Implicancias ético-sociales de la fe

María Teresa Rearte

Corren tiempos en los que la fidelidad al Evangelio nos invade con la urgencia de testimoniar el amor en el mundo, que es tanto como decir en la sociedad, a la patria y en toda circunstancia.

Jesús ha penetrado con su mensaje de salvación el positivismo del derecho y la justicia de su tiempo. “El sábado ha sido instituido para el hombre, y no el hombre para el sábado”. (Mc 2, 27) Siempre voy a sostener las exigencias de la justicia. La que, al decir de Benedicto XVI, es “la primera vía de la caridad (1) o, como dijo Pablo VI, su medida mínima” (2).

Pero también tengo que decir que uno no puede insertarse los códigos en la conciencia y pensar que está todo resuelto. ¿Hasta dónde, me pregunto, una acepción positivista de la justicia, que pensamos es objetiva, no puede dar lugar a la injusticia?.

La Palabra de Dios se hizo carne en Jesucristo para que tengamos vida eterna. Esta enseñanza es central en la fe cristiana. Y adquiere profundas implicaciones y exigencias éticas en la actual situación social de nuestra patria. Todo sufrimiento humano, llámase hambre, explotaciones, soledad, violencia, torturas, etc, ha sido asumido por Cristo. El ser humano no está completamente solo en sus sufrimientos. Puede suceder que nos dejen o abandonen los hombres. Y a veces lo hacen con relación al prójimo necesitado, débil, enfermo y aun caído. Pero no Dios, que en Jesús se ha hecho el Emmanuel, que quiere decir Dios con nosotros.

Quiero traer una cita de Julia Kristeva, no creyente confesa, pero a la vez fascinada por el cristianismo. Por las repercusiones de la fe cristiana en el mundo contemporáneo. La cual dice que “ni en su vida ni en su muerte Juan Pablo II fue un reformador. Se conformó con revelar, a la globalización estupefacta, el genio del catolicismo. Es muchísimo —asegura— en estos tiempos de angustia nihilista y de su reverso maníaco que es el integrismo” (3). No me propongo hacer proselitismo. Cada persona resuelve lo que cree. Pero personalmente pienso, que la complejidad de la situación actual, en la que se desenvuelve la situación de tantos argentinos, es un motivo importante para comprender no sólo que no podemos desentendernos de ellos. Sino que debemos potenciar los imperativos ético-sociales de la caridad. Y hacerlo de modo generoso y efectivo. A ese propósito se orienta la cita anterior, de la destacada pensadora contemporánea mencionada, sobre la ejemplaridad del Papa Juan Pablo II, para testimoniar la fe.

Es necesario entrar en el dolor de los otros. Y aprender de crecer juntos “La ciudad del hombre”, dice Benedicto XVI, no se promueve sólo con relaciones de derechos y deberes sino, antes y más aún, con relaciones de gratuidad, de misericordia y de comunión. La caridad manifiesta siempre el amor de Dios también en las relaciones humanas, otorgando valor teologal y salvífico a todo compromiso por la justicia en el mundo”. (4)

Las recientemente pasadas celebración del Corpus Christi y, de modo coincidente, la Colecta Anual de Caritas, deberían hacernos reflexionar desde la fe, acerca de la pobreza y de las enormes desigualdades sociales entre ricos y pobres. Pero también sobre el enriquecimiento repentino de algunos, por ejemplo de quienes nos gobiernan y de sus amigos. Y paralelamente, el progresivo empobrecimiento de muchos argentinos.

La Iglesia nos convocó para celebrar la solemnidad del Corpus Christi. Y también para responder generosamente a la Colecta de Caritas, bajo el lema Pobreza Cero. Que explicitado equivale a Vida digna para todos. Es decir, trabajo digno, vivienda digna, educación, salud, participación ciudadana, progreso moral, en fin.

(1) Benedicto XVI: enc. Caritas in veritate, 6.

(2) Benedicto XVI: enc. Caritas in veritate, 6. cit. a Pablo VI Jornada del desarrollo. 23-08-1968.

(3) Kristeva, Julia: Esa increíble necesidad de creer.

(4) Benedicto XVI: enc. Caritas in veritate, 6.

Implicancias ético-sociales de la fe

La Iglesia convocó para responder generosamente a la Colecta de Caritas, bajo el lema Pobreza Cero. Foto: AFP