¡Pobre Darín!

darin.jpg

El actor, en una escena del filme “Séptimo”. Foto:telam

Rogelio Alaniz

¡Pobre Darín! En los berenjenales que se mete por hacer una pregunta en voz alta. Se dice que la señora no debería haberle contestado. Que una presidente no puede andar por la calle contestando a cada una de las críticas que le hacen. Así debería ser en un país normal, pero nosotros sabemos hace rato que no encuadramos en esa categoría. Por eso nos hemos resignado a convivir con una presidente pendenciera, una mujer que se vale de todos los recursos del Estado para atemorizar o humillar a los que no piensan como ella, o a los que simplemente se les ocurre hacerle alguna pregunta incómoda.

La señora se atribuye el derecho a contestar cada imputación que le hacen en la calle y justifica sus respuestas en nombre de la igualdad y la verdad. Igualdad que no existe por la desproporción de los roles ejercidos, y verdad que no sale a la luz porque la señora habla de todo menos de lo que le preguntan. Repasemos. Darín - a mi criterio uno de los grandes actores argentinos y, de acuerdo a algunos comentarios de amigos comunes, un gran tipo- lo único que preguntó es cómo hicieron Ella y Él para acumular su fortuna. ¡Pobre Darín!. Su interrogante, a decir verdad, no tiene nada de original. Es el mismo que nos hacemos millones de argentinos desde hace años sin que hasta el momento hayamos recibido una respuesta.

Perdón. Corrijo. Hubo una respuesta. Pero no la dio la presidente, la dio un señor llamado Oyarbide que, da la casualidad, trabaja de juez y que, a juzgar por sus actos, más que un juez es un amigo de la señora o, para ser más exacto, un leal e incondicional servidor, el modelo ideal de funcionario judicial que la señora quisiera para renovar la Justicia. Oyarbide es el hombre. O, por qué no, Zaffaroni. Oyarbide y Zaffaroni. Es mucho lo que comparten y poco lo que los diferencia. Comparten, por ejemplo, ciertas aficiones inmobiliarias y, además el afecto bizarro de una señora tan respetable como Hebe Bonafini, quien no vacila en considerar que esos son los jueces que los argentinos nos merecemos. ¡Pobre Darín!

Lo cierto es que la señora decidió contestarle a Darín. Está en su derecho, insisten sus amigos. Yo no estoy tan seguro. Jurídicamente nadie se lo pueda impedir, pero un presidente tiene consideraciones éticas y morales tanto o más importantes que las jurídicas. Por lo pronto, no me imagino en una situación parecida a Mujica, Roussef u Obama, por ejemplo.

Pero admitamos en homenaje a la causa nac&pop que a Ella le asiste el derecho a réplica. Y así lo hace. La señora responde, y le recuerda a Darín que alguna vez estuvo implicado en el contrabando de un auto, pero ¡hete aquí! que lo único que no contesta es a la pregunta que le hizo el actor. Así de sencillo. La presidente parlotea, pero la pregunta fundamental no la responde. Un corte, una quebrada, una gambeta, y a otra cosa mariposa.

¡Pobre Darín¡ Acostumbrado en el cine a tratar con estafadores o vividores de mala muerte, supuso que la mayor expresión de la delincuencia en la Argentina son los estafadores de “Nueve reinas”. Y que sólo son sórdidos los personajes de “El secreto de tus ojos” ¡Pobre Darín!.