Al margen de la crónica

La pesadilla de Putin

El golpe más duro a la imagen internacional del presidente ruso, Vladímir Putin, no se lo endosaron las multitudinarias protestas opositoras, sino el grupo punk Pussy Riot: cinco chicas con pasamontañas de colores y un más que dudoso talento musical.

“Madre de Dios, echa a Putin”, reza la plegaria punk que intentó escenificar en febrero pasado el conjunto feminista en la catedral de Cristo Salvador de Moscú, el principal templo ortodoxo de Rusia, y que se convirtió en gran éxito mundial en la red Youtube.

Otros grupos radicales habían protagonizado protestas antigubernamentales, pero nadie había osado elegir como escenario un templo de la Iglesia Ortodoxa, a la que durante más de una década Putin trata de erigir en uno de los pilares de su Estado.

La protesta contra el retorno de Putin al Kremlin desde el principal altar de Rusia convirtió lo que parecía una mera gamberrada juvenil en un incidente político de magnitud internacional.

Tres de las cinco jóvenes -Nadezhda Tolokónnikova, María Aliójina y Yekaterina Samutsevich- fueron detenidas y en un abrir y cerrar de ojos se convirtieron en auténticas celebridades: para unos heroínas y para otros unas sacrílegas.

La oposición rusa comenzó a utilizar su imagen como símbolo del movimiento “Rusia sin Putin”, mientras la Iglesia Ortodoxa Rusa (IOR) las relacionó directamente con la mayor campaña anticlerical desde la caída de la Unión Soviética.

“Estoy convencido de que Dios condena lo que ellas hicieron. Estoy seguro de que este pecado será castigado en esta vida y en la próxima”, aseguró el arcipreste Vsévolod Chaplin, portavoz y uno de los principales ideólogos de la IOR.

Amnistía Internacional las proclamó presas de conciencia y las cancillerías occidentales pusieron la persecución de Pussy Riot como ejemplo de la involución democrática de Rusia desde el comienzo del tercer mandato presidencial de Putin.

El juicio, con sus continuas alusiones a dios y al diablo, al paraíso y al infierno, hizo recordar los procesos por brujería de la Inquisición.

La imagen de Tolokónnikova entre rejas, con una camiseta azul con el célebre lema antifascista español “No pasarán”, recorrió el mundo.

“Nuestros motivos fueron exclusivamente políticos. No somos enemigas de la cristiandad. Queremos que los creyentes ortodoxos estén de nuestro lado, del lado de quienes se oponen al autoritarismo”, dijo Tolokónnikova.

Pussy Riot decidió escenificar su actuación después de que el Patriarca ortodoxo Kiril pidiera el voto para Putin en vísperas de las elecciones presidenciales de marzo.