La argentinidad, al palo

Lo escribió H.G. Wells, aunque su real significancia se alcanzó a través de un tono de voz en una transmisión radial. De la fatídica genialidad de Orson Welles a la paranoia de la cotidianeidad argentina.

Federico Aguer

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“Señoras y señores, esto es lo más terrorífico que nunca he presenciado... ¡Espera un minuto! Alguien está avanzando desde el fondo del hoyo. Alguien...o algo. Puedo ver escudriñando desde ese hoyo negro dos discos luminosos... ¿Son ojos? Puede que sean una cara. Puede que sea...”

Mañana lluviosa de miércoles en Santa Fe. La jornada intenta transcurrir con normalidad en la capital provincial. Mientras algunos recorren la peatonal buscando ofertas para los regalos navideños, otros desde sus oficinas espían el reloj esperando que llegue la pausa del mediodía. A la vez que las cuadrillas de la EPE intentan restablecer la normalidad de barrios enteros sin luz, muchas calles todavía permanecen inundadas por los temporales de los últimos días.

Súbitamente, la monotonía gris se sacude con un anticipo emitido desde una emisora de FM: La cola de un tornado estaría llegando desde San Carlos a Santa Fe en menos de una hora. De inmediato, el rumor se hace noticia, vuela por las redes sociales, llamadas de advertencia a familiares, y, como si fuera poco, la administración pública que “libera” a la gente para que abandone las oficinas y vuelva a sus casas.

El miedo se transforma en pánico y se vuelca a las calles y avenidas de la ciudad. Los santafesinos, sensibilizados por los últimos fenómenos climáticos, por el 21D, y por el agotamiento propio de cada fin de año, intentan reunirse con sus familiares sorteando los piquetes y volver a casa antes que la naturaleza vuelva a descargar su furia impredecible.

74 años después que Orson Welles realizara su célebre emisión radial, en la que relataba en forma de noticiario la caída de meteoritos que posteriormente corresponderían a los contenedores de naves marcianas que derrotarían al ejército norteamericano usando un rayo de calor y gases venenosos, la profecía autocumplida de los medios masivos de comunicación vuelve a hacerse realidad.

Aquella broma de Halloween que duró casi una hora, provocó un colapso de las redes telefónicas de aquel entonces. Esta semana, en un período donde la tecnología aporta innumerables soportes tecnológicos nuevos a la información, volvió a asomar ese instinto gregario por la supervivencia. Un temor ancestral que se contagió en segundos; y que está a flor de piel, en una sociedad atravesada por el miedo; donde la norma es la anormalidad, la incertidumbre es cotidiana, y la necesidad de sobrevivir un día más, la moneda más corriente.