Los colores de la noche

De la Redacción de El Litoral

“Gallina ciega”, de Alicia Salinas. Editorial Ciudad Gótica. Rosario. 2009.

La luz, y por ende la visión o su ausencia -la ceguera- se instala como la quintaesencia de Gallina ciega, de la rosarina Alicia Salinas, un conjunto de poemas sólidos y de contundente lírica. Ya desde el título y del poema homónimo, el juego de la “Gallina ciega” construye con las imágenes del fulgor y la sombra una metáfora de quien se rebela a ser vendada y velada para atisbar un resplandor en el fondo del túnel.

Huellas urbanas, domésticas y silvestres pautan el poemario en el que paisajes de encierro (claustrofobia y oscuridad, la mezquindad de la noche y la zozobra) se despliegan hacia leves resplandores (soles de noche, atardeceres, el reflejo rojo de la leña ardiendo, la estufa, “un rayo de sol apenas / sobre el piso de pinotea”) o fulgor repentino (“Ojos de ave, espejo que diluye en fuego / del sol cayendo”).

Tal como sentencia Salinas en un poema: “Aun el brillo necesita de lo oscuro / si quiere intensidad en su existencia”. Y también: “La luz / que buscaba siempre este balido / en la noche”.

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“Retrato de María”, de César López Claro.

Gallina ciega

Por Alicia Salinas

Antes de comenzar el juego conoció el fulgor.

Pero le quitaron el brillo, las brasas. Se reveló

entonces la ajenidad de las aureolas: la luz

no es de nadie, la oscuridad

de todos.

No importa quién vendó, de dónde

la recomendación de la tiniebla.

Es hora de (vol) ver.

Esta gallina se rebela a la ceguera, al titubeo.

Otros fuegos se esparcen en la noche.

Doloroso tendal traman los pasos,

y sin embargo a su través se atisba

el final del túnel.

Hoy nadie puede la indiferencia

ante semejante voluntad

de abjurar La Sombra.

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