El valor de “los ciento diez”

El valor de “los ciento diez”

La Asociación Civil Dignidad y Vida Sana rescata los materiales secos, reciclables, que los santafesinos echamos al cesto. Halla valor en lo que otros desechan y genera un doble beneficio: el sustento de ciento diez personas y la reducción del daño ambiental de los residuos urbanos.

TEXTOS. FLORENCIA ARRI. FOTOS. MAURICIO GARÍN Y GUILLERMO DI SALVATORE

 

Hay personas que viven en la delgada línea que divide el desecho, el residuo y la basura. Ciento diez santafesinos que todos los días se avocan a rescatar como útil lo que sus más de quinientos mil vecinos descartan. “Es un trabajo digno, como cualquier otro e incluso mejor que otros -dice Josefina Morales, con ojos grandes y manos extendidas-, uno de esos que nadie quiere hacer pero del que alguien se debe ocupar”. A la hora de hallar razones para explicar a qué se dedica, dice serena que “además de ser nuestro sustento diario, nos enriquece como personas porque, sin darnos cuenta, hacemos un bien a la sociedad”.

Josefina Morales es quien preside la Asociación Civil Dignidad y Vida Sana, cuyos integrantes trabajan en la Planta de Clasificación y Tratamiento de Residuos Sólidos Urbanos del Complejo Ambiental. El predio, de 111 hectáreas, es el último destino de las 6.282,20 toneladas de basura que se generan por mes en nuestra ciudad (ver “En cifras”). Está ubicado a la vera del nuevo tramo de la Circunvalación Oeste y calle Hernandarias, una intersección supuesta porque el trazado de la calle se esfuma mucho antes de llegar. Fuera del cordón urbano, el cartel que rotula el relleno sanitario es anticipado por un paisaje que inunda los sentidos: tras la planta y el alambrado, imponentes montañas de basura despiden un olor intenso que impregna el aire, punza la laringe y atrae a diferentes aves que ya forman parte del lugar.

Allí se ubica el galpón que Josefina abre cada mañana a las siete, salga o no el sol. En él trabajan los integrantes de la Asociación; “los ciento diez”, una expresión recurrente al hablar de sí mismos. Organizados en dos turnos de seis horas y en diferentes grupos de tareas, su objetivo es rescatar de los desechos aquellos materiales “secos”, reciclables, que seleccionan en tres grandes grupos: plásticos, vidrios y papel. Cada madrugada, los camiones recolectores de basura depositan allí las bolsas que recogen en las calles.

Una vez arrojadas en la fosa, las toma una máquina “pulpo” y las deposita en tolvas, embudos gigantes que las canalizan sobre una cinta transportadora.

Con guantes y guardapolvos, quienes trabajan a cada lado de la cinta deben mirar con atención el material que corre por ella para rescatar los plásticos, vidrios y papeles que se puedan recuperar. Así, arrojan cada elemento que toman sobre tachos contenedores a la espera de compresión y embalaje.

Para Eduardo Gutiérrez, uno de los más nuevos, “el trabajo no es difícil si le ponés empeño”. Tal vez desconoce que podría ser más fácil.

HALLAR VALOR

A partir de la recolección diferenciada de residuos que la Municipalidad implementó en toda la ciudad hace dos años, los recicladores deberían recibir sólo los residuos secos, “pero la gente mezcla la verdura que cocina y que está mojada, igual que la yerba o los pañales... cosas húmedas que arruinan el material -agrega Susana Gutiérrez-. Las bolsitas vienen cerradas, nosotros las abrimos para sacar lo seco, y lo otro sigue de largo por la cinta”. Susana está desde el inicio de la Asociación, participó de las primeras reuniones y hoy cuenta con orgullo que “ahora estamos mucho mejor”.

Esta semana Susana trabaja en la cocina, prepara el almuerzo y las viandas que SUs compañeros llevan a casa. Con voz clara abre sus brazos fornidos, señala el techo que la contiene y cuenta que “antes de que empezara todo esto trabajaba en el relleno de Barrio Las Lomas. Como mis hijos eran chiquitos los llevaba conmigo, hacía una carpa y me quedaba con ellos ahí. Después de organizarnos pude dejarlos en una guardería para venir a trabajar”.

A su lado la escucha Carmen, su hermana menor. Tiene 32 años y está en la asociación desde hace seis. Si bien “todos hacemos todo”, ella está “en la cinta de barrido. Ahí, se selecciona para reciclado todo lo que pasa: plásticos, vidrios y papel”. Entró por su mamá, quien trabajó en la planta desde el comienzo y hasta enfermar, porque “acá, cuando deja una persona puede entrar un familiar. Al principio mucho no me gustó -destaca Carmen-, pero después me acostumbré al trabajo en cinta; y como en otros trabajos te piden estudios, que no tengo, me quedé acá”. Carmen no repara en aclarar que no le gusta “trabajar acá, en la basura. Una vez que te acostumbrás ya pasa... pero tal vez me gustaría hacer otra cosa”.

DOBLE BENEFICIO

“Guste o no -enfatiza Belkis Mendoza- nuestro trabajo hace bien”. Junto a la cinta transportadora, sus manos rescatan botellas y elementos de plástico de entre todo “el material”. Integra Dignidad y Vida Sana desde sus inicios y se autodefine, con orgullo, como uno de los “miembros fundadores de la Asociación”. Sin quitar los ojos de la cinta, expresa que “tal vez en otro trabajo sacaría más dinero pero esto es lo que hago, lo que sé hacer y a lo que me dedico. Después de tantos años, no lo cambio por nada. Es como cualquier otro, un trabajo digno; por eso peleamos por ser reconocidos por lo que somos: trabajadores ecológicos, porque le hacemos un favor bárbaro al medioamebiente y a la sociedad”.

Tal vez sin que Belkis lo sepa, por este “favor” que enuncia y que alimenta su honra, es reconocida junto a sus compañeros con la figura de “promotor ambiental”. Así contó la Lic. Julieta Di Filippo, representante de Fundación Hábitat y Desarrollo, quien explicó el doble beneficio que implica el trabajo del reciclador. Por un lado, el más evidente es el ingreso que obtiene la Asociación Civil Dignidad y Vida Sana, donde “todo lo que se junta después se vende y se reparte en partes iguales entre los 110. No es mucho: entre 200 y 600 pesos, según lo que se saque”, cuenta Susana Gutiérrez*. Por otro, esta selección evita que esos desechos materiales se depositen bajo tierra y, en consecuencia, generen un mayor daño ambiental. El trabajo de “los ciento diez” también posibilita “que esos materiales reciclables rescatados se reinserten en el ciclo productivo y disminuyan la necesidad de su producción -explicó Di Filippo-, y que el relleno sanitario tenga mayor durabilidad”. En dos años de trabajo, la Asociación Dignidad y Vida Sana que opera la planta de reciclaje, recuperó 2.221.645 kilos de materiales, que disminuyen notablemente la cantidad de basura que es depositada en el relleno.

HACER BIEN NO CUESTA NADA

Julieta Di Filippo aborda la temática Residuos de diferentes modos. Su trabajo es fruto de un proceso que comenzó en 1996 al dictar un taller sobre residuos sólidos y urbanos en la facultad. Aquel primer acercamiento fue puntapié inicial de una dedicación que cambiaría su vida. Es docente, y desde hace nueve años también integra la Fundación Hábitat y Desarrollo y la representa en nuestra ciudad. Su dedicación comenzó,“en principio,por una cuestión de responsabilidad moral y ciudadana. Cuando conocés más de cerca la temática tomás conciencia de que cada uno es generador de residuos; de que no es algo que le pasa a otra persona sino que nos involucra a todos”.

Más allá de las palabras, Julieta habla por experiencia propia. Es mamá de un varón y tres nenas y en su casa tiene tres cestos de basura: “Uno es para los residuos secos, otro para los residuos orgánicos, y el tercero para la basura propiamente dicha”. La distinción, lejos de ser eufemismo, es sustancial: “basura es algo que no le sirve a nadie, en cambio el residuo es algo que tiene valor: le sirve a un promotor ambiental, tal como hoy se llama a los ‘cirujas’. Ellos no sólo obtienen un beneficio y sustento de su venta sino que también evitan que se destruya más naturaleza, que se gasten más recursos energéticos”. Sin entrar en cientificismos, Julieta también es clara: calificó de “excelente” tanto el trabajo que realiza Dignidad y Vida Sana como la recolección diferenciada de residuos que hoy se realiza en toda la ciudad y que integra a la Asociación como parte fundamental del proceso. “Por eso también me genera una profunda tristeza ver todo mezclado en el cesto de basura de algunas casas, porque pienso en todo lo que se puede hacer y no se hace. Parece que el problema no es nuestro, cuando el problema en realidad somos nosotros. Al separar los residuos ya contribuimos en algo... separar no cuesta nada y hace mucho bien”.

* Este monto se suma a un aporte provincial de 400 pesos, por lo que cada uno gana por su trabajo un ingreso que ronda entre los seiscientos y los mil pesos por mes, según la producción.

LOS INTEGRANTES DEl turno mañana, en la Planta de Clasificación y Tratamiento de Residuos Sólidos Urbanos del Complejo Ambiental.

INICIOS

Las Asociación Civil Dignidad y Vida Sana cumplió, hace dos meses, 15 años de trabajo. Su existencia es fruto de varios años de lucha y organización. Hasta el año 1997, el Municipio santafesino depositaba los residuos que recogían los camiones de higiene urbana en un vertedero de basura a cielo abierto, el predio “Los Caniles”, en la zona noroeste de la ciudad. Allí, más de cuatrocientas personas realizaban la clasificación manual de residuos sólidos domiciliarios. Entonces, un grupo se presentó ante el intendente y pidió permiso para clasificar la basura al costado del relleno. Tras numerosas gestiones y reuniones, con apoyo de asistentes sociales, aquel grupo se organizó como asociación civil.

Hasta noviembre de 2010, los ciento diez integrantes de Dignidad y Vida Sana trabajaron en la Planta de Recuperación de Residuos Sólidos que estaba ubicada en calle Chaco 4040 (barrio Altos de Noguera) que, tras su clausura definitiva por la Municipalidad, fue reemplazado por el nuevo complejo ambiental que se encuentra al Oeste de la Circunvalación, en barrio Las Lomas. La nueva Planta de Recuperación de Residuos cumple con los stándares internacionales, supera las características técnicas del viejo relleno, y está emplazado en un lugar estratégico para la venta de los materiales recuperados.

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quienes trabajan a cada lado de la cinta rescatan los plásticos, vidrios y papeles que se puedan reciclar.

Cómo separar

SECOS

Papeles, cartones, vidrio, plástico, tela, hojalata, metales y envases tetrabrik, siempre y cuando estén limpios y secos.

HÚMEDOS

Residuos orgánicos (restos de frutas, verduras, comida, yerba, saquitos de té, entre otros), restos de barrido y limpieza, y todo material que no pueda ser recuperado y/o reciclado, como pañales, o toallitas femeninas.

DIFERENCIAS

Todo los envases se reciclan. Aquellos que quedan húmedos tras su uso (como los tetrabrik, los sachet de leche o todas las botellas plásticas, por ejemplo) si bien no es necesario lavarlos con detergente, deben enjuagarse para retirar los restos de alimento antes de desecharlos como residuo seco.

En cambio, los elementos cuyo contenido no es posible enjuagar (las cajas de pizza, por ejemplo, que absorbieron aceite) se consideran residuos húmedos, ya que al mezclarlos con otros secos podría arruinar el resto del material.

En detalle

eN CIFRAS

Desde que la Municipalidad puso en marcha el programa de recolección diferenciada de residuos el 17 de mayo de 2010, hasta mayo de este año, ingresaron en el Relleno Sanitario 157.245,06 toneladas de residuos, de las cuales la Asociación Dignidad y Vida Sana recuperó 2.221.645 kilos de materiales.

EL PROCESO

La Planta de Clasificación y Tratamiento de Residuos Sólidos Urbanos es el último destino de los residuos sólidos, reciclables. El resto de las bolsas que se recogen en los domicilios se depositan en celdas que cuentan con una capa impermeabilizante compuesta por arcilla bentonita, una membrana de polietileno y tierra, para evitar filtraciones de los líquidos lixiviados que produce la basura cuando se descompone. Los efluentes son recolectados por un sistema de bombeo y tratados en piletas hasta que obtienen los parámetros de vuelco; luego son utilizados para riego del mismo relleno.

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Fuera del cordón urbano, el complejo ambiental es anticipado por un paisaje que inunda los sentidos.

Residuos domésticos: ¿basura desechable o “recursos aprovechables?

POR ALEJANDRA PRONO (*)

Desde hace tiempo está cambiando la forma de “ver” a los residuos en general, y en particular, a los domésticos (es decir, los que generamos en nuestras casas). Se reconoce en ellos “recursos” que pueden ser valorizados, reutilizados o reciclados. ¿Cómo es posible? A partir de identificar una serie de propiedades que caracterizan a los residuos. En función de ellas, lo que usualmente llamamos “basura” posee una porción que puede aprovecharse. Lo que se intenta es desviar la mayor cantidad posible de la disposición final en el relleno sanitario, lo cual ayuda a extender su vida útil, entre otros beneficios ambientales y sociales.

Una de esas propiedades de interés es la humedad, que nos permite distinguir dos grandes grupos: residuos húmedos y secos, y diferenciar también su forma de gestión y de aprovechamiento. En nuestra ciudad, por ejemplo, el reciclaje de los residuos secos es más evidente a través del trabajo que lleva adelante la Asociación Civil Dignidad y Vida Sana, quienes posibilitan la reinserción de la porción recuperada (plásticos, papeles, cartones y vidrio) en el ciclo productivo.

Lo que clasificamos como residuos húmedos (yerba usada, restos de comida, etc.), que conforma más de la mitad del total que generamos, hoy son depositados sin tratamiento alguno en el relleno sanitario. Esta fracción orgánica posee otras propiedades de importancia tales como su alto contenido de materia orgánica, nutrientes, y biodegradabilidad, y admite ser degradada por bacterias y un conjunto de microorganismos que nos rodean y que están en el ambiente. También vale decir que, de no ser gestionada adecuadamente, al ser putrescible, atraer vectores, etc., puede dañar la salud y el medio ambiente.

De acuerdo a las condiciones en que se puede hacer trabajar a esos microorganismos, se desarrollan una serie de tecnologías que permiten su valorización.

Una de ellas es el compostaje, que en condiciones aeróbicas (al aire libre, en contacto con el oxígeno) promueve el desarrollo de microorganismos que degradan esa materia orgánica hasta obtener un producto (abono orgánico) que es estable, inocuo y que admite diferentes usos en función de su calidad. Otra de las vías es trabajar en condiciones anaeróbicas (en ausencia de oxígeno), donde se desarrollan otros tipos de microorganismos, tal como sucede en la biodigestión.

En ambos casos, lo que se busca es tratar y valorizar en forma controlada el residuo orgánico para reducir al mínimo su enterramiento en los rellenos, obtener un producto final aprovechable, y minimizar los impactos negativos sobre la salud y el medioambiente.

Todo esto será posible en gran medida si no mezclamos los residuos en casa. Al separarlos correctamente en húmedos y secos, estaremos aumentando la porción de cada residuo que se puede aprovechar y posibilitando la obtención de mayores beneficios para la sociedad en su conjunto; de allí la importancia de que participemos todos.

(*) Docente de la cátedra de Residuos Sólidos de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas de la UNL.