MUESTRA DE HÉCTOR ROTGER EN AG ARTE

Esos trazos que esbozan el misterio insondable que somos

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Fibrones y acuarelas traducen el diálogo del artista y el trazo, trabajos realizados entre 2009 y 2011.

Foto: GENTILEZA AG ARTE

“Metamorfosis de la musa” se llama la muestra de dibujos y pinturas que se puede visitar en la galería hasta el 10 de junio. Escritor, músico y también artista plástico, Rotger muestra otra de sus facetas.

 

Ana Laura Fertonani

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“¿Por qué no imaginar que en cada cuadro intento atrapar de la musa alguna de sus facetas, que aluden a encanto, seducción, hechizo, casi como lo que hacemos sin saberlo cuando ante el misterio de lo que somos definimos conceptos que no tardan en esfumarse y metamorfosearse para devolvernos a la magna e ineluctable realidad: el universo de lo desconocido”, plantea el artista, Héctor Martín Rotger, a partir de la muestra que inauguró en AG Arte (Bv. Gálvez 1514). Con el título “Metamorfosis de la musa”, reúne 33 dibujos que se pueden conocer y recorrer de lunes a viernes en el horario de 10 a 13 y 17 a 20, hasta el 10 de junio.

El también escritor y músico habla con poesía de la creación de sus imágenes: “El trazo revela contenidos ocultos que va develando su ejercicio. Cuando salen a la luz, puede entreverse la urdimbre con que está tejido el misterio insondable que somos. Esas imágenes me sorprenden a mí, las voy encontrando adentro de la superficie plana que las aloja. Están ahí, como esperando presentárseme antes de evaporarse. Escucho sus sugerencias sobre el color que las identifica. Entramadas en un orden de correspondencias geométricas y lumínicas son lo que son en ese espacio. La pintura es lo que hay en el límite del marco. Si ahí adquieren presencia sus imágenes, es porque fueron dispuestas en ese lugar en sentido visualmente dialógico. Y en ese caso el arte repica dialógicamente en la vida del que observa”.

EN DIÁLOGO

“...Creo que la musa -aquella de “Canta oh! Musa” con que los rapsodas griegos iniciaban su canto invocándola para que les dicte los versos- se va metamorfoseando y puede hacer que quien la ha intuido en dimensión temporal -oralizándola, o danzándola o a través de la música-, quiera situarla en el espacio; en mi caso -por ahora al menos- en el espacio bidimensional de la imagen”.

—¿Reconoce influencias?

—No puedo decir que tengo influencias en particular. Uno es atravesado por infinidad de gestos que, en el caso de los pintores, dejan seguramente marcas o huellas más o menos estables o efímeras. Pero tampoco sería honesto dejar de decir que cuando era muy joven participé un breve tiempo del taller del que llamábamos “el viejo La Cava” y que me significó el encuentro con las ideas de Joaquín Torres García y su “Universalismo constructivo”, toda una preceptiva en materia de arte visual. No obstante, no haber seguido esos principios en forma absoluta, me orientaron en algunas cosas que para mí son esenciales con respecto al arte en su integralidad y su conexión con la vida.

Por otra parte, en mi formación musical del Instituto Superior de Música de fines de los ‘60 y comienzo de los ‘70 fui alumno del pianista Jorge Zulueta, que nos introdujo en la relación entre la música y la pintura. De ahí quedé prendado del universo de Chagall y Xul Solar. Pero he ido verificando que el trazo me conduce a una imaginería independiente, con la que entro en diálogo cada vez que me convoca en esa breve hoja de tamaño A4 con los fibrones y acuarelas que me sirven de intermediarios. Así se plasmaron, entre 2009 y 2012 los treinta y tres cuadros de “Metamorfosis de la Musa”. Antes de esto, dejaba pasar mucho tiempo entre intentos sin continuidad. Pero se ve, que toda esta imaginería me estaba esperando.