La precisa fotografía de Álvarez Bravo

La precisa fotografía  de Álvarez Bravo

“El color” (1966), foto de Manuel Álvarez Bravo.

Javier Albisu

(EFE)

El trabajo del mexicano Manuel Álvarez Bravo, considerado como uno de los padres de la fotografía moderna, da pie a una amplia retrospectiva en el museo del Jeu de Paume de París, que analiza las reflexiones y poemas gráficos de un artista que pasó casi cien años detrás de un objetivo.

A través de 152 instantáneas, la muestra “Manuel Álvarez Bravo (1902-2002), un fotógrafo al acecho” intenta aportar una nueva mirada sobre una obra sometida históricamente al “tamiz occidental“ de la crítica para “salir del camino trazado” y desvincularle de México para visitarle como creador internacional.

La muestra propone un recorrido por el arte de Álvarez Bravo, desde sus humildes inicios, cuando capturaba fotografías de noche al terminar su jornada como funcionario administrativo, hasta imágenes emblemáticas que ya han recorrido todo el mundo.

La comisaria de la exposición, Laura González Flores, dijo que esta muestra quiere acercarse a Álvarez Bravo “no como alguien que muestra México, sino que construye una visión moderna, crítica y autorreflexiva sobre lo que está fotografiando, que casualmente es México”.

La experimentación, casi ininterrumpida desde que logró su primer aparato fotográfico, en 1924, hasta su muerte en los albores del siglo XXI, está salpicada de tomas que oscilan entre lo trágico y lo cómico.

Con motivos que se detienen tanto en obreros asesinados por manifestarse o en damas de burdel como en temas abstractos que sirven para tantear las características de diferentes volúmenes o las texturas.

El recorrido “presenta líneas de trabajo que permiten al espectador ver la construcción de ese pensamiento en torno a la fotografía, que es clásicamente moderno”, resumió González Flores.

Parte de esa modernidad emana del tiempo que le tocó vivir, cuando las vanguardias artísticas se abrían paso en Europa, mientras en México se configuraba la sociedad postrevolucionaria.

“Era un terreno propicio para el desarrollo de pensamientos experimentales entre los (años) veinte y los treinta” porque “hubo una relación entre los gobernantes mexicanos y los intelectuales que hacían la cultura”, añadió la comisaria.

Esa mirada distinta y reconocible, que se ha instalado entre los clásicos de la fotografía, proviene también de los vínculos de Álvarez Bravo con la creación de artistas contemporáneos como el pintor Pablo Picasso, el cineasta Luis Buñuel, o fotógrafos e intelectuales interesados por México como Serguéi Eisenstein, Edward Weston, Paul Strand, Leon Trotski o André Breton.

Y también, como atestiguan las cartas manuscritas que salpican la muestra de París, con la relación de amistad que le unió a maestros como Herni Cartier-Bresson, aunque difirieran en sus métodos de trabajo.

“Álvarez Bravo no era un street photographer en el sentido pleno de la palabra”, explicó el crítico del MoMa Gerardo Mosquera, quien le considera “el opuesto a Henri Cartier-Bresson, en el sentido de ese fotógrafo que va con la cámara y trata de apresar los momentos precisos, ese instante en el que ocurre una imagen”.

Al revés que su colega francés, el mexicano “era un individuo tranquilo, calmo, con paciencia... famoso por haber escrito en su estudio una frase, como una especie de emblema, que decía: ‘Hay tiempo’”.

“Su método de trabajo en la calle, casi siempre, era situar el trípode con la cámara frente a una situación interesante en términos de imagen y esperar a que ocurriera algo. Estaba al acecho y cuando pasaba un transeúnte o aparecía una nube.. hacía el “clic’”, concluyó.

La precisa fotografía  de Álvarez Bravo

“La Operación” (1935), de Manuel Álvarez Bravo.

La precisa fotografía  de Álvarez Bravo

“La buena fama durmiendo”, de Manuel Álvarez Bravo.