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“Transformar la tecnología”

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¿Debe el ser humano someterse al frío supuesto progreso que prometen las maquinarias, o la tecnología debería ser rediseñada para servir mejor a sus creadores? Esta pregunta es la base y la clave de las reflexiones de Andrew Feenberg en Transformar la tecnología, que acaba de publicar la Editorial Universidad Nacional de Quilmes.

La cuestión de fondo del que depende el futuro de la civilización industrial no es un problema técnico, “sino que se refiere a una cuestión fundamental de la filosofía social: la neutralidad de la tecnología y la teoría relacionada del determinismo tecnológico. Si la tecnología es neutral, entonces sus significativos impactos ambientales, que frecuentemente alteran el orden social, deben considerarse como efectos secundarios accidentales e inherentes al progreso. Gran parte del debate actual se polariza en el problema de si tales efectos secundarios son mayores que los beneficios. Los defensores de un mayor progreso invocan a la ‘razón’ como su aliada, mientras que los adversarios defienden a la ‘humanidad’ frente a las máquinas y las configuraciones sociales mecanizadas. El escenario está listo para una lucha a favor y en contra de la tecnología”.

Feenberg sostiene que la teoría crítica de la tecnología rechaza este dilema y argumenta que el verdadero problema no es la tecnología o el progreso en sí mismos, sino la variedad de tecnologías posibles y de caminos hacia el progreso entre los que podemos elegir, a diferencia de los deterministas, que no creen existan tales alternativas.

“Sostengo”, escribe Feenberg, “que la degradación del trabajo, de la educación y del ambiente no se origina en la tecnología en sí misma, sin en los valores antidemocráticos que gobiernan el desarrollo tecnológico. Las reformas que ignoren este hecho fracasarán, incluidas las propuestas de simplificar nuestro estilo de vida o las de renovación espiritual. Por más deseables que sean esos objetivos, ningún progreso fundamental tendrá lugar en una sociedad que sacrifica millones de individuos a la producción y les quita el poder a sus miembros en cada aspecto de la vida social, desde el esparcimiento hasta la educación, desde el cuidado médico hasta la planificación urbana”.