Al margen de la crónica

Carpe

Frases de sabios, libros de autoayuda, películas. Son muchos los que nos dicen que la vida es corta, y que justamente por ello hay que saber disfrutar de cada instante.

“Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente, enfrentar sólo los hechos esenciales de la vida, y ver si podía aprender lo que ella tenía que enseñar, no sea que cuando estuviera por morir descubriera que no había vivido”. De esa deliciosa manera Henry Thoreau nos introducía en “Walden”, su intento de “extraer toda la médula de la vida” con los pies plantados en los bosques y en el presente.

Para la mayoría de los mortales, la travesía de Thoreau es sumamente difícil. Todos, por una razón o por otra, vivimos en otro tiempo.

Muchos nos anclamos en la nostalgia del pasado, de las personas que ya no nos acompañan, de viejos errores, de lejanos amores. Y nos constituimos en presos de nuestros fantasmas. Algunas veces para bien, otras para mal, pero siempre conscientes de la marca de lo que fuimos, en lo que estamos siendo.

Otros sólo viven del futuro, de sueños que nunca se alcanzan, de planes que aún no se concretan. Soportan su presente en ansias de algo que siempre está por conseguirse pero que jamás parece llegar. Actúan en el momento, pensando en lo que deben, quieren, pueden hacer dentro de unas horas.

Frente a esto la pregunta es inevitable: ¿Nos hemos convertido en seres incapaces de disfrutar de lo que nos está sucediendo minuto a minuto? ¿Debemos educarnos en el arte de dejarnos llevar y ser atravesados por el ahora?

Ciertamente en la cultura oriental, el “carpe diem” es una filosofía arraigada y perfeccionada a lo largo de milenios. En el occidente, parece imposible no ser arrastrado por el pasado o el futuro.

Pero según un grupo de científicos, no estamos solos.

Un estudio de la Universidad de Pittsburgh, analizó las señales cerebrales asociadas con la metacognición, es decir, la habilidad humana de controlar la cognición, de “pensar sobre el pensamiento”.

La investigación identificó el área del cerebro que utiliza las decisiones pasadas y sus resultados para guiar las acciones futuras. “El cerebro debe mantener un seguimiento de las decisiones que hemos tomado en el pasado y cómo funcionaron. Para ello, debe pensar continuamente. Estamos todo el rato tomando decisiones, pensando sobre otras cosas a medida que nos movemos por la vida. Es por eso que no podemos centrarnos en el presente, pues es imposible que dejemos de hacer planes”, explicó Marc Sommer, uno de los autores del trabajo.

Según Sommer, esta investigación supone un paso significativo en el entendimiento de nuestra conciencia. Además, opina que “para una persona sana es imposible vivir el momento. Es algo muy bonito que decimos para demostrar que aprovechamos nuestro tiempo. Pero lo cierto es que nuestra vida interior y las experiencias que generamos son mucho más ricas que el momento presente”.

Cierto o no, bueno sería entender todos que la vida efectivamente es corta. Y que aún siendo neurológicamente imposible vivir el presente, al menos vale la pena intentar disfrutar de todo: de las huellas de nuestro pasado, del hoy, y de nuestros sueños y proyectos futuros.