Una plaza llena de gente... un silencio lleno de Dios...

Mons. Lucio Adrián Ruiz (*)

Así inicia su Pontificado este nuevo Papa, al que los “Cardenales han ido a buscarlo casi al fin del mundo...”, con una llamada al Pueblo de Dios para unirse en la oración. A una ese río de gente, que empezaba en Plaza San Pedro y seguía por toda la Via della Conciliazione, se sumergió en el más profundo silencio orante, pidiendo a Dios la bendición para su nuevo Pastor.

No era un simple reunión humana, ¡era un encuentro de fe!

Qué misterio religioso tan profundo hemos podido verificar, en medio de tanto ruido en torno a la elección del Pontífice. Por todos lados se veían las apuestas por quién sería el Papa, con los comentarios más diversos... y, en medio de todo, el Misterio de Dios que se tejía en el silencio de la Sextina y que se presentó así, como regalo de la fe para la fe.

Ciertamente es difícil de entender que, en el proceso de la historia del hombre, irrumpa Dios con su proyecto original, inesperado, jubiloso, simple, amoroso, que maravilla a los que tienen fe y aman, y que confunde a los que no pasan la mirada mas allá del simple “proceso humano”.

Pero para el Pueblo de Dios, que esperaba su Pastor, fue un momento especial, porque al balcón se presentó un hombre de Dios, un hombre de Iglesia, un hombre de fe. Era evidente, el mismo estaba maravillado del Misterio de Dios que lo llamaba por su nombre y desde ahora lo llamaba “Pedro”.

Y cuál no fue la sorpresa de nosotros, los argentinos, y de todos nuestros amigos, ¡este Papa es nuestro, nuestro por la Fe, pero también nuestro por la sangre, el origen, la tierra! ¡Es Padre universal, pero es hijo de nuestra tierra! Y, como primer Papa Latinoamericano, el hecho de ser argentino, nos llena de una especial alegría y felicidad.

Su nombre, Francisco, es por sí solo un programa Pastoral, un proyecto de vida, y una meta de Ministerio Petrino. Basta pensar a la vida, al amor, al servicio, a la fe de San Francisco para poder imaginar la sencillez de corazón del nuevo Papa y al amor con el que quiere servir a la Iglesia.

Creo que es importante para todos y cada uno en la Iglesia, y muy especialmente para nosotros argentinos, superar la simple “humanidad del evento” para entrar en el profundo del Misterio de Dios, porque si así lo hacemos, como los Pastores en Belén, descubriremos mucho más que un “niño envuelto en pañales”, descubriremos el “Dios-con-nosotros”; descubriremos a Dios que siempre, con su amor, quiere acompañar y bendecir la historia de la humanidad.

(*) Jefe del Servicio Internet del Vaticano