En Familia

Prohibido prohibir

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Por Rubén Panotto (*)

 

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En la República Francesa del siglo XX, se produjo un fenómeno sociocultural y político conocido como el Mayo Francés o Mayo del ‘68. La estudiantina salió a las calles con el grito de ¡prohibido prohibir!, y entre sus reclamos incluían la abolición de los exámenes y calificaciones en los colegios y universidades, aludiendo a una discriminación de personas por su raza, intelecto, posición económica, de género, etc. El escritor Mario Vargas Llosa, refiriéndose a los resultados de esa demanda estudiantil, decía en uno de sus artículos del año 2009 que “en el campo de la enseñanza,... el desplome y desprestigio del docente y la docencia, como de cualquier forma de autoridad, no parece haber traído la liberación creativa del espíritu juvenil, sino más bien ha convertido a los colegios así liberados en instituciones caóticas”.

No obstante, reconocemos que ese grito del ‘68 dejó cambios muy importantes en la sociedad francesa y mundial. Es que la proclama completa incluye en realidad una expresión que encierra en sí misma una verdad teológica y antropológica, quizás no tenida en cuenta por ellos mismos al exclamar: “¡Prohibido prohibir! La libertad comienza por una prohibición”. Hay muchas prohibiciones que son molestas, justas e injustas, pero están diseñadas para defender y proteger los derechos y el bienestar de los seres humanos. Nadie puede estar en contra de la prohibición del abuso sexual de niños y adolescentes, nadie puede estar en contra de la prohibición de la estafa, del robo, de la violencia de género, de la esclavitud laboral, del tráfico de drogas, de la venta de bebés, de la contaminación y destrucción de los recursos naturales, y la más reciente y resistida por muchos, la prohibición de fumar en lugares públicos, y de conducir un vehículo en estado de ebriedad.

En uno de sus libros, el filósofo argentino Jaime Barilko expresó que la libertad sin límites no es libertad, ya que se transforma en libertinaje. La libertad de cada uno termina donde empiezan los derechos de los demás. Por eso, la propuesta “prohibido prohibir” con la cual muchos comulgan con un sentido egoísta y progre no aporta ni añade nada constructivo ni útil a la humanidad, sino por lo contrario, establece el irrespeto y atropello a los demás, imponiendo la ley del más fuerte, del que grita más alto y del que compra voluntades para mezquinos propósitos.

También en la poesía

A propósito del tema desarrollado, compartimos algunas estrofas de poesías de personajes célebres, que elevan los valores de la vida y el amor, con mención a la prohibición.

De Pablo Neruda: “Queda prohibido no demostrar tu amor, hacer que alguien pague tus deudas y el malhumor... Queda prohibido no hacer las cosas por ti mismo, no creer en Dios y hacer tu destino, tener miedo a la vida y a sus compromisos, no vivir cada día como si fuera un último suspiro... Queda prohibido no intentar comprender a las personas, pensar que sus vidas valen más que la tuya, no saber que cada uno tiene su camino y su dicha... Queda prohibido no buscar tu felicidad, no vivir tu vida con una actitud positiva, no pensar en que podemos ser mejores, no sentir que sin ti este mundo no sería igual”.

De Eladia Blázquez: “No se puede prohibir, ni se puede negar el derecho a vivir, la razón de soñar... No se puede prohibir, el creer ni el crear, ni la tierra excluir, ni la luna ocultar... No se puede prohibir, ni una pizca de amor, ni se puede eludir que retoñe la flor... Ni del alma el vibrar, ni del pulso el latir, ni la vida en su andar... No se puede prohibir”.

El diálogo y la comunicación

El pasado 25 de febrero de 2012, la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa ha aprobado una resolución por la que recomienda prohibir la muerte asistida. Este Consejo con sede en Estrasburgo, Francia, está formado por miembros de 47 países de Europa. En la resolución aprobada se dice que “la eutanasia, en el sentido de la muerte intencional, por acción u omisión, de un ser humano en función de su presunto beneficio, siempre debe estar prohibida”. Agrega además que en caso de duda, “la decisión siempre debe ser de pro-vida y la prolongación de la vida”. ¿No le parece que la incertidumbre y el desprecio por la vida están invadiendo la mente y la razón? ¿No cree que proyectos como la muerte digna -ya ley en nuestro país-, el aborto, la modificación del Código Civil, etc., deberían ser tratados en el diálogo prolífico de la mesa familiar, del café con los amigos, del debate en la escuela y la Universidad, mediante las redes sociales y -con mucha responsabilidad- en los recintos parlamentarios? Sin dudas la respuesta es afirmativa; no obstante para que eso ocurra, deberemos recuperar primero el valor del diálogo y la comunicación.

Por estos días, llegó a mis manos un artículo que circula por Internet y se titula “La muerte de la conversación”. Allí se afirma que en la entrada de algunos restaurantes europeos les retienen a sus clientes los teléfonos celulares. Según la nota, se busca recobrar el placer de comer y conversar sin las interrupciones de los diferentes “ringtones” que provocan la reacción compulsiva del receptor, levantándose de la mesa mientras contesta a los gritos a su interlocutor. No se niegan las ventajas enormes del celular, pero la dependencia obsesiva hacia ese adminículo nos está separando de la mística de la conversación cara a cara. No estaría mal que en la casa, en determinados momentos, se apaguen los celulares y la familia dialogue con libertad los temas importantes de la vida.

No es pertinente eliminar toda prohibición para poder conocer la libertad. Jesucristo dijo: “Conocerán la verdad, y ésta los hará verdaderamente libres”.

(*) Orientador Familiar