Crece la popularidad del pintor Edward Hopper

Mila Trenas

(EFE)

Crece la popularidad del pintor Edward Hopper

“Sol de la mañana” (1952), de Edward Hopper.

En una exposición única e irrepetible, el Museo Thyssen Bornemisza, de Madrid, presenta a Edward Hopper, el pintor más grande del arte norteamericano del siglo XX, desde un punto de vista europeo a través de algunas de sus obras más emblemáticas. La muestra viajará en octubre al Grand Palais de París.

Artista reconocido internacionalmente, a Hopper (1882-1967) se le ha considerado “una gran roca solitaria y desnuda en el desierto”. En la historia del arte “no hay convicción sobre cual es su lugar“ pero esto implica “reconocer una derrota”, afirmó el curador Tomás Llorens. Por ello, los comisarios han tratado de hacer una nueva lectura de la obra de Hopper desde una visión europea, demostrando cómo su manera de representar las escenas y los paisajes norteamericanos del siglo XX tiene raíces europeas.

Estas raíces están relacionadas con la noción de la pintura de la vida moderna que tuvieron artistas como Manet o Degas, “el que más influyó sobre Hopper”, con la literatura y la poesía francesa y con la modernidad de Boudelaire, comentó Llorens.

Hay una concepción de la historia del arte moderno que vincula el desarrollo de la modernidad y la reduce a una sucesión de movimientos, “pero nosotros no hemos creído nunca en la historia del siglo XX construida a partir de movimientos independientes”, señaló.

A Hopper “no es difícil relacionarlo con la pintura realista pero más fácil es hacerlo con la historia de la cultura americana y con los estados de ánimo de esta sociedad”, según Llorens, para quien “un fenómeno cultural tan altísimo” tiene que tener unas raíces mucho más complejas de las que se han dado hasta ahora.

Didier Ottinger recordó que en esta nueva visión han querido abrir nuevas puertas a la interpretación de su obra. “Intentamos escribir la historia de uno de los artistas norteamericanos más importantes”, quien, precisó, está situado en un nivel solo alcanzable por Jackson Pollock.

Con las paredes pintadas en los grises que tanto utilizó Hopper, el recorrido se inicia con el ámbito que reconstruye sus raíces pictóricas y las ideas de la pintura moderna en las que “de un modo secreto se alimenta en sus orígenes la pintura de Hopper”. Su estancia en París, en la que tuvo contacto con el impresionismo que fue una experiencia crucial en su particular tratamiento de la luz y de la sensualidad, se representa en obras del lugar en el que vive y de su entorno inmediato.

Estas obras se exhiben junto a las de artistas europeos que influyeron en él como Albert Marquet, Walter Sickert o Felix Valloton, del que se muestran dos versiones de mujeres cosiendo en un interior junto a la obra de Hopper “Muchacha cosiendo a máquina”.

El segundo espacio abarca la etapa de madurez del artista, “pintor muy lento cuya obra de madurez no llegó a cien cuadros”, recordó Llorens.

A partir de 1925, la obra de Hopper cobra definitivamente su fuerza formal y poética y “Casa junto a la vía del tren” -que ocupa un lugar destacado en la exposición- anuncia ya su estilo inconfundible.

Las pinturas de Hopper en su madurez artística muestran los grandes temas de su obra: la vida en la ciudad; la intimidad, el aislamiento y la melancolía; el presagio de malos tiempos y la complejidad de las relaciones interpersonales.

Esto se refleja en pinturas como “Desde el puente Williamsburg“(1928); “Habitación de hotel“(1931); “Habitación en Nueva York“(1932); “Ground Swell“(1939) o “Verano en la ciudad“(1949).

Hopper sitúa a personas en soledad o incluso parejas o grupos cuyos integrantes se muestran ajenos a los demás, como incomunicados entre sí, como en “Habitación en Nueva York“(1932).

Otro de los temas preferidos de Hopper, la arquitectura, se refleja en “La ciudad“(1927) o “El Loop del puente de Manhattan“(1928), mientras que a la luz, uno de los elementos diferenciadores de su pintura, dedica más de la mitad de sus últimas veinte obras, como “Mañana en la ciudad“(1944), “Conferencia por la noche“(1949), o “Sol de la mañana” (1952).

Como sorpresa final de la exposición, el cineasta estadounidense Ed Lachman ha montado un set de cine y ha recreado la obra “Sol de la mañana“(1952) en tres dimensiones.