La vuelta al mundo

Mujica y Astori: ¿diferencias de estilos o de ideología?

Mujica y Astori: ¿diferencias de estilos o de ideología?

Rogelio Alaniz

Las diferencias entre José Mujica y Danilo Astori no son nuevas. En su momento hubo una interna en el Frente Amplio para elegir el candidato a presidente. El entonces presidente Tabaré Vázquez apoyó a Astori, pero el que ganó fue Mujica. Después, en un gesto que da cuenta de la calidad política de los dirigentes uruguayos, Mujica fue a la casa de Astori -que se estaba recuperando de una enfermedad- para invitarlo a integrar la fórmula. Astori aceptó y los dos hicieron la campaña electoral juntos. Tuve la oportunidad de acompañarlos como periodistas unos días. Viajaban juntos, hablaban en los actos públicos, compartían agasajos y asados, pero más allá de los gestos amistosos y los buenos modales, las diferencias entre ellos se respiraban en el aire.

Hoy estas diferencias se han atizado. La fuerte tradición republicana de Uruguay hace que ellas se manifiesten de manera prolija y mesurada. Por lo menos por ahora. ¿Cuáles son esas diferencias? No es fácil enumerarlas. Se manifiestan en los hechos pequeños y en los grandes, en la política interna y en la internacional. Reducirlas a la ideología sería empobrecer el debate, pero desechar lo ideológico sería dejar de lado un componente importante de la política uruguaya.

Alguna vez se dijo que Astori es un socialdemócrata al estilo europeo y Mujica es un socialista latinoamericano. Leo lo que acabo de escribir y advierto una vez más que definir con pocas palabras situaciones complejas suele provocar más confusión que certezas. Ni Astori es tan europeo ni Mujica es tan latinoamericano. En principio, ambos son dirigentes respetados de la izquierda uruguaya y calificar a uno de europeo y al otro de latinoamericano puede ser una injusticia, pero sobre todo un error.

Otra variable podría ser la de un Astori urbano y un Mujica rural o un Astori moderno y un Mujica tradicional. ¿Por qué no, un Astori de derecha y un Mujica de izquierda? En todos las casos las categorías poseen algo de verdad, pero nunca alcanzan a expresar las reales diferencias de uno y otro, diferencias que -insisto- vienen de la historia, la biografía y los intereses y sectores sociales que pretenden representar.

Alguna vez un historiador argentino dijo que Alberdi y Sarmiento habían nacido para no entenderse porque eran diferentes en todo, incluso hasta en los detalles personales. Algo parecido podría decirse de Mujica y Astori: nacieron para no entenderse, pero al mismo tiempo, por convicción e historia, navegan en el mismo barco y están de acuerdo en hacerlo.

Las diferencias pueden incluir en este caso los temperamentos, las tradiciones culturales y los compromisos que cada uno mantiene con sus seguidores. Mujica y Astori discuten entre ellos, aunque siempre se las arreglan para arribar a un acuerdo, pero las diferencias entre los seguidores de uno y otro no suelen resolverse con tanta amabilidad y diplomacia. A título de chisme jugoso, podría agregarse el detalle de que las esposas no se pueden ni ver.

Anécdotas al margen, lo cierto es que las diferencias existen y ante cada hecho político importante se hacen visibles. Al respecto hay que insistir en el estilo político de los uruguayos. Son unos señoritos, sobre todo si los comparamos con las prácticas salvajes que desarrollamos los argentinos. Y así como el salón es el escenario simbólico que distingue a los orientales para llevar adelante sus debates, el chiquero es el que nos caracteriza a nosotros; el chiquero, cuya manifestación más evidente y prosaica son los comportamientos de personajes como Gabriel Mariotto o Aníbal Fernández.

Volvamos a Montevideo. Ahora la causa que promovió las disidencias fue la decisión de Mujica de admitir el ingreso de Venezuela al Mercosur. Como ser recordará, en esa reunión la Argentina, Brasil y Uruguay sancionaron al gobierno de Paraguay por la intempestiva destitución de Fernando Lugo y en una sola jugada aprobaron el ingreso de Venezuela.

Los pasos a dar para producir este hecho no fueron inocentes o casuales. Veamos si no. Según el Tratado de Asunción -la carta constitucional que rige al Mercosur y fuera firmada en marzo de 1991- el ingreso de cualquier nación al bloque político y económico debe ser aprobado por los parlamentos de los países integrantes. Da la casualidad que el parlamento paraguayo, el mismo que destituyó a Lugo, se oponía a la pretensión de Venezuela. Por lo tanto, la suspensión de Paraguay hasta las elecciones previstas para el año que viene, no obedeció a exclusivos motivos democráticos. Por el contrario, fue una medida funcional a la maniobra de hacer posible el ingreso de la Venezuela de Hugo Chávez.

La decisión del cónclave celebrado en Mendoza se produjo con una celeridad tan asombrosa como sospechosa. No deja de ser una ironía política, que los mismos que se quejaban de que a Lugo no le dieron tiempo para ejercer su defensa, hayan recurrido al mismo procedimiento para sancionar a Paraguay. Se dice que Mujica aceptó de mala gana la decisión. Incluso se mostró reticente con los periodistas y los fotógrafos, como dando a entender que no estaba conforme del todo con lo que había sucedido. ¿Fue así o se estaba mandando la parte, previniendo lo que le esperaba en Montevideo?

No lo sabemos, más allá de que Mujica en diferentes ocasiones manifestó sus simpatías por el régimen de Venezuela, lo hizo con mesura y discreción, la misma mesura y discreción de la que se valió para no decir “esta boca es mía” cuando se hizo pública la reunión de funcionarios venezolanos encabezados por el canciller Nicolás Maduro, con militares paraguayos. En este caso, se trataba de una injerencia grosera en los asuntos internos de un país, a lo que se agregaba en este caso el llamado a los militares para que den un golpe de Estado. No deja de llamar la atención al respecto que los mismos que se llenaron la boca denunciando un golpe de Estado inexistente, hayan estado comprometidos luego en un golpe de Estado real. ¿Será ése el aporte de Venezuela al Mercosur?

En el caso que ahora nos ocupa, cuando Mujica regresó a Uruguay defendió lo decidido en Mendoza con argumentos más que opinables. No se pueden calificar de otra manera sus disquisiciones acerca de la prioridad de lo político sobre lo jurídico, un razonamiento que alarmó a los uruguayos porque hacía muchos años que no se escuchaban en boca de un presidente diferenciaciones de este tipo.

Las primeras críticas llegaron desde el propio Frente Amplio. El canciller Luis Almagro y Danilo Astori expresaron sus diferencias con una estrategia diplomática que rompía con una tradición uruguaya consistente en respetar la juridicidad de los acuerdos regionales y mantener los equilibrios imprescindibles. Conviene recordar que Uruguay supo desde su nacimiento como nación que debía desenvolverse entre dos gigantes: Brasil y la Argentina. Ello exigía un singular tacto diplomático, el mismo que ahora, según Astori, se ha resquebrajado o amenaza con hacerlo. La pregunta que se hacen los analistas uruguayos es la siguiente: ¿Cómo haremos de aquí en adelante para nadar en una pileta no muy grande ocupada por tres poderosos tiburones: Brasil Venezuela y Argentina?. No es fácil responder a esta pregunta y hasta es probable que no tenga respuesta. El propio Mujica ha admitido que la situación es incómoda. ¿Y entonces? Da la impresión de que el hombre está muy condicionado por la presión de sus seguidores, cuyas simpatías ideológicas con el régimen de Chávez son indisimulables.

De más está decir que las críticas al presidente uruguayo se hicieron extensivas a la oposición blanca y colorada. Lo ocurrido con el Mercosur dio pie, entonces, para que toda la oposición cargue contra Mujica. Ya no se trataba de impugnar a un régimen político como el venezolano, sino de cuestionar una decisión presidencial que violentaba una añeja tradición diplomática oriental.

¿Por qué Mujica dio este paso? En principio, llama la atención que un político astuto y prudente como él, no haya tomado recaudos y, por el contrario, se haya lanzado al espacio sin paracaídas. ¿Las presiones fueron muy fuertes? Es probable. Brasil y la Argentina están muy interesados en sostener buenas relaciones con Venezuela. Uruguay también. En este punto los motivos ideológicos convergen con los intereses. El petróleo venezolano sigue siendo la niña bonita de la región y el dueño de esa niña se llama Chávez. Al menos por ahora.

Mujica, Chavez y Astori