El arte de no ver un pomo

meope.jpg
 

Los oculistas quieren que después de los cuarenta los visites seguido, un poco porque vas a necesitar de sus oficios y otro poco porque es su laburo. Y si bien podés cancherearla un rato más, deberás empezar a convivir con la idea de que ves menos. Vamos a tantear un poco por dónde viene esta nota. Porque hasta ahora no la veo...

TEXTOS. NÉSTOR FENOGLIO. [email protected]. DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI. [email protected].

A incierta cierta edad, la gente empieza a tener problemas con la vista. Presbicia -que no tiene que ver con ninguna jerarquía eclesiástica-, astigmatismo no sé qué es pero suena terrible-, cataratas turismo ciento por ciento-, presión ocular eso es muy, muy feo- conforman un panorama si no desolador, por lo menos preocupante. Uno se puede dar cuenta porque te duele la cabeza, porque achicás achinás- los ojitos o porque en vez de mono leés moro, moto y te mandás cualquier moco por el estilo.

Todavía te hacés el langa y no usás lentes. Podés ir al oculista y de hecho vas para que el señor te confirme que ya sos parte de su clientela, que es normal, que a partir de ahora, etc. A partir de ahora estás en problemas, aunque al principio no lo reconozcas y sigas por un tiempo buscando atajos y adaptando las cosas a la nueva situación.

Es probable que en esa etapa, en un acto de arrojo y hasta de snobismo, te seduzca la idea de hacerte unos lentes, como para presumir. Pero en breve el intruso, por más liviano, canchero y moderno que se muestre, no deja de ser un elemento extraño, además de un reflector que dice que el tiempo pasa, pasa y pasa.

¿Cómo podés empezar a darte cuenta de que ya no ves como antes? Por ejemplo, cuando esperando el colectivo cogoteás, te estirás, te mandás a la calle aun a riesgo de ser atropellado y finalmente descubrís que es el 3 o el 8 o el 9 sólo cuando ya te pasó como un colectivo al lado.

La solución, vergonzante, es simple: ¿señorita, qué número es el colectivo que viene (si no ves que viene un colectivo, el problema es bastante más grave...)? Sólo tenés que bancarte que la señorita te diga, estableciendo infranqueables distancias, que es el 3, el 8 o el 9, señor. Fuiste.

Podría asegurar suelto de cuerpo más o menos a la misma edad se te achica la vista y se te agranda el cuerpo- que la guía telefónica no es un parámetro de buena visión: a ninguna edad se lee nada, y esa ya es una buena respuesta y excusa cuando te piden que busques allí el teléfono de Óptica Unpomo, o de la tía Porota.

En el celular, hay unos cuantos números que son un mismo mazacote: el 5 y el 6, el 3 y el 8, entre otros. Eso te obliga a frustrantes pruebas-error, a unos cuantos disculpe, me equivoqué y todo por la coquetería disfuncional de no ponerte los lentes que te hiciste hacer al pepe.

Te das cuenta que no ves más cuando ponés el celular, o el libro o la guía o una intimación o la boleta de la luz a distintas distancias de tus ojos, colmo si estuvieras viendo una obra de arte, o como si fueras un ingeniero con teodolito midiendo distancias par algo. Insinuás que los diseñadores gráficos están cada día más locos con sus innovaciones; o que los tipos no quieren gastar más hojas poniéndote letras grandes. La parte buena es que de tanto llevar esas cosas hacia delante y hacia atrás, ejercitás los brazos gratis, sin ir al gimnasio.

En la compu, que antes puteabas, te das cuenta con alegría que existen teclas que te agrandan las letras tanto como quieras. Y que podés pasar de 100 a 125 o 150%. Si exagerás y te vas a 200, es regla de tres simple: no ves la mitad de lo que veías antes. Si lo llevás a 400, te entran dos letras por pantalla y por un lado ves pero por el otro hasta un simple mensajito te demanda ocho hojas por lo menos. Hermano, está bien: la tecnología está de tu lado, pero vos comprate y sobre todo usá los lentes.

Y eso es todo cuanto diré sobre este tema aciago. Como bien lo perciben ustedes, que ven bien- no sé para dónde ir. Y si este problema tiene alguna solución práctica inmediata, literalmente, yo no la veo.