La vida como relato

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Por María Luisa Miretti

“En breve cárcel”, de Sylvia Molloy. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires, 2011.

“¿Cómo sacar fuera una violencia, cómo escribirla?” (Sylvia Molloy)

Sylvia Molloy, ensayista (Las letras de Borges, 1979; Acto de presencia, Literatura autobiográfica en Hispanoamérica, 1995, entre otras) y novelista (El común olvido, 2002; Desarticulaciones, 2010). Ahora se reedita En breve cárcel, novela simbólica, con metáforas que preanuncian un ambiente intimista: cárcel, mente, sujeto, búsqueda interior, exterior, devenir en el que se entrecruzan historia y discurso en un juego donde las palabras no alcanzan para decir lo indecible ni poner límite a lo ilimitado. Es la palabra que se escabulle tras el prejuicio, para decir lo que se siente, pero también para explicar lo que hubo que callar hasta que se hizo síntoma, cuando la piel empezó a resquebrajarse hasta advenir un nuevo sujeto.

La supuesta excusa es que una amante espera a otra y en esa espera transcurre el recuerdo que traza puentes entre pasado, presente y futuro. Trazos que unen y rompen, retazos que permiten ir recomponiendo a ese sujeto escindido que intenta pero no puede, ya que el recuerdo de una amante remite a otra y ésta a su vez a otra, en un triángulo que se complica, mientras se va armando el relato.

Intimista, dubitativa, insomne, con un tono acorde con el poder evocativo, trae y lleva recuerdos que conviven con la ternura del goce y de la locura, mientras memora infancia y juventud cargada de anhelos ante esa amante que no llega, a quien extraña y al mismo tiempo recuerda, alternando con otras épocas de sufrimiento y llanto.

Por momentos, los sacudones remiten a indicios de locura, queriendo investigar un pasado oscuro, cuya carga genética se le prohibía y esa rémora la remite a espejos desdoblados, a momentos enfrentados, a su hermana, a máscaras, disfraces, a un tío muerto, a su padre, su madre, esas figuras que se le escapan y quiere retener y articula con párrafos de la actualidad en los que se ve esperando a esa amante que no llega, y adonde alguna vez la esperaron, es decir punto de inicio y final de un ciclo, mientras se pregunta “¿escribiría la mujer que la había citado aquí mientras la esperaba?” en un cierre circular.

Ya entonces recuerda ahora- aquélla le había preguntado por su piel, ésa que se le rompía a pedazos. Ésta de ahora es una mujer que espera y que escribe y se escribe a sí misma, y a medida que avanza puede ir reconstruyendo su pasado y darse forma a sí misma a través del relato. Cuando lo logra, vemos que se va, se aferra a las páginas escritas para poder releerse y “vivir en la espera de una mujer que quería y que, un día, faltó a una cita. Está sola: tiene miedo”.

Novela cargada de simbolismos -decíamos-, apasionante, increíble, ideal para compartir. Escrita en presente pero en tercera persona, deleita la fluidez y la dinámica discursiva, que remata en un final que bien podría interpretarse como de apertura a una nueva forma de vida (nacimiento, inicio de una nueva etapa) o de cierre definitivo, siguiendo el hilo del relato.