De agroquímicos y agrotóxicos

Con la lengua afeitada

En estos días se conocerá el fallo del juicio que se lleva a cabo en el barrio de Ituzaingó (ciudad de Córdoba) respecto al posible daño causado por el glifosato sobre una o más personas que habitan zonas cercanas a las que son fumigadas frecuentemente con el conocido herbicida. En nuestra Provincia, en la zona de San Jorge ocurrió un hecho similar y en estos momentos el problema, en forma general, se encuentra a consideración de Poder Legislativo. En el uso de los agroquímicos confluyen tres intereses que no son igualmente importantes: el económico productivo, el ecológico general relacionado con la biodiversidad y el específico de la salud humana. Cuando este último esté en juego, por encima de las discusiones entre productores y ecologistas, el principio de precautoriedad (en buen español, de precaución) siempre deberá inclinar el fallo a favor del hombre. Cuando los productores, los expertos y los fumigadores contratados para la labor, no toman las precauciones para evitar que las zonas pobladas cercanas a las plantaciones puedan ser afectadas, los agroquímicos (que indefectiblemente tienen un cierto contenido de toxinas y que además, su uso continuado y persistente es siempre motivo de daño ambiental aunque éste no es el tema que me ocupa directamente hoy) se transforman en agrotóxicos. ¿Qué significa esto? Que cerca de las poblaciones, no se debe fumigar con aviones. Y la distancia razonable para determinar dónde se produce el cambio, la conoce el piloto mejor que nadie. Cuando él sobrevuela las plantaciones siempre conoce la intensidad y la dirección en que soplan los vientos. Por esos datos, aunque por otros motivos, su propio instinto de conservación a veces los obliga suspender la tarea.De los productores (dueños o arrendatarios) con la información del operador, debe partir la decisión de saber cuándo están usando un agroquímico y cuándo lo están transformando en agrotóxico. Si ellos no proceden de esa forma, tarde o temprano, la ley les fijará límites que necesariamente, por razones de precaución y para contemplar todos los casos posibles, deberían ser mucho más severos que el autocontrol responsable, cuyo contorno inseguro nadie mejor que ellos lo conoce.