En Familia

La revolución del amor (I)

a.jpg

El Canto al Amor en la Biblia proclama que “el amor es paciente y bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor.... el amor, jamás se extingue”.

Foto: Gentileza B. Baran

Rubén Panotto (*)

[email protected]

Me apresuro a expresar que la elección del título me llevó a considerar la pertinencia o no de utilizar el término revolución, a partir de que esta palabra se ha destinado, en la práctica, a distinguir determinados episodios sociales o políticos, por el camino de la violencia armada. Me apresuro también a dar a conocer el significado enciclopédico de esta palabra, cuando se refiere a revolución como “Cambios importantes, rápidos y repentinos, en el estado de las cosas, de las instituciones y/o de los valores éticos, morales y culturales de una sociedad”. No hace mención a métodos violentos para establecer tales cambios. Con esta salvedad, podemos introducirnos al diagnóstico de las tremendas carencias, impiedades y desprecios que padecen individuos, familias y comunidades, en este comienzo del siglo XXI. La frialdad con que se cometen homicidios, la tristemente llamada moda de asesinar a mujeres quemadas vivas, las violaciones, los abusos, el robo de bebés, la trata y comercio de niños y adolescentes para destinarlos a la prostitución, sin dejar de incluir en esta lista a las llamadas “mulas”, personas que por monedas, destruyen su cuerpo y su dignidad traficando drogas en cápsulas que transportan en sus intestinos, como manera de burlar los controles insuficientes de nuestras fronteras.

La pérdida generalizada de la sensibilidad está produciendo monstruos humanos como el noruego Anders Breivik, que el pasado año asesinó a 77 personas, la mayoría jóvenes, y confesó ante el juez que “lo haría de nuevo”, ya que en su mente extraviada “actuó en nombre y defensa de su pueblo, de su cultura y de su país”. La noticia relata que los familiares de las víctimas allí presentes meneaban sus cabezas como gesto de dolor e impotencia. Está claro que no hay manera de explicar y mucho menos de comprender semejante desquicio del valor de la vida y la solidaridad. La madre de un niño desaparecido decía “el día que se acabe el respeto y el amor al prójimo, el mundo dejará de ser un lugar digno para vivir en él”.

Eros, filia y ágape

Nadie podrá jamás determinar que se acabó el amor. Quienes hoy atribuyen sus conflictos y dilemas relacionales a la culminación del amor, tal vez no hayan meditado lo suficiente en el significado del verdadero amor. Si hacemos una encuesta con la pregunta ¿qué es el amor?, tendremos tan acertadas como disparatadas definiciones. Muchos jóvenes y adolescentes prefieren asimilarlo a la “buena onda”, la “química”, el “feeling”, “cuestión de piel”, “ayudar al prójimo” y algo más que una simple amistad.

Por años, se ha tratado de definir el misterio del amor. Los antiguos griegos caracterizaron tres formas diferentes de expresarlo. El filósofo Platón en “El Banquete”, refiere a las tres formas del amor mayoritariamente aceptadas que son: eros, filia y ágape. El eros es el amor erótico, la pasión, el más instintivo conectado con la biología, la sexualidad y sensualidad; el enamoramiento, que busca el placer en la intimidad entre el hombre y la mujer. El amor filial es amar y alegrarse de lo que somos y tenemos, amar al otro/a por lo que es. Es el amor de los padres, de los hermanos, de los amigos. Es la admiración por el otro que causa alegría. Por último y cerrando esta secuencia, el amor ágape que podríamos traducir como la caridad. No es el amor por lo que soy ni por lo que es el otro. Es el amor universal al prójimo. Es el amor según Jesucristo, porque es el amor que se entrega sin esperar de ello nada a cambio. Podemos concluir que el orden eros-filia-ágape representa el desarrollo y la madurez de un solo y verdadero amor, ya que el primero es el amor que desea, el amor entre dos; el segundo es el amor familiar y amistoso que intercambia afectos, cariño y ternura; y el tercero es como la meta de los dos primeros, es amar a los otros/as por ser congéneres, con iguales propósitos y destino en la vida humana.

Logrando acuerdos

Si entendemos la secuencia, comienza por la relación del matrimonio, de la pareja hombre-mujer, fortaleciendo la unión con el amor verdadero (y duradero) que es sentimientos más compromiso, emociones más pacto, es corazón y cabeza. Existen principios y leyes naturales que no pueden alterarse, existe un orden cósmico que nunca podremos cambiar, el principio para comenzar es que “nadie puede dar lo que no tiene”. Los derrumbes matrimoniales se transforman en derrumbes familiares y éstos aportan al gran derrumbe social globalizado que estamos padeciendo.

La escalera se sube de un peldaño por vez para llegar a la altura superior. Así comienza esta revolución del amor. ¿Qué les parece si entre todos nos proponemos subir el primer peldaño? Esto significa un “quiero hacerte feliz”, en lugar de un “quiero que me hagas feliz”. Significa acordar: tolerancia cero a los agravios verbales y gestuales, violencia física y psicológica; el respeto y la voluntaria sujeción entre ambos; subir los niveles de estima y admiración entre los cónyuges.

El Canto al Amor en la Biblia proclama que “el amor es paciente y bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor.... el amor, jamás se extingue”. ¿Qué les parece?

(*) Orientador Familiar