situación de dependencia.

TEXTOs. OMAR R. GONCEBAT. FOTOS. EFE REPORTAJES.

“Qué joven se encuentra. No aparenta la edad que realmente tiene”. Cuando alguien realiza alguno de estos comentarios aparentemente elogiosos o positivos respecto de una persona mayor, está expresando implícitamente lo contrario: que lo bueno es ser joven, que la sociedad aprecia más la juventud, y que la vejez es prácticamente un defecto.

A veces son los propios mayores quienes menoscaban inadvertidamente su propia condición de gente con años, al pronunciar frases como “en mi época...” o “cuando yo tenía tu edad”, de las cuales se desprende que sus buenos momentos ya han quedado atrás, que estos tiempos ya no son los suyos y están excluidos de lo más actual.

Son frases que reflejan el desconcierto, tanto de las propias personas de edad avanzada, como de sus familiares y seres queridos, ante la vejez. Una incertidumbre que a menudo se convierte en la antesala del maltrato a los mayores, como denuncian algunos colectivos médicos.

Los expertos de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria aseguran que el maltrato en las personas mayores se observa en todas las clases sociales y en cualquier nivel socioeconómico. En más de la mitad de los casos, los maltratadores son los hijos y, en torno al 10 por ciento de las ocasiones, están implicados los cónyuges.

“El progresivo envejecimiento de la población (más patología, más dependencia, más necesidades de cuidados,...) contribuirá a que este problema aumente aún más en los próximos años”, según el doctor Juan Manuel Espinosa, coordinador del Grupo de Atención al Mayor de la mencionada sociedad.

El concepto de maltrato incluye el abuso físico, psíquico, sexual y económico, aunque el más frecuente es el maltrato por negligencia, es decir el provocado por fallas o por omisión en la provisión de cuidados que requiere el mayor.

“Desde el punto de vista psicológico hay tres tipos de maltratadores: los hostiles, porque han sido maltratados previamente por el anciano que ahora cuidan; los autoritarios, que son intransigentes con las incapacidades de la persona mayor; y los dependientes económicamente del anciano”, afirma el doctor Espinosa.

CULTIVAR EL BUEN TRATO

El experto indica que en los casos de negligencia, el signo más frecuente es el descuido, la falta de aseo (sobre todo en contraste con el cuidador o su entorno), desnutrición, ropa inadecuada, etc. En el maltrato físico, los profesionales deben sospechar de las contusiones en las muñecas y hombros, hematomas, quemaduras, e incluso caídas de repetición y fracturas múltiples.

Cuando el abuso es psicológico, los mayores manifiestan sus miedos y temores con confusión, llanto injustificado o en forma de depresiones. “A veces, cuando acudimos al domicilio, observamos una vigilancia y cuidado extremos por parte del cuidador, demasiado pendiente de todo, y al mismo tiempo en la mirada del anciano una petición de ayuda”, señala Espinosa.

“El primer paso para tratar adecuadamente a ‘los abuelos’ es aceptar que la ancianidad es una situación que a todos nos va a llegar. No podemos ignorarla ni negarnos a nosotros mismos que nos acercamos, sin prisa pero sin pausa, a la llamada tercera edad” señala Josefa Rosa Sardón, experta en cuidados a personas mayores.

“A partir de esa toma de conciencia hay que respetar sus ritmos, valores, concepciones, conductas, deseos, inclinaciones y organización de su vida. Ello no implica estar siempre de acuerdo con ellos, sino buscar el consenso. El mayor tiene el derecho y la libertad de elegir cómo quiere vivir, y no hay razones para imponer nuestros criterios sobre su existencia”, señala Sardón.

“Hay que dedicar al mayor una escucha abierta, positiva y sin juicios ni prejuicios, atendiendo a cómo se siente y vive, qué quiere y le apetece, cómo percibe sus recuerdos y experiencias. Hay que escucharle con aprecio, consideración, cercanía y actitud de acompañamiento”, aconseja la experta.

“Además, hay que darle a los mayores mucho cariño, porque a esa edad se valora más que nunca el afecto. Un cariño que se manifiesta en forma de dedicación, de unos gestos, mirada y tono cálidos al hablar con ellos”, sugiere Rosa Sardón.

Para la experta “incluso los mayores que tienen alguna forma de demencia senil y que ya no son conscientes de muchas cosas de su entorno, siempre se darán cuenta del afecto, la cercanía y la calidez de los seres queridos”.

“Una sonrisa, una palabra amable, un gesto afectuoso, un abrazo sentido, una escucha atenta, una mano cálida en la espalda, una mirada tierna o un apretón de manos cariñoso, son gestos que pueden llegar al alma y llenar de gozo el corazón de nuestros seres queridos y enfermos”, señala Rosa Sardón.