GUSTAVO ROLDÁN

Adiós a un referente de la literatura infantil

Murió ayer en Buenos Aires. Escritores, editores y libreros despidieron a “uno de los más brillantes y queribles escritores de la literatura infanto juvenil”.

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Roldán utilizaba en sus cuentos una serie de animales que conoció cuando chico en el monte. Esos bichos, muy argentinos, le permitieron verbalizar ciertos hechos y valores de la sociedad. Foto: ARCHIVO EL LITORAL

De la Redacción de El Litoral

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“Aspiro a escribir textos donde la cantidad de años que tenga el lector no sea más que un accidente como el verano o la lluvia o el frío”. Con esta frase se autopresentaba Gustavo Roldán, el escritor que tras su muerte dejó un importante sello en la literatura infanto juvenil latinoamericana.

Había nacido en 1935 en Sáenz Peña, Chaco, y pasó su infancia en Fortín Lavalle. Centró su trabajo como director de colecciones de libros para niños; fue coordinador de talleres literarios de escritura y reflexión y de grupos de trabajo sobre literatura infantil; como así también de talleres y encuentros con niños en escuelas y bibliotecas de su país.

Licenciado en Letras Modernas de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba, colaboró en las revistas infantiles Humi y Billiken.

Fue galardonado con el Primer Premio Concurso Internacional de Cuentos para Niños, el Premio Periquillo (México), el Tercer Premio Nacional de Literatura y el Premio del Fondo Nacional de las Artes.

Casado con Laura Devetach, otra gran autora del género infantil, fue reconocido por sus colegas a causa de su talento y creatividad, como así también por su calidad humana.

Fue autor de decenas de libros de cuentos, entre ellos: “El monte era una fiesta” (2012), “Sapo en Buenos Aires” (2011), “Los sueños del yacaré” (2010), “Cuento con sapo y arco iris” (2008), “El camino de la hormiga” (2004) y “La leyenda del bicho colorado” (1998).

Permiso

“En un mundo donde se derrumban los valores, todavía -creo, quiero creer-, todavía quedan los libros como un baluarte de la dignidad. Un libro es una llave, es una puerta que puede abrirse, es una habitación donde se encuentra lo que no se debe saber, es un ámbito de conocimiento de la verdad y de lo prohibido, que deja marcas que después no se pueden borrar”, dijo, en ocasión de la conferencia “La aventura de leer”, pronunciada durante el Congreso Mundial de Bibliotecas e Información, en 2004.

Roldán utilizaba, en sus cuentos para niños, una serie de animales que conoció cuando chico en el monte, donde vivió muchos años. Esos animales, muy argentinos, le permitieron verbalizar ciertos hechos y valores de la sociedad, desde el accionar de sus protagonistas. Así aparecían en sus textos sapos, zorros, quirquinchos, tatúes, piojos, bichos colorados, ñandúes y otros tantos, que ficcionalizan historias muchas veces parecidas a las de los seres humanos.

“Estos personajes tienen más permisos. Vivimos en un mundo lleno de prohibiciones, con demasiadas limitaciones sobre lo que se puede o no hacer, lo que se puede o no decir. Y de pronto, un piojo, un sapo, un coatí, escapan a la censura y marcan una distancia que me es muy útil para quebrar lo prohibido. Demasiadas cosas están prohibidas...”, opinó en una entrevista publicada en el suplemento Cableniños (Télam-Unicef).

Escritores, editores, ilustradores, libreros, críticos y el sitio oficial de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires lamentaron la pérdida, con sentidas palabras, a través de las redes sociales.


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En 2007, la UNL editó uno de sus cuentos, “El pájaro más pequeño”.

Foto: ARCHIVO EL LITORAL