Por la ciudad

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Osvaldo Picardo. Foto: Pablo Aguirre

 

De la redacción de El Litoral

“Mar del Plata, seguido de Otros lugares y viajes”, de Osvaldo Picardo. Colección Itinerarios. Universidad Nacional del Litoral. Santa Fe, 2012.

Como señaló un concurrente en la reciente presentación del libro de Osvaldo Picardo en Santa Fe, con Baudelaire se instala definitivamente en la poesía moderna la ciudad, como travesía y topografía de toda Odisea moderna. De la Lisboa de Pessoa a la Dublín de Joyce, la ciudad es el mundo a explorar, con sus monstruos, sus sirenas, sus oasis, su infierno y su paraíso. Mar del Plata, seguido de Otros lugares y viajes, se integra a esa sólida conjunción de autores que vieron y ven en la ciudad el reverso o sustituto (o contracampo, según la jerga cinematográfica) de lo que la lírica tradicional encontró en la naturaleza: experiencia, realidad, contemplación y metáforas. La ciudad es la persona que la camina, la ciudad es una escritura que el poeta descifra.

Francisco Bitar señaló que los dos epígrafes que abren el libro (uno de Elías Canetti: “Hay que defenderse de todo lo que somos, pero de tal manera que no lo destruyamos”, y el otro de Kavafis: “Por más lejos que vayas, lo más lejos que esperes / de nuevo en la misma ciudad te veré. / Ah si tu vida la destruiste aquí / en este rincón pequeño en toda la tierra la destruiste”) coinciden en la palabra “destrucción”. En efecto, el poemario insiste sobre la ciudad como típica manifestación de la acción humana, construcción a la vez estable y efímera, pero de la que con certeza se puede sentenciar que “no hay ciudad eterna”, que “esta ciudad fue construida/ sobre las ruinas de otras”, que “ la ciudad se va llenando de filiaciones”, sobre el mar que “da nombre a la ciudad / tanto como que la niega” (el mar que es ausencia), y sobre todo como lo expresa el poema X que reproducimos en estas páginas, en la que lo intrascendente (una hormiga) destruirá y sobrevivirá a todo.

Con una capacidad y sensibilidad singular, Picardo logra perfilar la escritura de la ciudad (de Mar del Plata y de las ciudades de sus viajes), incluso cuando sepa que esa escritura excede “la posibilidad de cantarla “ y, sobre todo, “de oírla”. Capacidad y sensibilidad de las que había dado muestras ya en sus anteriores libros de poemas (Quis quid ubi; Una complicidad que sobrevive, Pasiones de la línea, entre otros) y en la dirección de la revista literaria La Pecera.