El remero que recibió elogios de Toscanini

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Pedro Mirassou, un excelente remero, vendedor de autos y jinete, fue educado deportivamente en las instalaciones del Club de Regatas Santa Fe. Años después se convirtió en un prestigioso tenor e interpretó con singular suceso “La Marsellesa”, “El Matrero”, “Carmen” y “El barbero de Sevilla”.

TEXTOS. TOMÁS RODRÍGUEZ. FOTOS. GENTILEZA CLUB REGATAS Y EL LITORAL.

En las primeras décadas del siglo pasado, cuando el Club de Regatas se había afincado definitivamente junto a la Laguna Setúbal, luego de abandonar su solar del barrio Sur y el arroyo El Quillá -famoso entonces por la aventura de un joven deportista (nadador, waterpolista y remero) llamado Pedro Antonio Candioti-, surgió una figura de excelentes aptitudes para determinadas actividades y de una voz que se asemejaba a la de un tenor.

Se trataba de una época en la que, en los grandes coliseos del mundo, brillaban figuras como Claudia Muzzio, Nena Juárez, Rosa Raiza, Isabel Marengo, Carlos Galiffi y Miguel Fleta. A todas ellas se sumó, luego, Pedro Mirassou entre las voces más destacadas de la lírica.

Han relatado los hombres que más conocieron las islas, en las Tribus o en las instalaciones del Club de Regatas Santa Fe, que Pedro Mirassou remaba y proclamaba su joie de vivre, hecha de potente salud física y de sana expansión anímica, cantando a todo pulmón.

El ámbito del legendario Club de Regatas Santa Fe se llenaba muchas veces con su potente voz y fue, tal vez en esos momentos, que descubrió en su garganta privilegiada y en sus pulmones educados en los esfuerzos del remo y la natación, que atesoraba las riquezas vocales que, junto con su prestancia atlética y su carácter, lo harían encumbrarse como cantante lírico.

LA VOZ DEL TENOR

Cuenta la historia que, con el transcurrir de los años, los viejos remeros de la prestigiosa entidad lagunera solían recordar el día en que Mirassou se trepó en el balcón de un hotel de la avenida de Mayo, en Buenos Aires, donde se encontraban en trance de regatas tigrenses, para unir su voz a la de la multitud que entonaba “La Marsellesa”, a los fines de festejar la victoria de los aliados al término de la Primera Guerra Mundial.

Los acentos poderosos y encendidos de Mirassou dominaron el coro multitudinario y las estrofas del famoso canto de la libertad resonaron dominadores por encima de la muchedumbre sorprendida y admirada que le prodigó, quizás, la primera gran ovación brindada a su sonoro arte, como anticipo de las innumerables que recibiría luego en los más famosos teatros del mundo.

PRIMER TRIUNFO DEL REMO

Entusiasta cultor del remo, le cupo el honor a Mirassou de integrar con Pedro Antonio Candioti, Carlos Bianchi, Octavio Pacheco y Atilio Copes, la tripulación que -por primera vez en la historia de Regatas Santa Fe- haría flamear su gallardete en el mástil del río Luján.

Este acontecimiento, que sacudió a la capital del segundo estado argentino, sucedió el 11 de septiembre de 1916, cuando la entidad obtuvo en forma brillante la Copa “La Marina”.

Sus condiciones de deportista ejemplar llevaron al prestigioso remero a ocupar el cargo de capitán de la institución que conoció durante su infancia y que llevaba en el corazón; y desempeñó esa función con celo y capacidad durante el ejercicio 1918-1919.

EL TENOR

Ya bien madurado en hombre, Pedro Mirassou emprende, llamado por su vocación artística, la carrera de tenor que habría de consagrarlo universalmente. Y su triunfo lo aleja para siempre de su

querida Santa Fe y de su bienamado club, conmovido siempre por sus grandes éxitos.

El 14 de mayo de 1928 quedó grabado en la retina de los asistentes al principal coliseo argentino con la consagración definitiva del notable tenor. Su voz estremeció al exigente público del Teatro Colón que, al finalizar la obra, aplaudió de pie por más de diez minutos la espectacular labor del artista proveniente de la ciudad fundada por el vizcaíno Juan de Garay, donde se originó la Constitución Nacional, se pronunció por primera vez la palabra “Argentinos”, se fabricaban los exquisitos alfajores, se saboreaba la mejor cerveza del país y se admiraba la belleza de sus mujeres.

Mirassou sorprendió desde el proscenio del fabuloso coliseo, ubicado en Viamonte 1168, con su inigualable voz al interpretar “La Marsellesa”, de Georges Bizet, en una función de gala organizada por el gobierno argentino para celebrar la fiesta patria francesa.

Muchos vecinos de esta capital recordaron por décadas ese acontecimiento histórico de la lírica, porque ese mismo día se produjo en el distrito Campo Andino, en el norte del departamento La Capital, la muerte de Celestino Fernández, más conocido con el seudónimo de “Mandinga”.

“EL MATRERO”

Otra labor estupenda del artista santafesino tuvo lugar el 12 de julio de 1929 en el Teatro Colón de Buenos Aires con “El Matrero”, una ópera de tres actos del compositor Felipe Boero (fue pionero en utilizar libretos en castellano, abriendo la puerta a un importante desarrollo literario del género en ese idioma), sobre un escrito del famoso poeta uruguayo Yamandú Rodríguez, dirigida por Héctor Panizza. La obra llegó a ser un hito en la historia de la música sudamericana.

Solamente en ese coliseo fue interpretada más de 50 veces. Integraban el elenco el tenor Pedro Mirassou, como Pedro Cruz, el Matrero, payador enamorado de Potenzuela; Nena Juárez, mezzosoprano, como Potenzuela, una joven valerosa; Apollo Granforte, barítono, era el padre de aquélla, y el tenor Atilio Muzzio, el personaje de Zampallo, quien aspiraba a conquistar a Potenzuela.

MÁS ÉXITOS

Dos años más tarde, el prestigioso tenor santafesino cumplió una actuación excepcional en el Teatro Colón de Buenos Aires. Fue el 18 de julio de 1930, en el inicio de la temporada lírica con la puesta en escena de “El Barbero de Sevilla”, del compositor Geoachino Rossini. La obra formó parte de los actos en conmemoración del “Día de la Independencia del Uruguay” y en la ocasión el director de Orquesta y Maestro Concertador fue Farrucio Calusio.

En 1934, el tenor santafesino Pedro Mirassou interpretó a Don José, de la ópera “Carmen”, en el Teatro Municipal de Santiago de Chile, con un notable éxito. En la oportunidad, tuvo un reconocimiento especial por parte del soberano trasandino, cuyo público, de pie en los palcos, plateas y graderías, aplaudió durante un cuarto de hora al concluir la obra. Ésta se había cantado por primera vez en la capital chilena el 27 de agosto de 1884. Además, habían asumido otros roles centrales la mezzosoprano María Teresa Volpe, como Carmen; la soprano Nella Giudetti, en el rol de Micaela, y Joaquín Villa, como Escamillo.

El 8 de agosto de 1937, en el teatro Colón de Buenos Aires, se puso en escena “Siripo”, una ópera en tres actos y un prólogo, cuyo director fue Tulio Serafín. Pedro Mirassou interpretaba a Sebastián Hurtado, y Marcelo Urizar al principal protagonista. Debe destacarse que Felipe Boero, el autor de la obra, resultó ser un operista por antonomasia, representante del nacionalismo de la generación de los ‘80 del siglo XIX.

Otra de las actuaciones que perduran en la mente de los más prestigiosos hombres y mujeres de la lírica fue la puesta en escena de “Otello”, en el primer coliseo argentino. Participaron, junto a Mirassou, otros destacados hombres de la lírica como Carlos Guichandut, Carlos Cossutta y Liborio Simonella.

LAS AGRUPACIONES ISLEÑAS

Un aspecto característico de la vida del Club de Regatas Santa Fe fue, durante varias décadas, la actuación que le cupo a las agrupaciones isleñas, que le dieron un matiz y colorido a la vida sana, al aire libre y disfrutando del medioambiente en esta región del Litoral Argentino.

Casi nos atrevemos a afirmar que esta forma de proyectar la vida de la institución hacia el escenario natural y agreste de la isla, a través de numerosas agrupaciones de socios, representaba una característica exclusiva de esa popular entidad. La isla, tan cercana, casi había llegado así a formar parte del dominio mismo del club verde-oro.

“VUELTA DEL PARAGUAYO”

Desde los distantes días, allá por el año 1925 o antes, en que un grupo más o menos organizado de socios, que luego daría lugar a la Agrupación “Vuelta del Paraguayo”, empezó a concurrir a la isla fronteriza, llamada Del Sirgadero y más conocida por la “Isla de Aicardi” para practicar fútbol y realizar largas y amigables mateadas. La atracción del paisaje isleño con sus verdores, su sol y su soledad propiciaba al libre y varonil esparcimiento.

Los entusiastas concurrentes decían entonces que todo lo citado precedentemente ejercía su pintoresco y primitivo sortilegio sobre grupos de asociados reunidos por afinidades deportivas y afectuosa camaradería, que se organizaron en grupos o tribus; ellos mismos establecieron sus normas de convivencia, tácitas o expresas.

De esta manera, nació un día la “Tribu Mocoreta”, llamada a señalarse definitivamente como la institución que introdujo el básquetbol en la ciudad de Santa Fe, siendo allí el lugar donde comenzaron las actividades de recreación y divertimento que dieron lugar al nacimiento de esta disciplina que tantas alegrías le brindó a esta capital, la provincia y el país. Regatas Santa Fe fue el precursor, mérito innegable y que llena de orgullo a la tradicional entidad lagunera.

Así, en el mismo predio y sobre el recuerdo de la desaparecida Tribu nació luego la Agrupación “Los Guácharos”. Del mismo modo, la isla, desde la boca de la laguna Setúbal hasta la “Vuelta Andino” del riacho Santa Fe, se fue poblando de sucesivas agrupaciones: “Los Timbúes”, “Los Patagones”, “La Nicla”, “Los Tobas”, “Los Guaycurúes”, “Los Querandíes”, etc.

En cada una de ellas, principalmente los sábados y domingos, surgía un foco vivo de actividad y de alegre expansión vital con todos los matices temperamentales propios de cada grupo, desde los definidores de la madura serenidad veterana a la ruidosa expresividad del clan juvenil sobrecargado de ardores y energías.

Decenas y decenas de asociados regatistas concurrían -de tal manera- a los rincones isleños, hacia las respectivas ranchadas abiertas al viento del pajonal, frescas y umbrosas bajo las arboledas y bañadas de resolanas, a cumplir los ritos placenteros de la amistad y camaradería, a olvidar preocupaciones y tonificarse el cuerpo y el espíritu en el ejercicio realizado a cuerpo desnudo, en el contacto amigable y sin protocolos, y en las reuniones dicharacheras donde el humor alegre y chispeante siempre fue un hontanar constante de carcajadas.

VIDA SANA EN LAS ISLAS

La vida sana de las agrupaciones isleñas es uno de los aspectos más interesantes de la propia existencia del Club de Regatas Santa Fe, incluyendo a los integrantes del básquetbol, remo, gimnasia, natación, tenis, vóleibol, waterpolo, etc.

Todo esto ha logrado consustanciarse con las múltiples manifestaciones de la actividad de la institución con sede en la avenida Leandro N. Alem 3288, que siempre ha reconocido en esos grupos de asociados, aferrados de cualquier modo al club por una inconmovible adhesión, el mérito de una misión generosa y útil.

Cabe consignar que los mismos han contribuido efectivamente a realizar, mediante el intenso culto de la amistad, el libre ejercicio del deporte y el amor a la naturaleza, una de las principales funciones de la entidad que es, dentro de sus límites, propender a la armónica convivencia de los hombres y a su salud física y moral.

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Sus condiciones de deportista ejemplar llevaron al prestigioso remero a ocupar el cargo de capitán de la institución.

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Pedro Mirassou remaba y proclamaba su joie de vivre, hecha de potente salud física y de sana expansión anímica, cantando a todo pulmón.

“UN TENOR QUE NO HACE SUFRIR”

El tenor argentino Pedro Mirassou fue considerado el primer gran cantante nacional en su cuerda, siendo su voz clara y de natural emisión lo que le valió un importante elogio de Arturo Toscanini: “E un tenore che non fa soffrire” (“Es un tenor que no hace sufrir”), es decir que se trata de un concepto de notable valor artístico.

Mirassou había nacido en Santa Fe en 1896, y en su debut en el Teatro Colón compartió cartel con Claudia Muzzio, en 1928, cuando tenía solamente 32 años.

Además de buen cantante, parece que Mirassou (según reveló el escritor Horacio Sanguinetti) había sido un experto jinete. En la ópera rural “El Matrero”, de Felipe Boero, encarnaba al protagonista (lo haría en todas las versiones brindadas por el Teatro Colón, desde su estreno en 1929 hasta 1948), justamente un gaucho matrero y cantor, también llamado Pedro.

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La vida sana de las agrupaciones isleñas es uno de los aspectos más interesantes de la propia existencia del Club de Regatas Santa Fe.