Jugar con un nombre que ya nos pertenece

Por Analía Giordanino

“Flor del llano”, de Carina Radilov. Espiral Calipso. Rosario, 2011.

Es difícil hablar sobre la obra de una hermana de lecturas. Hace poco una niña me dijo, mirando fijamente un objeto en el aparador de la cocina: ¡Un costurero! Y lo abrió, y se puso a contar carreteles, a desenredar hilos y reordenar agujas en el alfiletero cuadrillé. Para leer Flor del Llano hay que ser como esa niña, jugar por primera vez con algo cuyo nombre ya no nos pertenece. La poesía no es el decir habitual ni posee un legado de uso. Está ahí para correr el nombre de las cosas. El movimiento poético fundamental de Carina Radilov es ése: encontrar la genealogía personal, familiar y urbana de la palabra, y descastarla.

Los poemas son corporales: huelen, respiran, suenan, duermen, comen, se aparean, sienten dolor, como un cuerpo animal. Los espacios a los que aluden son metonímicos o tangenciales: de la casa, el patio; de la cocina, la mesada, de las vías, la laguna que está al lado; del chonguito, su nuca o sus crenchas; de la mujer, sus óvulos. Son centrales las analogías con la carne de vaca, la comida y el cuerpo. Es una poesía alimenticia, de voracidad y gusto, de hartura, de sexo descosido. Los poemas son también, y ante todo, para ser leídos, poemas en tono Sarli, poemas de chismorreo, de teléfono descompuesto. Y están los de matadero, escritos bajo amenaza de mazorca, de lectura entre dientes o a los gritos. Retoman los ritmos del octosílabo, el habla cotidiana y la frase popular, y aparecen nítidos los acumulamientos neobarrocos y la adjetivación abundante y de sentido espeso. Cuando no retoma el ritmo del habla, el verso es un verso acuchillado, de falso encabalgamiento. La respiración del lector no expele completa porque los versos interrumpen su gramática. Flor del Llano no es un libro para leer de corrido. Hay que leer estos poemas como si estuviéramos corriendo y tropezáramos: habrá que recomponerse en el medio.

Borges tiene un verso incrustado en la prosa final de uno de sus cuentos, en el que refiere un momento en la tarde en la llanura, y la imposibilidad de traducirlo. Pienso en esto ahora y pienso en que la obvia relación de las palabras “llano” y “llanura” es la que me hizo pensar en Borges. Puede ser, todo comentario literario es fundamentalmente un hilván. Pero lo que quiero decir es que estos poemas no le gustarían nada al pudor poético de Borges. Los poemas de Flor del Llano se dicen, y se dicen sin pudor: son retazos machos de un llano que ya no existe.

Los que vivimos en provincia (en provincia de adentro, no en los alrededores de la gran urbe) sabemos que las castas están dictadas por mujeres. Flor del Llano es el déja vu de una pampa inmigrante provinciana, escrito desde el androceo de la flor.

(Del “Prólogo”, a Flor de llano, op. cit.)

lo que nos pasa

Por Carina Radilov

¿nos reconoce la tierra?

no somos agricultores

nada nos dicen las estaciones,

las fases de la luna, las langostas ni los horneros.

¿qué deseamos, si no es el llamado del viento?

pisamos las veredas

con los pies turbios, los ojos espesos

la voz curtida

tenemos empleo pero no somos empleados

no hay consuelo

no hay misterios

no hay destellos

¿dónde quedaremos?

en los asientos ahuecados, sin huevos,

nuestras marcas serán tatuajes de agua

¿llamaremos con los muñones, desde los tallos

tibios, recostados sobre la tierra?

mientras esperamos,

pulimos los óvulos como piedras del lecho

una verdad muestra su pico duro,

quiere pajitas, palitos, algo de barro

¿haremos nido sobre nuestros muertos?

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