¡Diciembre!

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Ma’ qué noviembre ni qué ocho cuartos, siete octavos o la fracción que quieran. ¡Diciembre, papá, mes de tres cuartos, quince o treinta litros, corchos gruesos, despedidas, balances pero no balanzas! Diciembre, no sé si les dije, es distinto a todos. Es diciembre. Nos vamos. Nos fuimos. Chauuu...

 

TEXTOS. NÉSTOR FENOGLIO. [email protected]. DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI. [email protected].

Los romanos, tipos laburantes, emprendedores pero también jodones, ya anticiparon con claridad el carácter de diciembre. Era el mes decem (diez), el útlimo de su calendario que constaba precisamente de sólo diez meses. Después agregaron enero y febrero, que son dos meses arribistas. El año comenzaba en marzo y cualquier parecido con nuestra Santa Fe es pura coincidencia...

Lo que quiero decir es que diciembre se cae del mapa, es un mes atípico y mentiroso: es el mes diez pero es el doce. En cualquier registro, es el último y por ende un mes diferente, que tiene un airecito de cosa terminada que no lo puede levantar ni el enorme ejército de jodidos que se acuerdan justo aquí que no hicieron lo que no hicieron en el resto del año y pretenden, ilusos, malos bichos, hacerlo justo en diciembre y justo en la oficina o en el laburo en que vos estás. ¡Ja!

Porque para el resto de los mortales y las personas más o menos normales (¡ja!, de nuevo...) diciembre ya fue. Vos podés hacer lo que quieras ahí afuera, podés ponerle la onda que quieras, meterle ritmo o seudo ritmo a la cosa, pero estamos en diciembre, hermano, así que andá parando las pretensiones y más vale decime cuándo y dónde se reúnen los muchachos, si estoy invitado y qué tengo que llevar.

En diciembre se dobla y se guarda el año. En los laburos más o menos piolas, tus jefes comienzan a ver por internet sitios que contienen ofertas de vacaciones, mapas, postales paradisíacas, y vos hacés lo mismo, así que una de las características fundantes de diciembre es que uno está pero no está, es un holograma de sí mismo, López o Fenoglio están materialmente aquí pero espiritualmente despanzurrados en una playa cualquiera, trago a mano y oteando el horizonte abierto, lejano y bello... (diciembre está lleno de mala poesía).

Laboralmente hablando, tenés los empleados pan dulce: aparecen a fin de año. No estuvieron en todo el año, porque tienen parte de enfermo largo, depresiones o algo pero en diciembre aterrizan, joviales y entusiastas (y vos estás colgado de los remos), y quieren recuperar tiempo y afectos perdidos. Su falso entusiasmo al final queda al descubierto: vienen pero por alguna cuestión legal, vienen pero nunca estuvieron, vienen, se anotician de la licencia y vuelven a desaparecer hasta el año próximo.

Y tenés los empleados tipo cañita voladora: están esperando el menor descuido, cualquier chispa para encenderse y rajarse: su esencia es el viaje, estamos de paso y por ende su presencia en el trabajo es muy del tipo “diciembre”: estoy pero no estoy; soy yo pero voy a ser completo y de verdad cuando me vuele de aquí.

En algunos laburos quieren impostar un viso de seriedad y pretenden que, como te pagan el mes (y todavía más, con el aguinaldo; y más todavía con los anticipos de licencia; y más con los premios), vos labures normalmente y entonces elaboran balances, cierres, estadísticas, proyecciones. Sí, sí: hagan lo que quieran, pues, como dice Sor Juana (una referencia religiosa pero bastante mundana, como diciembreà) este que veis, engaño colorido, que del arte ostentando los primores, con falsos silogismos de colores, es cauteloso engaño del sentido; que traducido a la Argentina actual quiere decir que puedo asumir una forma humana y más o menos fenogliana, pero no soy el que soy, ya estoy corrido chico, ya me rajé, ya estoy en otra...

Con feriados, un manojo de despedidas, y un tonito de se hunde el barco, diciembre postula esa sensación de fiesta, tono jocoso y sabio sentido de cosa juzgada que bien podríamos sostener para el resto del año, el que fue o el que viene, o para el resto de la vida, si quieren (diciembre tiene a veces un registro sofista levemente pesado, que felizmente termina superado a la segunda botella). Y nos vamos. No hay problemas con ustedes: pueden dejar sus inquietudes, llamar, hacer sugerencias que yo los voy a atender y a escuchar, mis chiquitos, con muchísima atención pero porque, de última, literalmente hablando, estamos en diciembre...