“¿Estás ahí?”

La seguridad del trazo

Roberto Schneider

“¿Estás ahí?” es una historia de amor. La simple y compleja historia de Ana y Francisco, que han decidido vivir juntos. Y el espectador, devenido en espía de la intimidad de una pareja que acaba de mudarse, compartirá sus angustias y alegrías. “¿Estás ahí?” es la pregunta fundamental de cualquier relación entre seres humanos: ¿me ves?, ¿me escuchás?, ¿me conocés?, ¿me querés? La obra gira en torno a estas preguntas y a la constante búsqueda de comunicación y comprensión. Así definía antes del estreno en Loa Espacio Proarte AGM de “¿Estás ahí?”, de Javier Daulte, la directora del Grupo Abima, Mari Delgado. Con la mesura y la inteligencia que la caracterizan, profundizaba su pensamiento respecto de la obra daultiana.

Tras la visión de su puesta en escena, se advierte que ahí está para disfrutar una pieza que tiene muchos factores que la enriquecen. Por un lado, está construida a la manera clásica de las comedias de situación con componentes como personajes desopilantes, entradas y salidas, remates astutos y una trama sencilla que, simplemente, es una excusa para barajar todos esos componentes señalados. Pero a diferencia de algún tipo de vodevil, esta obra profundiza en las personalidades de cada criatura a través de sus síndromes. Por lo tanto, esa clásica sensación de haberse reído de nada durante una hora, se transforma en la impresión de haberse reído de uno mismo o de haber reconocido a alguien. Porque, realmente, el texto de Daulte tiene momentos para pasarla muy bien.

En qué consiste la intuición de lo teatral es un misterio; pero el auténtico dramaturgo lo sabe, y acierta. Este es el caso de Daulte, que en esta obra aborda el riesgo y el miedo. Polos opuestos que habitan en todo ser humano. Pero que pueden juntarse y el primero desterrar al otro. O no. Para hablar de estos temas que inspiran la pieza, el autor va, como ya expresamos, por el camino del humor, otra manera de tocar cuestiones que hacen imaginar drama y conflictos existenciales. Cada escena es una sorpresa y la mayoría provoca la risa con esta historia en la que toman cuerpo un hombre invisible, alguien que muere y vuelve, la ausencia, la pareja... Son ciertos mecanismos contrarios y cosas delirantes que no hacen perder el trasfondo, el relato mismo. Porque es también una historia de amor muy conmovedora.

La puesta en escena de ese rico texto es lo mejor del espectáculo. Mari Delgado maneja con extrema sabiduría los distintos tiempos que la comedia exige y obtiene así una totalidad plena de signos teatrales, en la que sobresale la calidad de los actores protagonistas, quienes concretan una labor plena de recursos histriónicos de primer nivel. Si bien es cierto que el teatro siempre ha sido territorio de buenos intérpretes, y que ninguna obra se sostiene en el escenario si no está bien representada, no es menos verdadero que a menudo los elencos resultan desparejos, o que hay notas que desafinan tanto que terminan arruinando el conjunto. Aquí pasa todo lo contrario y así Lucas Ranzani está perfecto en el dibujo de Francisco, otorgando a su trabajo una presencia fuerte, con voz y manejo del cuerpo exactos y Milagros Berli, que sorprende a partir de una precisa composición de Ana, desdoblada en otro personaje -no revelamos cómo para atraer la mirada de los espectadores- con indisimulable entrega y pasión sabiamente contenida por la directora.

La escenografía y la iluminación de Mario Pascullo colaboran en los logros del montaje, enriquecido con la banda de sonido, que da un bello marco a la totalidad. Se escuchan con placer, cuando Francisco está frente al “depreadador”, acordes de la banda sonora del filme “Depredador”; Dead can Dance con el tema “Devorzhum”; o cuando él y ella ensayan el show de magia el tema de Avril Lavigne, de “Alice in wonderland” o “Fuiste un bien”, de la exquisita uruguaya Rossana Taddei.

Mari Delgado crea un mundo particular, con fuertes razones estéticas. Crear y resolver un conflicto entre dos personajes, únicamente, le plantea un desafío apasionante. La totalidad es una exigencia impiadosa, equivalente a la de la cuerda floja versus el equilibrista. No hay escenas de puro relleno, ni conflictos laterales para tomar aliento y distraer: importa poco que la línea sea recta o sinuosa, lo indispensable es la seguridad del trazo. También, un riguroso imperativo temporal: la atención del público es capturada de inmediato, desde el primer parlamento, y está mantenida sin decaer, con sólo dos personajes enfrentados. Sobre el final, con los aplausos, se premia al tercero del que se habla, pero que no se muestra. Chapeau.

“¿Estás ahí?”

Lucas Ranzani y Milagros Berli son los dos estupendos actores de la propuesta dirigida por Mari Delgado. Foto: Gentileza producción