ATILIO GIORDANO

Al rescate de un educador

Se intenta rendir un merecido tributo a la labor educativa de un alfabetizador español.

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Giordano recogió diversos testimonios que permiten reconstruir en parte la historia del “maestro Pipavón”, que dan cuenta de centenares de personas que fueron alfabetizadas por este “noble personaje”.

Foto: FLAVIO RAINA

De la redacción de El Litoral

A sus 87 años, Atilio Félix Giordano (Emilia, 1925), ex ferroviario con más de cuatro décadas de trabajo y experiencia -autor de “Toda una vida vinculada al ferrocarril La Francesa” (Fundación Banco Bica, 2006)- se muestra vital e interesado en diversas problemáticas de la ciudad y la región.

Ahora mismo, su intención es la de rescatar el papel de un alfabetizador de origen español del que sólo tiene el apellido -maestro Pipavón- que cumplió, según pudo reconstruir en parte su historia a partir de una suerte de investigación particular, un destacado papel como educador y alfabetizador, entre los años 1932 y 33, en Emilia y otras localidades.

El empeño de Giordano en esta tarea apela directamente a las autoridades de Emilia y a sus ciudadanos, a quienes exhorta a valorar el papel de este educador casi perdido en la memoria, y con el objeto de que se ponga su nombre “a una calle o por lo menos que se le haga un monolito”.

Giordano, en diálogo con este diario, recuerda que “hacia los años ‘32 y ‘33, un maestro español (Pipavón) enseñaba a leer y a escribir en casa de los colonos que se encontraban alejados de los pueblos y por ende, de las escuelas”. Siendo el entrevistado apenas un niño, “me fui enterando de que este buen hombre llevaba una vida entregada a la enseñanza, es decir, a alfabetizar a muchísima gente de todas las edades que no sabían leer ni escribir. De este modo recorrió las colonias de Emilia, Ester, Videla y Angeloni. Su norma era establecerse en casa de colonos con sus pocos materiales didácticos, y ahí concurrían también vecinos del lugar”.

Alfabetización

Asimismo, Giordano explica que “cuando él consideraba que ese grupo ya había aprendido lo elemental (leer y escribir) se trasladaba a otra zona a realizar la misma tarea. De tal modo, por lo que me he enterado, este señor, el maestro Pipavón, así lo llamaban, alfabetizó a muchísimas personas”, personas que luego pudieron educar a sus hijos y nietos, muchos de ellos profesionales de renombre en la actualidad, según describe Giordano.

Lo curioso de todo esto -prosigue- “es que no se conoce su origen, ni se tenía información de su familia, ni de su verdadera identidad, tampoco se supo qué final tuvo esta persona, que más allá de su misterio, hizo tanto bien en las comunidades citadas”.

Y se pregunta, finalmente, “¿no sería acaso de estricta justicia perpetuar su recuerdo, dando nombre a algunas de las calles de Emilia o Videla, por ejemplo, o en su defecto con un monolito en alguna plaza o en el jardín de alguna escuela?”