ENTER THE VOID, DE GASPAR NOE

Un viaje alucinógeno y violento

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El hijo de Luis Felipe Noé estrenó su filme en Argentina, otro de fuerte impacto emocional. Foto:TÉLAM

 

Paulo Pécora

 

TÉLAM

El cineasta argentino radicado en Francia, Gaspar Noé, estrenó “Enter the void” (Entrar al vacío”), su más reciente película, que formó parte de la última Semana de Cine Europeo en Buenos Aires y donde propone un viaje alucinógeno y demencial de dos hermanos que quedan envueltos en una espiral de violencia en Tokio.

Noé, quien filmó “Enter the void” en Japón con Nathaniel Brown, Paz de la Huerta y Cyril Roy, definió a su nueva película -que narra la historia de dos hermanos, él traficante de drogas y ella stripper- como “un melodrama psicodélico sobre la posibilidad de renovar la existencia a través de la reencarnación”.

Al igual que “Solo contra todos” e “Irreversible”, esta película -que ya pasó por Cannes, Toronto, Sundance y Hong Kong- demuestra cómo hasta las más provocadoras y revulsivas imágenes de violencia, sexo y demencia pueden estar filmadas con una infrecuente maestría y un sentido personalísimo del lenguaje cinematográfico.

Los filmes de este argentino, hijo del artista plástico Luis Felipe Noé, se caracterizan por el fuerte impacto emocional que provocan en sus espectadores, divididos entre una gran admiración y el rechazo provocado por la sordidez y la violencia presentes en sus historias y la forma explícita de abordarlas.

“Mi deseo es que la gente termine indignada”, admitió este “enfant terrible” admirador de Stanley Kubrick, Pier Paolo Pasolini y David Lynch, quien en “Irreversible” (2002), su filme anterior, narraba la historia de una violación que “muestra que el hombre es esencialmente una bestia primitiva y salvaje que se cubre con un manto de normalidad”.

LADO SANGRIENTO

—¿Esta nueva película es una continuación de “Irreversible”?

—No, para nada. Es un proyecto que tenía escrito mucho antes, una tentativa de cine psicodélico donde todo está narrado desde el punto de vista de un dealer que recibe un balazo y se está muriendo.

Sufre alucinaciones en las cuales cree salir de su cuerpo y tener un viaje astral por encima de Tokio. Por eso, hay muchas tomas que son como el punto de vista del fantasma que él cree ser. Pero uno nunca sabe realmente si salió de su cuerpo o si es tan sólo un sueño.

—¿Qué dificultades técnicas te demandó esa visión psicodélica?

—El comienzo está filmado desde el punto de vista del personaje, como su visión subjetiva, incluyendo sus parpadeos. La segunda parte, cuando se está muriendo y rememora toda su vida, hay un punto medio entre sus sueños y sus recuerdos, una cosa intermedia donde todo se ve desde la espalda del personaje.

Por último, el segmento más difícil sucede cuando él sueña que se desdobla, sale de su cuerpo y vuela sobre Tokio vigilando a su hermana. Ahí hubo muchos efectos especiales, muchas tomas con grúas y piolines, y muchos decorados recreados en computadora.

—¿Por qué te interesan estas alucinaciones?

—Como cualquier chico que se fuma un porro, te das cuenta que no hay muchas películas que reproduzcan ese estado mental. Quería aprovechar mis experiencias con las drogas y tratar de reproducirlas de manera cinematográfica, pero todavía estoy muy lejos de lo que es la realidad de una experiencia alucinógena.

—¿Te nutriste de alguna experiencia previa del cine experimental?

—Sí, también. Pero destaco a “2001, odisea del espacio”, la película de Kubrick. Así como el comienzo de “Strange days”, de Kathryn Bigelow me sirvió como referencia para las tomas subjetivas, hay videoclips que me inspiraron y películas experimentales americanas de los años ‘70 que también me influyeron bastante.

—¿Te volvés a interesar una vez más por la parte oscura del ser humano?

—No es así. Muchos dicen que mis películas describen un mundo depravado, pero la verdad es que en ese caso, la mayoría de mis amigos serían mucho más depravados que yo (risas). Me parece que estoy describiendo gente normal, pero no hay un lado oscuro del ser humano, quizás sí un lado sangriento.

—¿Qué te interesa retratar o indagar del ser humano?

—Estos personajes son dos chicos perdidos que se quieren, porque son hermanos y se respetan. Y aunque muchos dicen que se siente cierta tensión incestuosa entre ellos, en realidad en la película eso nunca sucede. Él vende drogas para evitarle a ella trabajar de stripper y ella hace strip-tease para evitarle a él vender drogas en un Japón muy peligroso. Es una historia de amor platónico entre dos hermanos, dos seres perdidos.

—¿Las tuyas son películas que cuestionan la moral burguesa convencional?

—En realidad no la cuestionan, directamente la ignoran. Yo quiero hacer películas como aquellas que me gustan y poco me importa lo que puede pensar un cura o un verdulero. No voy contra ellos, pero no me preocupa lo que digan. Hago lo que quiero o quizás lo que me gustaría ver y no veo en ninguna otra película.