EDITORIAL

Un ejemplo de periodismo

El mito de la “prensa militante” vs. la “prensa mercenaria” acaba de estrellarse contra la realidad. La Cámara Federal de Casación Penal revocó un fallo absolutorio del Tribunal Oral en lo Penal Económico 3 y condenó al expresidente, Carlos Menem, y al exministro de Defensa, Oscar Camilión, por el contrabando agravado de armas a Ecuador y Croacia.

 

A quienes se esfuerzan por actuar como si fuesen los dueños del pasado pero suelen padecer de llamativas amnesias históricas, habrá que recordarles que los hechos que derivaron en esta causa judicial y que desembocaron en la primera condena a un expresidente elegido por el voto popular en la Argentina, salieron a la luz gracias al trabajo del periodismo.

Daniel Santoro, del diario Clarín, uno de los periodistas de investigación más reconocidos del país, publicó aquellos informes que revelaban la trama secreta de la venta de armas que derivó, incluso, en la voladura de la Fábrica Militar de Río Tercero.

Parte de los cargamentos partieron hacia Croacia, violando las resoluciones de Naciones Unidas que prohibían abastecer de armamentos a los bandos en pugna en los Balcanes. El resto de las armas fue enviado a Ecuador, a pesar de que la Argentina debía actuar como garante de la paz entre ese país y su vecino Perú.

Aquel trabajo periodístico desencaja en el relato de quienes, en la actualidad, intentan convencer a los argentinos de que el rol del periodismo profesional es, simplemente, una falacia.

En primer lugar, porque las publicaciones se produjeron en un medio que, en estos momentos, es acusado por el gobierno de haber sido funcional a todo lo oscuro que sucedió en el pasado de la Argentina.

Además, los informes que revelaban la trama oculta de aquellos casos de corrupción institucional se publicaron cuando el entonces presidente Carlos Menem gozaba prácticamente de la suma del poder público.

Seguramente no fue sencillo soportar la presión y las amenazas de un gobierno que acababa de ser reelecto por más del 50% de los votos, que controlaba en el Congreso y que se las había ingeniado para manejar a su antojo a la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

¿Cómo se entiende, entonces, que el mismo periodista que publicaba aquellos informes contra el gobierno de Carlos Menem, resulte en estos momentos “incómodo” para el kirchnerismo?

La lógica maniquea del relato actual no encuentra respuesta frente a este dilema. Sobre todo, cuando el periodista que develó la trama de la venta de armas mantiene, 18 años después, la misma postura sobre los hechos; mientras que el kirchnerismo y Carlos Menem establecieron una alianza política reflejada en el apoyo del senador riojano a los proyectos oficiales.

Lo sucedido con esta causa judicial fortalece el rol del periodismo profesional y deja al descubierto la perversa estrategia de un poder que intenta demonizar a la prensa, cada vez que ésta se torna inconveniente y fastidiosa.

Los periodistas no son jueces, ni fiscales. Su objetivo es, simplemente, el de buscar la verdad, más allá de quién resulte beneficiado o perjudicado por ella.