Crónica política

Narcosocialistas al ataque

Rogelio Alaniz

Para los Kirchner, la provincia de Santa Fe es un mal ejemplo, un mal ejemplo al que hay que ponerle punto final como sea. Para realizar esas faenas los muchachos tienen experiencia y no son los escrúpulos morales los que les van a poner límites a los objetivos que se trazan.

Santa Fe es un mal ejemplo porque los Kirchner no la gobiernan y, tal como pinta el panorama, no tienen ninguna posibilidad de gobernarla. Santa Fe es un mal ejemplo al que hay que ponerle punto final, entre otras cosas porque la “plaga” puede extenderse al orden nacional. Las manifestaciones de ese mal ejemplo son diversas, pero pueden sintetizarse en una causa: se trata de un gobierno decente y para el esquema de poder oficial, para el esquema donde señores como Amado Boudou, Aníbal Fernández o Julio De Vido son protagonistas centrales, esa realidad es insoportable.

Planteada así la cuestión, los muchachos procedieron con la delicadeza que los distingue. En esto son coherentes. El objetivo no es la lucha contra la droga, sino enlodar una gestión que no es perfecta, pero es republicana, democrática y tiene las uñas cortas y las manos limpias. Seamos sinceros, los Kirchner jamás se preocuparon por ponerle límites al narcotráfico en la Argentina, entre otras cosas porque nadie le pone límite a lo que lo beneficia. En los insistentes monólogos de la señora jamás este tema mereció un párrafo. Es más, en los últimos diez años los grandes cárteles del narcotráfico saben que en la Argentina cuentan con una suerte de territorio liberado.

Importa saber al respecto que la Argentina es el país que hoy exhibe el nivel de consumo de cocaína más alto de la región. Los reclamos por tomar algunas medidas básicas de protección, como radarizar el espacio aéreo y controlar los vuelos ilegales, no pasaron de ser asumidos en determinada contingencia para convertirse luego en promesas incumplidas. Pero hete aquí que de pronto a los muchachos se les despierta una inesperada vocación militante contra la droga en la provincia de Santa Fe. Para ello se valen de una investigación periodística debidamente fogoneada desde las usinas oficiales, investigación en la que las dos imputaciones importantes por lo menos las conocidas- contra el ex jefe de policía Tognoli están a punto de caerse, pero a los efectos de la estrategia final, eso no importa, porque lo que se busca no es terminar con el narcotráfico en Santa Fe, sino terminar con el Frente Progresista o cualquier otro intento que pretenda poner en discusión el poder de los Kirchner en la Argentina.

Las palabras del señor Andrés Larroque en la Cámara de Diputados de la Nación, fueron aleccionadoras por varios motivos. En primer lugar, la opinión pública pudo conocer el tamaño y el filo de las uñas del “jovencito” que supuestamente encarna los nuevos ideales juveniles. En segundo lugar, los dirigentes opositores, algunos bastante proclives a dejarse seducir por los cantos de sirena “progresistas” de los Kirchner, pudieron experimentar en carne propia cómo pagan los favores estos muchachos. En tercer lugar, la desmesura de la imputación contra el “narcosocialismo”, puso en evidencia que no tienen límites.

A Larroque no se le salió la cadena, entre otras cosas porque nunca la tuvo. Sus palabras expresan los modales, el estilo y el concepto que tiene acerca de quienes no piensan como él. Lo suyo no fue un exabrupto, fue una bajada de línea para todos, para los opositores y para los seguidores, cosa de que nadie deje de saber cómo se manda y cómo se obedece. Su intervención fue coronada con aplausos y felicitaciones. Pero por si a alguien le quedaba alguna duda acerca de lo sucedido, bueno es saber que una de las adhesiones más calurosas que recibió en estos días fue la de Amado Boudou.

¡Paradojas de la Argentina contemporánea! Binner y Bonfatti deben dar explicaciones acerca de su moralidad, mientras el señor Boudou se pasea lo más campante por los diversos escenarios del poder. ¡Delicias de las libertades públicas! Los legisladores peronistas leales a una presidente que no convoca a conferencias de prensa, le exigen a un reconocido gobernador narcosocialista que permita la presencia de periodistas en una reunión reservada Y todo esto ocurre mientras una ex ministra de Economía sigue sin explicar por qué había una bolsa con dinero en su despacho y el señor Ricardo Jaime sigue en libertad, junto con los responsables de la tragedia ferroviaria de Plaza Once.

El cinismo del poder es tan descarado, que más que preocuparse por probar su inocencia, se esfuerza por tratar de demostrar que todos somos corruptos. La noticia, por lo tanto, no es De Vido, o Jaime, o Aníbal Fernández; la noticia pasa por Binner, o Bonfatti, o Barletta. Lo que hay que hacerle creer a la gente no es lo que ya sabe, es decir el nombre de los corruptos de siempre, sino convencerla de que en Santa Fe gobierna el “narcosocialismo”.

Cuando lo escuchaba a Larroque denunciar al “narcosocialismo”, pensaba para mí cómo asumiría ese dato el diputado nacional por Formosa, Ricardo Buryaile, quien hace unas semanas declaró que en su provincia la lucha contra el narcotráfico está perdida. O los legisladores de Salta y Jujuy, quienes seguramente tendrán presente esa ancha y transitada avenida en la que se ha convertido la frontera para los narcotraficantes.

O aquel episodio ocurrido en Jujuy en 2005, cuando una camioneta oficial volcó en la ruta y aparecieron misteriosamente más de ciento veinte kilos de droga. Y a propósito de accidentes en la ruta con coches oficiales, ¿Cómo no tener presente cuando en nuestra provincia una camioneta con inscripciones del Ministerio de Desarrollo Social apareció a la vera de la ruta provincial 4 con más de 450 kilos de marihuana?.

Si el señor Larroque quisiera conocer en serio las relaciones del narcotráfico con la política, debería conversar más seguido con Aníbal Fernández para preguntarle, entre otras cosas, qué pasó en 1994 en el Estadio Chico de Quilmes o por qué organizó un operativo de rescate en 2005, en Salta, para salvar a los policías federales que estaban a punto de ser procesados porque los encontraron con las manos en la masa. Y si quisiera ir a fondo con el tema, haría muy bien en investigar qué ocurrió en lo que se conoce como “la masacre de General Rodríguez”, el ajuste de cuentas mafioso contra los empresarios farmacéuticos Sebastián Forza, Damián Ferrón y Leopoldo Bina. Y ya metido en el tema, sería bueno saber su opinión acerca de los generosos aportes del señor Forza a la campaña electoral de la señora Cristina en 2007.

¿Y por qué no hablar de Gustavo y Eduardo Juliá, los intrépidos aviadores que salieron del Palomar, pasaron por Ezeiza y llegaron a España con una tonelada de cocaína?. Nadie vio nada y nadie dijo nada. Las camionetas entraron por Bolivia, cruzaron todo el país, dejaron la mercadería en el aeropuerto y si los españoles no hubieran intervenido los señores Juliá todavía estarían haciendo de las suyas. Algunos datos menores. La empresa “Medical jet” le vendió un avión a Lázaro Baez, un abnegado militante de base del kirchnerismo. Otro dato curioso: la empresa dueña del Challenguer cargado con droga, es la misma que usó Kirchner para la campaña electoral de 2003. ¡Y Larroque habla del narcosocialismo!

Pero si este muchacho quisiera saber de las conexiones entre lavadores de dinero, operaciones financieras y blanqueo de capitales, quizá debiera hablar con sus jefes. Para empezar, podría preguntarle a la presidente cómo hicieron ella y su marido para incrementar -desde que llegaron al poder- su fortuna en un 572 por ciento, una hazaña nacional y popular que los narcosocialistas de Santa Fe serían incapaces de realizar.

Y metido de lleno en la conversación, Larroque podría preguntarle a su jefa sobre los destinos de los fondos reservados de Santa Cruz, pero muy en particular, acerca de sus relaciones con Eduardo Caffaro y Aldo Ducler, hombres de confianza de su marido, uno de ellos nombrado en 2003 por Él en el Banco Central y titular de la firma Mabank con sede en las islas Caimán, y el otro, dueño de la financiera “Mercado abierto”. A esas selectas amistades los narcosocialistas de Santa Fe está claro que no pueden acceder.

Y aprovechando el estimulante y bucólico clima de la Quinta de Olivos, no estaría de más saber cómo anda la empresa pesquera Conarpesa, exportadora de pescados congelados, entre otras mercaderías; empresa de la cual Él era dueño de un tercio de las acciones a través de dos aguerridos militantes nacionales y populares: Ricardo Jaime y Claudio Minnicelli. De alguna manera hay que ganarse la vida.

Como se podrá apreciar, Larroque posee una gran autoridad moral para calificar de narcosocialistas a Binner y Bonfatti. Por lo pronto, ya sabemos que a pesar de la heroica lucha que el gobierno nacional libra contra el narcotráfico, el resultado promete ser incierto porque, como es bien sabido, y Larroque acaba de confirmarlo, los cárteles de la droga y los barones mafiosos tienen en la Argentina al narcosocialsimo como aliado incondicional.

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