EDITORIAL

De consignas y acechanzas

“Vamos por todo” y “profundizar el modelo”, parecen ser las consignas preferidas del oficialismo y, muy en particular, de la propia presidente. Las consignas admiten diversas interpretaciones, pero en todos los casos refieren a una mayor concentración y centralización del poder. Hilando fino, podría decirse que “vamos por todo” apunta a la dimensión política, mientras que “profundizar el modelo” atiende a objetivos económicos y sociales. Matices al margen, lo que importa señalar es la tendencia autoritaria a fortalecer las estructuras de un poder personalizado que no desmiente su vocación de prolongarse en el tiempo.

 

Las fantasías ideológicas de los gobernantes no dejan de ser singulares. Sobre todo, porque se trata de políticos que declaran ser realistas y pragmáticos, pero esos lazos supuestamente sólidos con lo real parecen no tener en cuenta que la absolutización de los objetivos sectoriales se da de patadas con las características y demandas de una sociedad moderna.

Tal como se presentan los escenarios del siglo XXI, da la impresión de que los gobiernos democráticos disponen de un tiempo que se extiende, a lo sumo, a dos mandatos. Luego se inicia la declinación, más el cansancio de la sociedad con un gobierno que día a día pierde iniciativa y, por el contrario, tiende a enredarse periódicamente en miserables refriegas internas.

Lo que vale para los gobiernos democráticos en general, alcanza también a la gestión de los Kirchner. No hay voluntarismo, ni vocación de poder capaz de contrarrestar esta tendencia inexorable. Para bien o para mal -creemos que para bien- los gobiernos suelen comenzar a debilitarse en el curso de su segundo mandato, y los primeros que manifiestan ese síntoma son sus funcionarios que de manera disimulada al principio y con abierto desenfado después, empiezan a preparar la sucesión con un elegante responso a los que se van.

En el caso de los Kirchner, aparecen las primeras señales de agotamiento político y una declinación, todavía suave, en los números de la economía. Un síntoma visible de esos deterioros es la toma de decisiones con déficits de coherencia y consistencia, que en lugar de sumar voluntades al esquema de poder del gobierno, multiplica la confrontación política, los conflictos con diversos sectores y el malhumor social.

No hace falta ser expertos en teoría política para advertir que el gobierno avanza por un camino de aislamiento. Las progresivas diferencias con sindicalistas, sectores productivos, organizaciones sociales, gobernadores y funcionarios, dan cuenta de un gobierno que no escucha otra voz que la propia y que no les reconoce a los demás mérito alguno para sugerir o proponer alternativas. La consecuencia es una soledad que reconcentra la obsesión por el poder como llave de la perpetuación política.

Desde esta perspectiva, consignas como “vamos por todo” o “profundizar el modelo” suenan amenazantes pero expresan debilidad. La fisiología del Estado reclama ciclos de oxigenación para mantener la salubridad de la democracia constitucional.