Contra el envejecimiento

Aconsejan consumir antioxidantes

a trabajadores de fotocopiadoras

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Según especialistas de la UNL, la exposición laboral a las condiciones oxidantes podría ser contrarrestada con una adecuada ingesta de nutrientes.

Foto: Mauricio Garín

El efecto del tóner, las partículas y los solventes que se utilizan en las máquinas fotocopiadoras, e incluso en las impresoras láser, pueden generar una situación de estrés oxidativo en el organismo.

 

(C) Priscila Fernández - Comunicación científica UNL - El Litoral

Partículas en el aire, tóner, solventes y radiaciones electromagnéticas de baja frecuencia son parte del lugar de trabajo de quienes se dedican a las fotocopias. La exposición crónica a esas condiciones oxidantes puede generar un desbalance que se traduce en estrés: estrés oxidativo.

Un grupo interdisciplinario que reúne a investigadores de Bioquímica y Nutrición de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) recomienda a los operarios una dieta rica en alimentos antioxidantes, ya que “cambios en los hábitos alimentarios de los individuos ofrecerían protección frente al daño oxidativo”. Así lo dijo Fernanda Simoniello, docente e investigadora de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas (FBCB) de la UNL.

Un trabajo recientemente publicado en la revista Biomarkers da cuenta de un estudio en el que midieron dos marcadores de genotoxicidad en una población de operadores de fotocopiadoras. “El análisis de micronúcleo evalúa la división celular y los errores que se generan en ella. En particular lo evaluamos en una población de células especial que es el epitelio de mucosa bucal”, explicó.

Por su parte, el ensayo Cometa mide la cantidad de fracturas que se generan en el ADN de los linfocitos, debido a la exposición a una posible sustancia genotóxica. “Por supuesto, es posible de reparar esta fractura pero, a veces, en esos procesos de reparación se pueden generar errores y quedar grabados en el material genético”, acotó Simoniello.

La especialista resaltó que, en la exposición laboral, es fundamental tener en cuenta otros factores como la antigüedad en el trabajo, la cantidad de horas trabajadas por día e incluso la ventilación del ambiente. “Son cosas básicas de la exposición que pueden diferir de un grupo a otro, pero también es importante considerar la nutrición”, remarcó.

En ambos ensayos de genotoxicidad y en los marcadores de estrés oxidativo la población de fotocopiadores presentó valores más altos que una población control. Simultáneamente, al evaluar el perfil nutricional mostró una baja ingesta de nutrientes antioxidantes.

A largo plazo

Si bien es cierto que el mismo oxígeno que se respira para vivir es un oxidante, existe un balance en el organismo entre lo que se “daña” y lo que se “repara”. La situación de estrés significa que los factores oxidantes superan los mecanismos de defensa antioxidantes. Ese desbalance puede generar diversos efectos en la salud y el envejecimiento celular a largo plazo.

“Cuando el organismo está en estrés oxidativo existe la posibilidad de que los radicales libres reaccionen con el material genético (ADN), con proteínas, enzimas y otras macromoléculas”, señaló Simoniello. Sin embargo, aclaró que “el que haya impacto no significa que sea definitivo o permanente”.

Nutrición antioxidante

Al utilizar biomarcadores se trata de predecir el posible daño. “De la misma manera que uno se hace un análisis de colesterol, un valor elevado no quiere decir que necesariamente uno va a tener hipertensión o una enfermedad cardíaca, pero sí es un llamado de atención para intentar controlarlo”, ilustró Simoniello.

Una de las posibilidades para controlar y contrarrestar las situaciones de estrés oxidativo a la que continuamente estamos expuestos en la vida cotidiana es a través de la dieta. Por ello, los especialistas recomiendan incrementar el consumo de alimentos ricos en vitamina E (como los aceites vegetales y las nueces), vitamina C (abundante en cítricos y verduras de hoja) y carotenoides (que se obtienen de frutas y verduras amarillas y anaranjadas).

Además de Simoniello, el grupo de investigadores estuvo integrado por Melina Erben, María Gimena Galán, Elisa Kleinsorge, Jorge Scagnetti, Adriana Paonessa, Florencia Cuneo, Caterina Barison y María Eugenia Gonsebatt.