Niños aquí extrañando

Niños aquí extrañando
 

Los niños de padres argentinos que nacieron en el extranjero y volvieron a Argentina añoran el país que los vio crecer, sus juegos y juguetes, sus amigos.

Desde la época de las cavernas -plantea la autora-, el ser humano fue nómade, emigró y transitó buscando mejor lugar, mejor sustento para toda su prole, pero nunca hemos oído decir que no extraña su lugar de nacimiento.

TEXTOS. ALBA YOBE DE ABALO. FOTOS. EL LITORAL.

El sonido del teléfono interrumpió los pensamientos de la abuela. Alegría al reconocer su voz y tristeza al saberla tan lejos. Se sucedieron los diálogos; hubo un silencio. Pensó: se interrumpió la comunicación. No, muy clara y precisa la voz expresó: “Mamá, nos volvemos a Argentina”. No fue necesario oír mas, todas las emociones fluyeron incontenibles y con voz temblorosa la abuela Alba respondió: “Ven hija, los espero aquí junto a mi”.

Los días, después de aquel llamado se fueron desgranando en proyectos. La fecha del regreso se cumplió; atrás quedaron las interminables palabras para organizar el traslado. “¡¿Qué dejo, qué llevo!?”

La alegría del regreso era grande, pero una tenue tristeza por los años vividos y compartidos se esparció por un momento, empañando la alegría. Otra vez el alejamiento de los parientes de la bisabuela, que tan cálidamente festejaron el reencuentro cuando ellos arribaron a Madrid, España, y se encontraron en Ronda.

El fruto del amor de Cibel y Pablo es un niño de ojos grandes y mirada vivaz, nada escapa al registro en su entorno. Largas pestañas sombrean los múltiples interrogantes que formula a cada momento.

El viaje en avión fue aventura. Si bien era el tercer viaje del niño, los primeros los hizo cuando tenía pocos meses de vida. Su encuentro con la familia, otra sorpresa, otro descubrimiento de tíos, primos, abuelos. Abrazos, besos, palabras cariñosas se fueron sucediendo a lo largo de los primeros días de su llegada.

AÑORANZAS

La voz de la abuela Alba, muy cerca de su oído murmuró: “Éste es tu dormitorio. Aquí, durmieron tío Eddy y tu mamá, cuando eran pequeñitos. ¿Te gusta? También hay juguetes”. Al decir esto tomó un auto. “Mira qué bonito”, dijo, y se lo ofreció. El pequeño estaba inmóvil; en sus ojos, se vislumbró una chispa, esbozó una traviesa sonrisa, miró a su abuela diciendo: “Es mío”. Y tomó el juguete.

Transcurrieron las primeras semanas, los pensamientos de Valentino se aquietaron para dar paso a fuertes recuerdos. Comenzaron las preguntas en diálogo con su mamá. Sentado frente a la computadora, miraba dibujitos animados; se interrumpió diciendo: “Mamá, quiero ir a España”. “A España ¿para qué?”, preguntó ella; y el niño, brevemente contestó: “Mis juguetes”.

“Acuérdate que se los dejamos a tu primito Alejandro para que los cuide”, recordó la mamá. El pequeño miró a su mamá con cierta melancolía y le dijo: “Vamos a buscar los juguetes, al primo Alejandro, al tío, a la tía Mariela y a Leandrito, que nació cuando ya estábamos en Argentina, sólo lo conocemos por fotografía”.

Estos interrogatorios son reclamantes. Aun en presencia de su abuela Alba, expresa con firmeza, evidenciando añoranzas. “Quiero ir a España, mamá”. Al oírlo, todos los que lo rodeaban quedaron en silencio, expectantes. “¿Cuándo vamos a ir a España?”.

“Es un viaje muy largo y cuesta mucho dinero”, le respondió su mamá. “Bueno, desde ahora no me compres juguetes, voy a ahorrar todas las moneditas en mi alcancía, ésa con el dibujo del Hombre Araña, que es la más grande”, respondió el niño.

TEMEROSO DESARRAIGO

Ambos se unieron en un abrazo fuerte que duró más tiempo que los abracitos de todos los días. En el ambiente quedó flotando esa respuesta y en la mente de la abuela Alba se abrió paso, temerosamente, el desarraigo.

Tan pequeño; ¿alguien piensa en el desarraigo de los niños, cuando deben dejar sus raíces, sus objetos amados, sus juguetes, su camita, sus mascotas? La alegría de Valentino fue mayor cuando encontró entre los compañeritos del jardín de infantes a Agustín, el más pequeño de los hijos de una amiga de la infancia de su mamá. Cuando se encontraban las amigas, los niños compartían juegos entusiasmados tratando de entenderse y prestarse los juguetes.

En Madrid, él tenía muchos juguetes. Los libros, todos de tapa dura, primeros diccionarios, con importantes dibujos a todo color. La historia de los dinosaurios, imágenes impactantes con sus bocas abiertas mostrando dientes agudos, afilados, muy grandes. Historias de personajes de las series de dibujitos animados. ¿Qué maleta era tan grande y tan fuerte para trasladarlos a través del océano?

Cuando preparaban el regreso, sus padres le habían dado como consigna: poner en la mochila todas las cosas que quería llevar a Argentina. Todos los días la llenaba, y la vaciaba para cambiar algún objeto por otro que le gustaba más y del que no quería desprenderse. ¡Cuánto para dejar y qué poco para llevar!

La interminable pregunta: “Mamá, ¿falta mucho para viajar en avión?”. Las azafatas del avión felicitaron a los padres y a Valentino por su comportamiento durante el viaje de doce horas.

COMO EN CASA

Ya en Argentina, se instalaron en casa de su abuela Alba, que vivía solita (su abuelo había partido “hacia el cielo”, le habían enseñado al pequeño y así él contaba a todos este acontecimiento triste). Siempre agregaba: “Pobre abuelito, está en el cielo porque era bueno”. Un día de lluvia cualquiera, mirando a través de la ventana, le preguntó a su mamá: “¿El abuelito se está mojando ahora?”.

Sus padres solicitaron la doble ciudadanía para el niño, trámite que se concretó. También es Ciudadano Argentino. Valentino nació en Madrid, capital de España. Él es español, así se siente con cinco años recién cumplidos.

Las conversaciones sobre su país de origen sólo se tratan cuando hablan en familia de sus primitos Alejandro y Leandro, y de sus tíos Mariela y Eddy. En pocos días celebrarían el cumpleaños de su abuela Alba. La “tía Teresita”, hermana de su abuela, para homenajearla, invitó a almorzar en el Restaurante España, en Santa Fe.

Llegaron y se instalaron en una mesa redonda, muy elegante, preparada para la ocasión; un centro de mesa con una flor, dentro de un cuenco de vidrio transparente, y una vela que el mozo encendió cuando todos estuvieron sentados.

Su mamá Cibel ordenó las bebidas. ¡Oh sorpresa!, el niño, muy serio y con suave firmeza expresó: “Mamá, yo soy español, esto es ‘España’ así que pido yo, y dirigiéndose al mozo indicó la bebida que él quería tomar”. Nos miramos todos con asombro.

OTRA OPORTUNIDAD

La abuela remueve los recuerdos y los contabiliza uno a uno, desde cuando sus hijos partieron a través del océano. Hoy disfruta de la presencia de la mitad de sus nietos, ha nacido Paulita, en suelo argentino llenando todos los espacios sentimentales, emocionales.

Es la oportunidad de Alba de malcriar a su nietita y pensar menos en el esposo ausente. ¿Nos animamos a predecir el futuro de Valentino? No, de ninguna manera, no somos futurólogos, sólo pensamos cómo se alivian estas añoranzas de los niños extranjeros que están en esta Argentina generosa, que trata bien a todos sin discriminar etnia, color ni nacionalidad.

Piensa en los que son argentinos y deben transitar otros caminos, tal vez con menos suerte en otros países con otras costumbres e idiomas difíciles de aprender.

Desde la época de las cavernas, el ser humano fue nómade, emigró y transitó buscando mejor lugar, mejor sustento para toda su prole, pero nunca, nunca hemos oído decir que no extrañan su lugar de nacimiento. Aferrado a sus raíces, lleva dentro de sí esa nostalgia que vela la mirada, cuando es convocada por los recuerdos.

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Nuestra Argentina generosa trata bien a todos los que decidieron radicarse en su tierra, sin discriminar etnia, color ni nacionalidad.

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Muchas familias argentinas partieron a Europa para buscar mejores oportunidades, pero otras tantas también regresaron.

“Soy el único”

Digno de comentar es lo que sucedió con su equipo de fútbol, traído de España, aquí va a un Club de fútbol a practicar. Le encanta vestir su equipo, pero la abuela creyó conveniente regalarle un equipo con los colores del club en donde practica.

Le emocionó tener los mismos colores que todo el grupo. Al cambiarse para ir a la práctica, dejó el equipo español sobre la cama, lo alisó y acarició como diciéndole “espérame, ya regreso”, y se vistió con el equipo nuevo, sin dejar de mirar el que dejaba sobre su camita.

Cinco años y ese arraigo a su tierra, a su nacionalidad, sin siquiera entender bien de qué se trata. Crecerá en este país, estudiará en él, sus amigos serán argentinos y tal vez algunos que no lo sean también. Han regresado al país muchas parejas jóvenes, con hijos nacidos en otros países.

A los seis años, cursa primer grado, conversa con su abuela y le cuenta. “Abuela, todos los chicos quieren ser mis amigos”, “Qué bien, Valentino, ¿por qué todos los chicos quieren ser tus amigos? Cuéntame”.

Valentino responde muy seguro pero con un signo interrogante: “Porque soy el único”. “¿Cómo dices Vale?”, “Sí, abuela porque soy el único español, no hay nadie en la escuela que sea español. Soy el único”. La abuela sonrió disimuladamente. A él le preocupaba ser el único.